Lunes, 13 de marzo de 2006 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LAS LECTURAS QUE PLANTEA LA CELEBRADA PELICULA DE ANG LEE
"Secreto en la montaña" es una ofensa a los
paladines de la moral republicana, a los
macartistas y al tono marcial de John Wayne.
Por Emilio A. Bellon
"Secreto en la montaña". ("Brokeback Mountain").
EEUU, 2005.
Dirección: Ang Lee.
Guión: Diana Hosanna y Larry Mc mártir.
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Heath Ledger, Anne Hathaway, Michelle Williams, Randy Quaid.
Duración: 130 minutos.
Salas: Monumental, Showcase y Village.
Puntos: 10 (diez)
Si bien "Secreto en la Montaña" fue merecedora del León de Oro en el Festival de Venecia, en la edición del año pasado, e igualmente recibió premios en Estados Unidos y Londres en otros certámenes, los Oscars otorgados en la noche del 5 de marzo revelan claramente que a la academia ciertas temáticas (las que competen a la diversidad sexual y a las problemáticas de orden político y económico) no forman parte ni de sus intereses ideológicos ni financieros. Porque para la industria, que el film haya sido favorecido en los rubros "mejor director", "mejor guión" y "Mejor banda sonora" no le dice nada más que lo que superficialmente se pueda inferir de aquí: Que Ang Lee es alguien que sabe organizar cómo se cuenta una historia, que hay uno o más guionistas al servicio del equívoco concepto de "adaptación", y que en definitiva también se pueden componer otro tipo de partituras, por encargo.
Para el autor de esta sugestiva banda sonora, Gustavo Santaolalla, que recrea los motivos del country, fue toda un sorpresa que su nombre figurara entre los ganadores; ya que el estilo "noche de los Oscars" por lo general está ligado al nombre de John Williams, nombre asociado, casi siempre, a la filmografía de Steven Spielberg. En declaraciones a la prensa, comentaba: "Quedé un poco desilusionado con el premio a la mejor película", porque realmente "Brokeback Mountain" merecía ganar. Eso demuestra -continúa el autor- que la academia dio pasos hacia un apertura, pero que todavía sigue siendo bastante conservadora". Y es que en relación con lo que nos señala este argentino, "Vidas cruzadas", el film ganador de la noche, apunta a una situación de cruces de historias que aspiran a una reconciliación; fórmula que muchos productores y guionistas hacen partir de la excepcional "Ciudad de Angeles" del nada conformista Robert Altman.
Pero dirijamos, ahora, nuestra mirada a ese lugar del medio oeste norteamericano que tiene la extensión del silencio en pleno verano. Y en este ámbito, al que llegarán, un día de 1963 (el furor de Los Beatles no se hacía sentir por estos lugares), dos jóvenes vaqueros, donde una historia de amistad y amor está por iniciarse. Dos jóvenes cuyos nombres transitan la tradición de familias muy apegadas al culto de la tierra y de los viejos mandatos: Ennis Del Mar y Jack Smith. En ese encuentro inicial, en ese trabajo que los llevará ahora al lugar del nombre propio con que se nombra este film, se está por cifrar el futuro recorrido de ambas vidas; a caballo, entre poblaciones un tanto vecinas; distantes, cuando se delimitan otras fronteras.
Censurado en Pekín, prohibido en algunos países de Medio Oriente, mirado con recelo por los miembros de la Academia, "Brokeback Mountain" funda un nuevo espacio en el cine, como lo hiciera "Mountain Valley" desde los legendarios y épicos films de John Ford. Y lo hace ahora, explicitando aquella historia de eros asordinado que ya latía en algunos de los tantos films del género, como lo llegara al plantear el presentador de esta última edición de los Oscars, a través de la visión de un compilado de imágenes de westerns de otros tiempos. Espacio profanado por un vendaval revisionista, el film de Ang Lee es una ofensa cara a cara a los paladines de la moral republicana, que siempre tuvieron como estandarte el uniforme, el espíritu macartista y la voz marcial de John Wayne.
La mirada poética de su realizador, el subrayado sonoro de Santaolalla, le otorgan a este género que por lo general alude a las gloriosas hazañas de una edad de oro (o dorada, como los Oscars), la presencia de una voz subjetivizadora que se aloja en los espacios íntimos de un estar de a dos. En el Festival de Venecia, su director, Ang Lee, expresaba: "No hay diferencia en una historia de amor homosexual o heterosexual. El amor es un sentimiento universal que trasciende a estos rótulos, que va más allá de estas catalogaciones".
En la tradición del género ciertas miradas y guiños, ciertos actos y trasvestimientos, planteaban el sentimiento homoerótico, o entre mujeres como el que le declara una uniformada Doris Day, en vestimenta tipo David Crockett en el film "Calamity Jane", a su compañera. O ¿cómo olvidar la complicidad y atracción que experimentaban Butch Cassidy y Sundance Kid. Entre tantos momentos, que se pueden seguir en "El celuloide oculto" (edición en video), ya viene insinuándose el desocultamiento definitivo en este más que recomendable film de Ang Lee. Y en tal caso, al volver al escenario de aquella historia de amor y de ternura, que sobreviene en medio de una tormenta, ahora estamos frente a una postal, con una invitación, años más tarde.
En la contratapa de Página/12, de la edición del viernes 20 de enero, Rodrigo Fresán en su nota crítica "Espacios abiertos", cita expresiones de la autora del cuento, Annie Proulx: "La gente tiende a dudar de que dos hombres jóvenes puedan enamorarse en la soledad de las combres nevadas; pero nadie duda de la cafetera que comparten allí arriba. Y si la cafetera es auténtica, entonces igual de auténtico es lo otro".
En la historia de estos dos protagonistas, que verán cómo transcurre su vida, pendientes de un próximo y añorado encuentro, hay objetos que pasan a ocupar un lugar central. En el periplo de ambos, uno atado a una imposibilidad de romper con algo que lo retiene de manera violenta y el otro escapando, furtivamente, al otro lado de la frontera, dónde jóvenes latinos se ofrecen al forastero... En el mundo de ambos, entre postales y llamados telefónicos, entre compromisos conyugales y situaciones de rechazo, siempre cabe la posibilidad de volver a Brokeback Mountain. Hay momentos en los que la naturaleza parece celebrar el sentimiento robado a la rutina, que ambos viven intensamente y una mirada que siempre espera, fija a la ventana.
Pocas veces en el cine de vaqueros, tan transitado por sueños de grandeza, persecuciones y matanzas genocidas, el espacio se funda como personaje dramático; como lo es ciertamente, este lugar refugio y nueva morada, donde a veces, por imposibilidad, un beso se sustituye por una trompada y donde se inscribe una huella que será revisitada tiempo después. En torno a ellos dos, en el medio hostil en el que un viento blanco intenta borrar los nombres y perder las cenizas; en ese lugar, no obstante, un hombre, ya un tanto agobiado, mira ahora con lágrimas en los ojos, una camisa que está protegida celosamente por el azul de una campera que lleva en sí la escritura del deseo.
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