CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. LA CULPA ES DE FIDEL, DE JULIE GAVRAS, CAPTA EL DESCONCIERTO ENTRE DOS MUNDOS
La ópera prima de la hija del célebre Costa-Gavras tributa al film Missing, con referencias a las dictaduras latinoamericanas. Cuenta la historia de una adolescente parisina que construye su propia visión a partir de voces disonantes.
› Por Emilio A. Bellon
La culpa es de Fidel. "La Faute à Fidel!". Francia-Italia, 2006.
Dirección: Julie Gavras
Guión: Julie Gavras y Arnaud Cathrine
Fotografía: Nathalie Durand
Música: Armand Amar
Intérpretes: Nina KervelBey, Julie Depardieu, Stefano Accorsi, Martine Chevallier, Olivier Perrier, Benjamin Feuillet.
Duración: 98 minutos.
Cine Del Siglo.
Calificación: 9 (nueve)
En octubre del 2006, cuando Julie Gavras presentó su opera prima en el campo del largometraje La culpa es de Fidel, en el Festival de Roma, ante la crítica europea, tenía 36 años. En un momento de la entrevista, que estuvo matizada por evocaciones biográficas, la hija de nuestro admirado realizador Costa Gavras se refirió a aquella película de su padre que le había indicado su deseo de ser realizadora, aquel film conmovedor que conocimos en 1983 y que se pudo presentar tras un intenso debate y una serie de apelaciones judiciales en contra de la censura. Nos referimos a MissingDesaparecido.
En su relato, Julie Gavras narraba lo que ese film, y por extensión la cuestión latinoamericana, había pasado a representar en su vida. No sólo el film. En su estada en Roma conoció a la escritora Domitilla Calamai, quien había presentado en ese entonces su novela Tutto colpa di Fidel. El encuentro entre Missing y la lectura de la novela la llevaron a diseñar este film que hoy podemos valorar y que nos ubica en los días de septiembre de 1970, cuando resuenan en la atmósfera y se escuchan y continúan los ecos de los acontecimientos de mayo del 68.
Si observamos atentamente el afiche del film, nos sorprende ver cómo la mirada de una niña, atenta y abstraída, ocupa el centro del plano. Su tapado rojo, subrayado desde el azul que domina la escena. Asombra por su nitidez frente a una escena de multitud que se juega de manera borrosa en segundo plano. Desde la primera secuencia del film, que tiene lugar en un espacio provinciano, en torno a una fiesta matrimonial, nuestra mirada descubrirá a la de la joven protagonista de nueve años, Anna, y la primera escena de este momento nos ubica de pronto en la mesa de los niños. Serán, entonces, las observaciones, las preguntas de la niña y en algunas oportunidades la de otros niños, las que vayan marcando el curso del relato.
Desde la mirada infantil de Anna junto a su hermano Francois, más pequeño que ella, se irán presentando una serie de interrogantes que se mueven entre el asombro y el desconcierto, ya que la protagonista, en un primer momento será mostrada a través de un vaivén que se manifiesta entre el espacio interior de su mundo parisino, junto a sus padres y su hermanito menor y la vida campestre del mundo de sus abuelos, marcados por una visión conservadora, que refutan los nuevos cambios en diferentes órdenes.
Tal vez con huellas de su propia autobiografía, Julie Gavras va marcando paulatinamente cómo ciertos acontecimientos comienzan a transformar todo aquello que ella misma consideraba seguro y definido, particularmente en lo familiar. A través de otros puntos de vista que se va recreando desde un desconcierto inicial, Anna comenzará a escuchar de manera distinta, lo que a partir de ciertas decisiones de los mayores, particularmente respecto de su educación, le provocará grandes enojos.
De esta manera, el film va construyendo no ya un recortado mundo de vivencias familiares, sino que desde las mismas va asomando la conflictiva situación de la España de los últimos años de Franco y las amenazas sobre las democracias latinoamericanas, particularmente la que llevó al derrocamiento de Salvador Allende. Y aquí volvemos nuevamente a Missing Desaparecido, film que despertó en Julie Gavras ese gran deseo de seguir el camino abierto por su padre.
Las tensiones se van alternando, con momentos de humor, frente a ciertos desconciertos. Y es que la situación en España la llevará a escuchar de exiliados y de refugiados, tal como la propia condición de su padre, un abogado que motivado ahora por su esposa progresista, se acercará a la causa latinoamericana. Las imágenes documentales de Chile llevan a un punto de unión entre aspectos de la vida privada y pública y en el interior del departamento que habita en París, Anna escuchará otra versión sobre esos "barbudos" que ahora visitan su casa, de boca de Filomena. La señora de servicios domésticos, exiliada cubana.
Cuando Julie Gavras fue galardonada por este film en el "Sundance Film Festival" declaraba con entusiasmo que otro de los films que la había impactado por esa manera de ubicar una mirada ahora adolescente había sido Criaturas celestiales, de Peter Jackson. Y continuaba su realizadora señalando que en él había podido captar ese miedo que a veces los adultos no alcanzan a comprender. Y en La culpa es de Fidel, si bien ya no hablamos de miedo, sí se ve un descolocamiento entre esas voces que provienen de diferentes ámbitos: la de la escuela, de sus padres, la de sus abuelos, la de los otros. Quizá uno de los hallazgos del film sea el haber podido transmitir ese complejo sentimiento, por momentos contradictorio.
Desde su perspectiva adulta, Julie Gavras tiende su mano y estrecha la de su padre, desde un modo de entender el cine que permita motivar espacios de reflexión y de construcción de memoria. En estos momentos, Costa Gavras junto a su hija y al guionista y amigo Jorge Semprùn están llevando adelante un proyecto sobre una historia ambientada en los tiempos de la Guerra Civil en Grecia y el recuerdo de los que resistían.
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