CULTURA / ESPECTáCULOS › TRES PEQUEñAS MUESTRAS INDIVIDUALES DE CULTURA PASAJERA EN PASAJE PAM
La instalación del escultor Hugo Masoero, las fotos de Héctor Pichi De Benedictus y los cuadros del videasta Leandro Yadanza convergen en el centro vacío de una pregunta que traza su dimensión artística por ser imposible de responder.
› Por Beatriz Vignoli
A Walter Benjamin le habría encantado esto: un pasaje finisecular lleno de obras neovanguardistas que interrogan el misterio del tiempo. El hilo conductor que enhebra las tres pequeñas muestras individuales de Cultura Pasajera en la planta baja del Pasaje Pam (Córdoba 954) quizá sea la pregunta de cómo representar plásticamente en el espacio al invisible tiempo; búsqueda muy artística en virtud, precisamente, de su promesa de imposibilidad. La instalación de un escultor, las fotos de un músico y los cuadros de un videasta (todos ligados de un modo u otro a la gestión cultural pública o privada) convergen, acaso sin proponérselo, en el centro vacío de esa pregunta.
Hugo Masoero nació en Alvarez (provincia de Santa Fe). Es profesor de la cátedra Escultura III e investigador en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Fundó y dirige el Centro de Estudios e Investigación de Propuestas Artísticas Híbridas (UNR) y el espacio de arte e investigación La Caverna. Expone desde 1988. De tiempo en tiempo: así se titula su instalación con relojes analógicos en el espacio El Cubo. Según su texto, son relojes que recibió como regalo, acaso por aquello de que uno no regala un reloj; uno regala alguien a un reloj. Masoero viene trabajando como docente, como investigador y como curador con el concepto de "lo asincrónico", que según el crítico Hal Foster es un rasgo clave de los contramodernismos como el surrealismo y ciertas tendencias no minimalistas contemporáneas. Lo asincrónico quiere decir que los mejores materiales para el arte se encuentran en desvanes y mercados de pulgas, en esos márgenes de inexistencia práctica a donde van a parar las tecnologías obsoletas, que el arte enciende con una belleza revolucionaria de objeto esclavo liberado. Como escultor, Masoero utiliza como materia el espacio vacío de El Cubo. Además, llena los cuadrantes de los relojes con fotografías de los años setenta y pinta de blanco las carcasas, que contrastan con las paredes del espacio, revestidas de copias fotográficas oscurecidas e igualmente nostálgicas. Logra así en lo visual un refinado claroscuro, a la vez intimista y ominoso.
Esta instalación potente irradia belleza y sentido sobre las vecinas fotos de Héctor de Benedictis, más conocido como Pichi, célebre compositor de la Trova Rosarina que es fundador y actual director del Centro de Expresiones Contemporáneas. En la vitrina del Pasaje pueden verse sus musicales "Paisajes revelados", diminutas copias de fotos manipuladas que parecen estirar al infinito la instantánea. "Son imágenes ambiguas que se desentienden de la presencia física inicial", escribe en un email devenido texto de exposición el ex director del Museo Estévez, el artista Pedro Sinópoli. "Y han derivado en formas abstractas, en casi sólo dos planos. Paisajes, sí, pero convertidos en páramos solitarios".
Leandro Yadanza venía pintando artículos de uso cotidiano en bastidores de medidas diversas pero siempre excesivas (demasiado pequeñas o incómodamente grandes), llevando así el realismo del bodegón a lo fantástico; ahora opta por representar en el mismo estilo sencillo aquellos enseres que son como meteoritos incrustados en lo real, provenientes del mito. Yadanza ya no pinta (ni filma) utensilios sino aquellas cositas cargadas de afecto, los mínimos fetiches que llaman la atención en cualquier cuarto adolescente: zapatillas, una lata de bebida energizante, una virgencita de Luján, aerosoles. Son objetos que portan algún resto candente de experiencia vital enmarcada en algo del orden de lo religioso o político, pero que la moda parece haber vaciado, reducido a imágenes. Aún así son cosas y a la vez palabras de un lenguaje colectivo, anclajes del individuo en su mundo. Y como tales participan de una temporalidad efímera y leve, joven y distendida, o de lo que Yadanza llama "cool" (que es el título de la muestra): "esto quiere decir que (para mí) todo esto es cool: el tenis, patinar con rollers, los stencils, pintar con aerosol, los superhéroes, la religión cristiana, los colores fluo, los ploteados, escribir en inglés, nike, pony, el neohippismo, los juguetes, los pins... en realidad no todo lo que está es cool. Hay algunas cosas que no lo son pero que a lo mejor más adelante lo sean. el futuro es cool. escribir sin mayúsculas es cool".
Nacido en Rosario en 1975, Yadanza cursó Bellas Artes en la UNR. Hizo clínica de obra con Mauro Machado, Graciela Carnevale y Eugenio Ampudia. Obtuvo una mención en el Segundo Concurso Nacional de Artes Plásticas Premio Platt 2007 con la obra "De cómo convivir con las cosas". Trabaja en el MACRO. En su casi manifiesto, "lo cool", como noción articuladora entre arte y cultura, equivaldría aproximadamente a lo que para artistas jóvenes de otras épocas estaba resumido en tres letras: pop. Pero los objetos pop eran aquellos que exponían obscenamente su estatuto de mercancías, mientras que estos fetiches "cool" intentan en cambio desmarcarse del sistema pese a ser sus productos. Lo logran en gran medida, y acaso esa distancia imaginaria respecto de las condiciones de producción sea la breve medida de lo sublime contemporáneo.
Y en la planta alta, Florencia Caterina (Rosario, 1986)inaugura su primera muestra: "¡Estupendo jar jar!" en la Oficina 26. Es cool. ¿Qué más se puede pedir?
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