Mar 16.02.2010
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › EN EL BANCO NACIóN

Máquinas y cuerpos

› Por Iván Fernández

Se reestrenó la obra que diera lugar al multi espacio sustentado por el Banco Nación, justo en la esquina de Córdoba y San Martín. Cabe recordar que este ámbito funciona hace años como sede de la muestra permanente sobre máquinas y dinero. Las instalaciones de perfil interactivo que se encuentran sobre la pared norte del espacio siguen convocando a cientos de espectadores, que aún se ven seducidos por las formas que estas verdaderas maquinarias logran componer en sus pantallas y papeles.

Pero, de esta muestra que aún mantiene su vigor (es de destacar, particularmente, la performance de la máquina que habla, que aún sigue inquietando a quienes se topan con ella) no se ocupará esta nota, sino de la sorpresiva reinauguración de la obra pictórica que conforma el piso de este espacio.

Sobre el mediodía, cuando era numerosa la fila de espectadores que, una vez más, esperaban para contemplar (e interactuar con) las obras máquinas, inmiscuido entre los mismos, como uno más del público, el autor en cuestión realizó sorpresivamente su declaración: "Yo puse este piso en el 80". Todas las miradas de los espectadores, antes fijas en las máquinas, se posaron ahora sobre el piso, sobre la obra que pisaban, produciéndose entonces la reinauguración de la que hablábamos. Numerosos críticos de arte se hicieron presentes en el evento e intercambiaron dichos con el artista. Mientras este último relataba algunas anécdotas acerca de la realización de la obra, uno de los críticos consideró: "Ya no se hacen más estos pisos".

¿Qué lo une o lo separa hoy de su obra? ¿Es extraña hoy? ¿Reconoce en ella al artista que fue hace treinta años atrás? ¿Qué siente frente a esos espectadores que día a día toman contacto con su obra sin quizá conocer el autor? Son algunas de las preguntas que este diario hubiera querido realizar al artista, que ha resultado inaccesible por su breve estadía en la muestra.

Otra obra consistió en una performance llevada a cabo en las galerías que poseen salida por calle Córdoba y, también, San Martín. Consistió en esculturas de cuerpos desnudos y mutilados que fueron desplazados, con singulares trayectorias, por todo el espacio de la galería.

La obra no carece de originalidad en relación con otras de su especie, sobre todo en la explotación del movimiento como figura de la performance, siendo que ya viene siendo un recurso trillado la quietud de otras muestras de estos cuerpos mutilados. Sin embargo, los artistas no han logrado conmover al público, que se limitó a desplazarse para no impedir la realización de la obra. La mayoría de los espectadores prefirieron inclinar su vista sobre las exposiciones habituales de los cuerpos mutilados quietos. Es esta quizá una muestra de lo difícil que es introducir variantes en lo que ya está instalado como circuito formal de arte.

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