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Lunes, 20 de diciembre de 2010

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. TRISTES DESPEDIDAS: BLAKE EDWARDS, MARIO MONICELLI Y CLAUDE CHABROL

Creadores de películas inolvidables

Nombres emblemáticos de la historia del cine, tres directores fallecieron este año. La más reciente partida fue la del festivo comediante y autor de comedias dramáticas, Edwards; creador además de la ingeniosa y lunática Pantera Rosa.

 Por Emilio A. Bellon

En los últimos meses del año, tres de los más notorios realizadores que han atravesado los grandes momentos del cine nos han dicho adiós. Para los que tenemos más de sesenta años, y aún para los más jóvenes, los nombres y la obra de los talentosos directores son emblemáticos. Claude Chabrol, eximia figura de la llamada Nouvelle Vague que tras los pasos de Hitchcock supo describir una perversa relación entre el mundo de apariencia de la burguesía provinciana con secretos e intrigas, con estallidos violentos en el umbral, con misterios por resolver, con sus mismos escritos; de Mario Monicelli, quien junto a Dino Risi y Ettore Scola definen el perfil más grotesco y satírico de la llamada "commedia", en la que campea el tono trágico y la reflexión moral; y en estos días, la partida del festivo comediante y autor igualmente de comedias dramáticas, Blake Edwards. Creador de una de las más ingeniosas y lunáticas sagas, la de la Pantera Rosa y la de su entrañable Inspector Clouseau, con ese eximio clown que fue, es y sigue siendo y lo seguirá por siempre, Peter Sellers.

Tres para un largo adiós: triste, solitario y final.

Blake Edwards, en su extensa filmografía que se inicia a principios de los años 40, como actor y como guionista, presenta tras su labor conjunta con el olvidado Richard Quine, su primer largometraje a mediados de los años 50 hasta alcanzar los inicios de los años 90. Artesano de diferentes géneros, el policial y el musical, el western y el drama, entre otros, alcanza su cima con films tales como Muñequita de lujo, del 61, Días de vino y rosas, dos años después, La carrera del siglo, alocada cabalgata de la Warner de 1965, la sempiterna The Party, conocida en nuestras latitudes como la siempre antológica La fiesta inolvidable, del 68, S.O.B, Se acabó el mundo del 81, corrosiva mirada sobre el mundo de Hollywood, Víctor-Victoria, comedia sorprendente y que le hace guiños al mismo Billy Wilder, historia de equívocos y transformismo, de amor gay y pasión por las tablas, de ofrenda celebratoria al mundo del espectáculo. Claro está, todas ellas, sin olvidar las hoy ya míticas historias de nuestro Clouseau.

Conocedor de la gran tradición de la comedia, admirador de Ernst Lubitsch y del genialísimo Billy Wilder, Edwards, como el mismo señaló, aprendió el gran oficio de la escritura y en forma conjunta de la dirección junto a Richard Quine, particularmente en los films Mi hermana Elena, La misteriosa dama de negro (que anuncia Madre Cabrini para el mes de enero, en la que actúan en un radiante blanco y negro y en una Londres invernal, la rutilante Kim Novak, junto a Fred Astaire y Jack Lemmon, uno de los grandes), entre otras, para pasar a colaborar con John Huston en 1967, en la tan injustamente relegada Casino Royale.

En su libro Cincuenta años de cine norteamericano, el admirado realizador francés Bertrand Tavernier, juntos a Jean Pierre Coursodon, señala: "Blake Edwards no se parece a nadie y nadie filma como él. La mezcla única de romanticismo y cinismo, de conservadurismo y anarquía, de delicadeza y vulgaridad que caracterizan su obra hacen de él una personalidad inclasificable".

Hay momentos desternillantes en los films de su autoría. E igualmente la ternura y la melancolía nos asaltan. Eximio artífice de la exageración, cantor de la opulencia y del glamour, Edwards siempre ha permitido dejar entrever una cierta pátina de tristeza en sus personajes, pensados, en la mayor parte de los casos, a la luz de los grandes comediantes: de Harold Lloyd y Oliver Ardí hasta Jerry Lewis y Jim Carrey.

Uno de los actores que hoy define el modelo norteamericano del éxito, Bruce Willis, nacido en Alemania en 1955, le debe a Blake Edwards su primer gran protagónico. Tras haber actuado en Primer Pecado Mortal, junto a Faye Dunaway y Frank Sinatra en el 80; bajo la dirección de Sydney Lumet en Príncipe de la ciudad y la premiada Será justicia, al lado de Paul Newman, filmará su primer film estelar en 1987, en Cita a Ciegas (Blind Date) junto a la ascendente y seductora Kim Basinger, hoy editada en DVD. Y por cierto, desde mi punto de vista, muy recomendable. Eso fue un año antes de pasar a componer su característico y estereotipado personaje de Die Hard, Duro de matar,

Luego del estreno de Así es la vida, en la que Edwards reunió a su compañera y esposa Julie Andrews y el nuevamente talentosísimo Jack Lemmon, lo vemos a Edwards comenzar su próximo proyecto, con guión de Dale Launer, que hoy se ha dado a conocer en DVD con el título de Bella y peligrosa, pero que en nuestro país se estrenó, en nuestra ciudad tuvo lugar en el recordado cine Heraldo.

Desde los ecos de Nacida ayer de Gerge Cukor, otro de sus maestros, el film de Edwards nos acerca a la situación que vive un ambicioso ejecutivo de una empresa financiera que, por protocolo y mandato, decide ir a una cena de negocios y acompañado por una mujer que recién ha conocido. En ese primer encuentro algo había ocurrido, lo que llevó a una advertencia y ahora en plena reunión la historia se repetirá, creando cierto efecto dominó. Y es que la joven, atractiva y enigmática, de nombre Nadia Gates, apenas bebe un poquito de alcohol comienza a liberar todos sus frenos y provocar desbordantes situaciones.

Ya Edwards había abordado en tema del alcohol de manera más profunda (aunque este es uno de sus temas dominantes en su filmografía) en el gran melodrama Días de vino y rosas. Ahora, en clave de comedia hedonística, tan particular en él, nos regala una historia que aún hoy nos divierte planamente. Y como en todo film del realizador, siempre están presentes sus tan ocurrentes gags. Y como en tantos otros films del mismo, una vez más presente, en la composición musical, desde fines de los 50, el inconfundible Henry Mancini.

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Edwards junto a su más reconocible creación, punto crucial de una extensa filmografía.
 
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