CULTURA / ESPECTáCULOS › LA POETA ANDALUZA ROCíO MUñOZ VERGARA EDITó TACUARITA
La escritora radicada en Rosario co-dirige la editorial Espiral Calipso. El 12 de junio presentará su último título. Llegó a América en busca de "la verdad", desde una concepción romántica que confía en el azar y en el sentido del viaje.
› Por Beatriz Vignoli
La joven poeta andaluza Rocío Muñoz Vergara (Sevilla, 1982) está radicada en Rosario. Vino por tres meses y se quedó. Dice haber encontrado un nuevo hogar en esta ciudad, a la que ama, donde los lunes de 19 a 21 da un taller literario (Avenida San Martín 424) y los miércoles a partir de las 21 conduce junto a Maia Morosano un ciclo de lecturas de poesía (Corrientes 1380). Ambas dirigen la editorial Espiral Calipso, que ya ha publicado varios títulos y donde ahora Rocío Muñoz editó su primer libro, Tacuarita, que se presentará el próximo 12 de junio con tacos y fiesta flamenca.
"Nací el 20 de julio, justo 13 años después de que el hombre llegase a la Luna", cuenta. "Se combinaron en mi nacimiento la Luna y la mala suerte. De manera que mi madre, poco después de nacer yo, empezó a ver media lunita en mi ojo. Y los médicos no le daban bola. Pensaban que era una madre histérica primeriza. Hasta que por fin, al mes, alguien le hizo caso y aceptó que era un tumor. Y por eso, soy como hija de la Luna. También siempre me gustó mucho el viento".
- Y el mar.
- Yo soy de Sevilla. Sevilla es la capital de Andalucía, la ciudad fundamental del sur, más folklórica. Pero en verano alquilábamos una casa en la playa, en Rota, que es un pueblito de Cádiz. Entonces a mi papá, todas las mañanas yo lo acompañaba, cuando tenía tres, cuatro años, al estanco. El estanco allá es donde se compran los cigarrillos pero también hay otras cosas. Y en este estanco que estaba justo debajo de nuestra casa había cuentos. Entonces la tradición era que todas las mañanas yo lo acompañaba a comprar cigarrillos y comprábamos un cuento. Y llegábamos a la playa y mi papá me leía. Y así es como yo me enganché por completo con la literatura desde la voz de mi papá, que para mí fue y será siempre el mejor lector del mundo. Y a mí una de las mejores cosas que me pueden pasar en la vida es que mi papá lea. Así yo me vinculé al mundo de los libros, al mundo de los cuentos, hasta hoy; la verdad es que nunca salí de eso. Mi papá y yo, aparte de que yo empecé a leer sola, siempre seguimos leyendo hasta ahora. Hoy en día, cuando yo estoy en España, seguimos leyendo juntos. Y siempre que íbamos a alguna parte comprábamos libros. Era como tradición, pasar por una tienda y comprar un libro, o ir a una ciudad de viaje y comprar un libro. Un día estábamos en Madrid, con unos amigos, y encontramos un libro que se llamaba "Cuentos de la selva"... ¡y lo compramos! Y era de un tal Horacio Quiroga. A mí que me encantaban los animales, todos estos cuentos de delirio total de la selva... me fasciné, flasheé con eso. Aparte, la selección del libro que nosotros compramos estaba "mal" hecha. Las selecciones de los cuentos de Quiroga muchas veces están "mal" hechas. Por eso, en lugar de meter sólo los cuentos de la selva, meten más cuentos, que no son para niños. En ésta por ejemplo, había tres cuentos muy fuertes que son "A la deriva", "El hijo" y "Anaconda". Ninguno de los tres, en principio, son para chicos. Pero a mí el cuento éste de "A la deriva", del hombre que va caminando por la orilla enfangada, y de pronto siente un pinchazo y es una víbora, y cómo le pide a la mujer aguardiente, y siente que es agua, y cómo después navega por el río... a mí aquello se me quedó un montón. Ese