En una época en el que el horror de la violencia parece haberse adueñado de la pantalla con absoluta naturalidad, llegando en algunos casos a anestesiar la capacidad y la respuesta crítica, volver a ver aquel film del 56 de Douglas Sirk, Himno de batalla, nos vuelve a conectar el llamado cine bélico. Esta producción de la Universal se anuncia para hoy a las 22 hs. por la señal de cable TCM.

Sirk partió de las memorias del coronel Dean Hess, que se publicó posteriormente en una novela que lleva el mismo título del film. El relato por momentos tiene el tono de una crónica, que aborda una problemática de toma de conciencia respecto a ciertas acciones que se ubican en un terreno límite.

En Himno de batalla, el tardíamente valorado actor Rock Hudson compone al personaje central siendo protagonista de un auténtico drama existencial en clave de melodrama. De ahí que su condición de eclesiástico, vocación que abraza al finalizar la Segunda Guerra Mundial, lo lleva a formularse varios interrogantes en relación con una culpa de su pasado y por las acciones que ahora debe tomar frente a la guerra de Estados Unidos con Corea.

El pasado del Coronel Hess, como piloto de la aviación estadounidense, está atravesado por una acción trágica: en el curso de una misión había formado parte de una flota aérea que llegó a bombardear un orfanato, y provocó la muerte de muchos inocentes.

Si bien el film de Sirk muestra desde el inicio al ahora sacerdote volcado a la ayuda de los desposeídos, de los niños sin hogar y sin familia, la nueva situación de conflicto bélico lo coloca al pie de un nuevo dilema. Lejos de centrar su mirada en las acciones diplomáticas y políticas, o en las estrategias en el frente, el film subraya, por un lado una mirada irónica sobre la presencia eclesiástica y por el otro se fija sobre ese estado de crisis del personaje.

Acompañan a Rock Hudson en este film, Anna Kashfi (en aquellos años compañera de Marlon Brando), Dan Duryea, Martha Hyer y Don DeFore.

Rock Hudson fue uno de los actores más taquilleros de los años 50, y principios de los 60. Interpretó comedias en un momento en que la censura había comenzado a ceder, tras los años del maccarthysmo. Sin embargo son notables y hoy motivos de admiración sus films dramáticos como Sublime obsesión, Lo que el cielo nos da, Palabras al viento y Los diablos del aire, las cuatro dirigidas por Sirk.

En octubre de 1985, a la edad de 60 años, falleció víctima del Sida, y previamente hizo pública su dolencia. Ese sinceramiento marcó un punto de inflexión en la historia de esta enfermedad.