CULTURA / ESPECTáCULOS › COCHET UTóPICO, EN EL PARQUE DE ESPAñA, LA MEJOR MUESTRA DEL AñO
Hoy, a las 19, habrá una visita guiada a la exposición antológica del gran pintor y grabador pionero del arte rosarino, curada por María Eugenia Prece, en colaboración con Sabina Florio y Laura Rippa. Un artista hermano de lo real.
› Por Beatriz Vignoli
Hoy a las 19, en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río) tendrá lugar una visita guiada a la exposición Cochet utópico curada por María Eugenia Prece, con la colaboración de la historiadora del arte Sabina Florio y la grabadora Laura Rippa en la investigación histórica. La visita contará con la presencia de las tres organizadoras.
Un par de domingos atrás, Florio recorrió la muestra con esta cronista y señaló errores e inexactitudes en la nota de Rosario/12 del martes 16 de noviembre, la cual se basó en entrevistas muy anteriores y en comunicados de prensa que no fueron actualizados para reflejar cambios inadvertidos de último momento. Si bien ya por lo que se veía desde la puerta de ingreso es posible anticipar que Cochet utópico es la mejor muestra del año, esta exposición antológica del gran pintor y grabador pionero del arte rosarino no fue en modo alguno la concreción argentina del proyecto de colaboración con Barcelona sobre el período republicano español del pintor y grabador nacido en 1894 y fallecido en 1979. La orilla ibérica a la que se hacía referencia en dicha nota, en los hechos y a causa de la crisis económica europea, no pudo resolver la financiación prometida por Alfons Martinell, de modo que la participación del equipo de la Universidad de Barcelona coordinado por el profesor Antoni Laporte Roselló se quedó del otro lado del Atlántico a la espera quizás de una mejor oportunidad futura.
Para llenar el vacío dejado en el CCPE, Prece (licenciada en Bellas Artes por la UNR y master en Gestión Cultural y Rehabilitación de Patrimonio por la Universidad de Barcelona), a quien le fuera encomendado el legado del abuelo por parte de la nieta del artista, Silvia Cochet, convocó a Florio y a Rippa en un nuevo proyecto, de producción exclusivamente local. Éste se basó íntegramente en el legado de Gustavo Cochet que constituye la colección permanente del museo en Funes que lleva su nombre, situado en su antigua casa taller sobre la calle que también lleva su nombre. El Museo Cochet es obra de familiares, vecinos y amigos, a muchos de quienes el artista pintó en retratos de tanta dignidad como los que suelen ser privilegio de burgueses o aristócratas. La utopía anarquista, libertaria y humanista que guió las decisiones de Cochet como militante de la República Española se expresa en su obra realista realizada a lo largo de una larga vida en varias ciudades del mundo: París, Barcelona y Funes.
Las organizadoras estructuraron el guión curatorial de las galerías del CCPE para brindar un panorama de sus temas y técnicas que resalte las convicciones políticas subyacentes a las decisiones estilísticas de Cochet. La muestra se abre con una magnífica sala de óleos en tres series: la figura femenina, los bodegones y los oficios. Un escultor retratado en París en 1928, de perfil, con gorro y camisa de campesino cincelando el mármol a maza y martillo como un trabajador más; un dignísimo zapatero barcelonés de 1935 que posa en camisa celeste, corbata y delantal de trabajo junto a sus herramientas y su obra, el zapato, que no le fue alienada por ninguna patronal; un carnicero parisiense de 1927 que exhibe orgulloso su corte, junto a un ayudante; una familia de almaceneros que en la misma fecha y lugar se rodean de sus mercancías como tesoros, más dos pintorescas escenas callejeras, todo habla de un mundo urbano del trabajo propio de una clase media baja a la que le fue posible pensarse no explotada. Las pinceladas son diferentes en los diversos períodos: la del parisiense es más suelta, mientras que en España se atiene Cochet más al detalle, sobre todo el de la vestimenta.
