CULTURA / ESPECTáCULOS › TEMBLOR Y FULGOR, MUESTRA SURGIDA DE LA COLECCIóN DEL CASTAGNINO/MACRO
Se inauguró el sábado, en el Centro Cultural Haroldo Conti, en el predio donde estaba la ESMA, la intervención institucional con 20 obras que, de modos no tan literales, pueden leerse en clave política y se resignifican en el espacio.
› Por Beatriz Vignoli
Hace unos meses atrás, a principios de año, se reunieron Eva Ruderman (directora del Centro Cultural Haroldo Conti, de Buenos Aires), Rubén Chababo (director del Museo de la Memoria de Rosario), Marcela Römer (directora del Museo de Bellas Artes Castagnino+Macro) y Roberto Echen (subdirector de dicha institución). De la reunión surgió la muestra Temblor y fulgor, una intervención institucional en el Centro Cultural Haroldo Conti (Av. Del Libertador 8151, Ciudad Autónoma de Buenos Aires) tendiente a producir ciertas operaciones de lectura sobre un corpus de algo más de 20 obras, muchas de las cuales no fueron pensadas inicialmente como arte político, todas seleccionadas de entre la colección de arte contemporáneo del Castagnino+Macro. El contexto era significativo ya que el Haroldo Conti es uno de los numerosos organismos oficiales que ocupan hoy las 17 hectáreas del amplísimo predio de la totalidad de la ex ESMA, que funcionó como centro de detención y tortura de personas durante la última dictadura militar. La muestra se inauguró el sábado a las 16:30. Iba a inaugurarse el jueves pero se suspendió por el asesinato del militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra.
Rubén Chababo cuenta la experiencia: "Pensamos en la posiblidad de organizar, tomando como base el patrimonio del Castagnino+Macro, una muestra colectiva en torno a alguna idea. Y como se acercaba el seminario Walter Benjamin, que se realiza en el Haroldo Conti en este mes de octubre, pensamos una frase de ese filósofo alemán del siglo XX que nos inspirara y funcionara como un disparador, un aglutinante, un estímulo. Llegamos así a una cita tomada de sus Tesis de Filosofía de la Historia. Y pensamos de qué manera esa cita nos inspiraba a la revisión de algunas obras, sobre la base del catálogo del Museo. Se eligió un conjunto de más de 40 de las que quedaron algo más de 20. Muchas quedaron afuera por una cuestión de espacio. No queríamos que fueran obras literales en cuanto a la idea de incertidumbre o de acechanza, sino que dialogaran y dispararan ciertas ideas. Las obras se resignifican en un espacio así".
"Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido, sino adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro", es la cita referida de Benjamin, que alude entre otras cosas al recuerdo de lo que está por desaparecer de la memoria. El título de la muestra combina la imagen del fulgor ("refulge", dicen algunas otras traducciones) con el Temor y temblor de Kierkegaard, para abrir el sentido de la mirada sobre el terror hacia una cuestión más existencial que abarca a la condición humana. En unos meses más, como muestra temporaria también, se proyecta traerla a la nueva sede del Museo de la Memoria, en Moreno y Córdoba, cuya inauguración está programada para el 10 de diciembre de este año.
A la luz de un subtexto que remite a la dictadura aunque no se circunscribe solo a ella, el sentido de las obras se transforma. Una instalación de Pablo Reinoso: A la mesa, en este contexto parece remitir a los hogares saqueados por los grupos de tareas. Vista en el Museo, se lee como una crítica al racionalismo. Dialoga con la institución arte. Acá en cambio las obras se abren a sentidos de lo social, histórico, político. Apiladas prolijamente en estantes, las Sábanas de amigos de Ana Gallardo evocan pertenencias de los desaparecidos y, a la vez, al orden impuesto por las fuerzas represivas. Algo similar pasa con La casa soñada de Tamara Stuby. Se vuelven ominosas las luces sobre dos cuerpos en una foto de Carlos Herrera (cuya estética trash y estilo setentista remiten a toda una época y al mito de los "abducidos"). Roni, la obra del grupo DOMA con el payaso Ronnie Mc Donald, era imposible de mirar de tan siniestro, confiesa Chababo. En las fotos de Gabriel Baggio de tejedores con la cabeza tapada por su propio tejido se vislumbra el fantasma de las capuchas. El niño rubio retratado en Zeitgeist, de Gabriel Valansi, es un "niño nazi", exclama espantado el curador. Un collage de texto formado con letras recortadas, Victima serial, de Jorge Macchi, remite con cierto humor negro al secuestro. Un video performance donde Gustavo Romano enciende un fósforo en la oscuridad parece una llama votiva en memoria de las víctimas. Y así sucesivamente.
Por otra parte, el afiche Terror, de Juan Carlos Romero, el Carrito de cartonero de Liliana Maresca y la Jaula con aves de León Ferrari, todas de gran contundencia, fueron pensadas inicialmente como arte político. "La idea -continúa Chababo- es también hacer saber al público de estos espacios que el arte contemporáneo tiene cosas para decir, y que a veces obras que se vuelven enigmáticas, o que son bastante crípticas en algún sentido, deben ser pulsadas, deben ser interrogadas...".
-...O puestas en relación, con otras, con un contexto. ¿Tenía algún peso simbólico el contexto de la ESMA por sí mismo?
-Quisiera pensar que sí. Pero no te creas que el espacio evoca algo.
-¿Qué recepción tuvo?
-La recepción fue muy buena. Era toda gente vinculada al arte contemporáneo. No a organismos ni a nada por el estilo. Fueron unas 70, 80 personas, que, considerando la ubicación del Centro Cultural Haroldo Conti, a 45 minutos de auto desde Capital, es bastante.
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