día que leímos ese cuento, yo aprendí qué significaba la palabra "delirio". Yo era re chiquita, tenía seis o siete años. El tipo del cuento empieza a ver cosas raras, empieza a hablar con su compadre, cosas así. Yo no entendía nada. Y mi papá me dijo: "Está delirando". Y esa frase, como que se me quedó: "delirar". Y, ¿viste? uno ya ficciona a partir de ahí, y esta idea de la frontera, de lo quebradiza que es la razón, de lo febril mezclado con lo sublime, con el agua, con el sol... no sé, se me caló adentro. Yo todavía me acuerdo del día ése. Pero yo no sabía que el tipo era un autor famoso. Me enteré en la carrera. De pronto, lo veo en un programa: el de la materia de Relato Hispanoamericano. Yo estudié Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla. Es como Letras pero especializada en lengua y literatura española y latinoamericana. Y bueno, había que leer Quiroga en la carrera y me volvió a seducir todo lo que cuenta Quiroga de la selva, de la lluvia... Entonces decidí que yo a mi tesina la tenía que hacer de eso y que yo me largaba a la selva.
- Tu viaje a la Argentina tiene mucho de los viajes de Quiroga, también, ¿no?
- Claro. Nosotros leíamos en el mar de Rota. Y Rota es el Atlántico. Y yo mezclaba lo que escuchaba con las olas. Entonces era como que se hablaba en el mismo lenguaje. El lenguaje de la literatura era el lenguaje de las olas. Las que saben dónde pasa todo esto que cuentan los libros son las olas, está claro. Entonces, las olas ¿de qué hablan? Yo decía: pues hablarán de América, porque vienen de ahí. De manera que si las olas hablan de América, quiere decir que en América es donde está la verdad. La aventura, y todo lo que me gustaría que fuera mi vida tiene que estar ahí, en América. Y por eso yo me imaginaba cruzando todo ese mar. Mi abuelo también era un soñador, y se dedicaba a contarme la historia de Colón, de las carabelas... entonces la idea era la de América como un territorio mítico donde está toda la literatura del mundo.
- ¿Te viniste ya con un vínculo con la Universidad Nacional de Rosario?
- No. Yo me quería ir a la UBA, y quería saber dónde podía vivir cerca de la universidad, pero era un quilombo de direcciones: que la sede de la universidad estaba en un sitio, pero la carrera de Letras se cursaba en otro sitio... Justo vi un congreso de Clásicas en Rosario (en el año 2006) y decidí probar fortuna; mandé una ponencia y les gustó. Ahí me vine a Rosario, empecé a buscar cosas en Rosario, entendí dónde podía quedarme, me trataron re bien en la universidad.
- ¿Cuándo viniste?
- 2006. Me vine por tres meses a vivir mi aventura juvenil.
- ¿Con qué edad?
- Con 24. Yo tenía y sigo teniendo un sentido de la vida muy épico, muy romántico del XIX, una idea de estar llevado por el azar, de que cada momento puede ser una sorpresa... Por ejemplo, he trabajado mucho los cuentos, y también creía mucho en esta épica del héroe, en el viaje iniciático, en las pruebas que uno tiene que ir superando... en el espectáculo, en la vida como espectáculo.
- Eso es barroco, si vamos a poner etiquetas...
- ¡Justo es la parte del barroco que se retoma en el romanticismo que se retoma en el surrealismo! Esa es mi corriente de vida. Desde ahí me vine. Y desde esto también de los estadios del héroe: como decían los formalistas rusos (Propp) que todo viaje iniciático, o sea toda aventura, comienza por la mutilación o carencia del héroe. En mi caso, se trata de la pérdida del hogar. Al héroe le falta algo o pierde algo. Va en busca de recuperarlo. Y cuando vuelve, tiene un aprendizaje.
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