El trabajo y el vestido son para Cochet y para sus amigos y correligionarios anarquistas, entre quienes cabe destacar por su afinidad y cercanía al escultor Erminio Blotta, aquello que define la identidad de la vida del hombre. Además, para Cochet y Blotta, la semejanza con el modelo es la expresión de un profundo respeto por las leyes naturales y sociales que rigen la producción de la realidad visible. El retratado debía poder reconocerse y ser reconocido en su retrato: así lo evoca Beatriz Blotta, hija del escultor. Las herramientas son una presencia recurrente en el arte funerario de Blotta y también en los retratos pictóricos y gráficos de Cochet. Un pescador que lo albergó en Coillure aparece representado a la chapa con sus cestas y redes, señala Florio. Este preciso aguafuerte se encuentra en la galería dedicada al grabado, que incluye las matrices en chapa y es precedida por una vitrina donde se pueden ver algunas de las herramientas y materiales que se conservan de Cochet. Destacar "el oficio" era importante y necesario, insiste Florio, resaltando la labor de Rippa en torno al grabado.
Podría agregarse, al ver todo esto, que el artista Cochet es un hermano de lo real, quien a través del oficio entabla un lazo fraterno con sus semejantes y con las cosas que ellos producen y de las que se sustentan. "Dulce materia, oh rosa de alas secas", escribía Neruda. En Cochet el brillo de una cabeza de pescado, en un bodegón de tiempos de hambre, se asemeja al de los metales y las piedras preciosas. Materia y personas son próximas, por afecto pero también siguiendo la lógica cinematográfica del close up, advierte Florio: el cine era el arte del siglo veinte al que estaban muy atentos todos los artistas de la izquierda. "Objetivismo, darle cosicidad a los objetos, preocupación por lo real", toma nota la cronista. La mujer en los cuadros de Cochet no es ninguna alegoría sino su compañera de toda la vida, Francisca. En otra de las salas un artista, representado al óleo con sus pinturas, caballetes y pinceles, es el hijo de ambos, Fernando. La familia se reúne para los retratos fotográficos que acompañan la documentación en las vitrinas: fotos del cruel éxodo masivo de los republicanos derrotados; amarillos periódicos anarquistas en los que el artista publicaba sus escritos; anotaciones de puño y letra. La urgencia del documento fotográfico no es muy distinta de aquella con la que el artista capta los horrores de la guerra civil en sus Caprichos gráficos o inmortaliza la cabeza de un soldado republicano en un rápido apunte a la pluma, en cuadernos amorosamente preservados... por ahora. Se están deteriorando.
"Obsesivo", murmura un espectador al pasar ante la serie de pruebas y pruebas de artista mediante las cuales Cochet grabador iba tomándole el tiempo a la tinta, hasta extraer de ella la espesa negrura deseada. El espectador intempestivo parece haber olvidado esto del artista como aquel que negocia con la materia, la domestica, amable. Lee patología de un sujeto donde habría que leer amor por los objetos en su irreductible otredad. ¿O es intempestiva la muestra? ¿Por qué los expertos y artistas que asistieron a la inauguración salieron elogiando más el cuidado montaje de Rodolfo Perassi e hijo (digno de elogio, por cierto) que aquella obra que contenía? La mirada de esta época tiende a resbalar sobre los pliegues de historia que abren muestras como ésta. "Fue muy combatida", se lamenta Florio, evocando la ironía del discurso inaugural de Martín Prieto, director del CCPE, contra las muestras históricas. ¡Están tan huérfanas de espesor temporal y perspectiva, de relatos precisos sobre el pasado, de algo que horade la leve y evanescente actualidad las instituciones oficiales locales de la cultura! ¡Y son tan necesarias en Rosario las muestras históricas! Que sería imperdonable perderse ésta, tan cercana y afable, tan llena de vida, tan parecida a una tarde en Funes con Cochet...
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