CULTURA / ESPECTáCULOS › BALANCE 2010. UNA MIRADA MáS ALLá DE LAS MAJORS
Aunque las salas comerciales se rigen por las apuestas convencionales, el 3D y los llamados efectos especiales, hubo joyas como Las playas de Agnes, Vincere y La isla siniestra, que son inolvidables. El valor de los circuitos alternativos.
› Por Emilio A. Bellon
Como en cada inicio de año, nuevamente estamos frente a una lista de títulos que visitaron las pantallas de los cines del 2010. Lo que salta a la vista es el más que estridente apostar a aquellos films que garantizan, desde lo más convencional y ultrasofisticado en tecnología, éxitos de taquilla en relación con los llamados films de efectos especiales (denominación que ya ha quedado encogida), sistema 3 D y secuelas de secuelas de films de terror. Cada vez más están ausentes los títulos de los grandes realizadores, los que configuran el llamado "cine de autor", de perfiles propios, de marcas que se alejan de los films super promocionados y oscarizados.
En el año en el que perdimos a realizadores de la talla de Arthur Penn, Luis García Berlanga, Claude Chabrol, Mario Monicelli y Blake Edwards, entre otros, conocimos algunos títulos que, estimo, podrían llegar a figurar entre los favoritos del 2010. Claro está, igualmente, tengo presente aquellos films que se han dado a conocer en los circuitos alternativos de las salas de El Cairo, Madre Cabrini (ya en sus 26 años), Arteón y del siempre presente en su larga tradición, Cine Club Rosario.
Hoy, frente a una cartelera de estrenos que no despierta motivación alguna, pendientes de la reapertura de las salas de los cines Del Siglo (en lo que hace a realizaciones que no responden a mandatos de las majors), el panorama es casi lamentable. Duele ver las marquesinas de los cines sólo reservadas a la promoción de títulos que se apoyan en un sistema standarizado de obra cinematográfica, de fórmulas y clichés, de previsibles golpes de sorpresa, de seriales de seriales.
Para quien firma esta nota, los títulos más ambiciosos y decepcionantes de 2010 podrían llegar a ser Alicia en el país de las maravillas, amplificada versión del mundo Disney, indigesta torta de repostería que no cala en los aspectos más ambiguos y siniestros tanto de la obra de Lewis Carroll como de la poética de Tim Burton; Nine, pretenciosa megalómana, libérrima, irreconocible versión de Ocho y medio de Federico Fellini, en clave de comedia musical, dirigida por Rob Marshall (el autor de Chicago), El origen de Christopher Nolan, film que miraba hacia el mundo de Matrix y que en sus páginas y páginas de explicaciones no logró a una parte del público motivarnos ni inquietarnos ni convencernos; algunas de las multipremiadas como Vivir al límite, de Kathryn Bigelow, ex esposa de su hoy rival Jame Cameron, quien le disputaba con Avatar ese primer, primerísimo lugar (en un lado opuesto al film de la Bigelow, el tan recomendable film Hermanos, de Jim Sheridan, retrato en negro de la heroicidad y triunfalismo yanqui). Otra obra malograda fue La joven Victoria, de Jean Marc Vallée, historia edulcorada y pretendidamente sentimental que canta loas a los paladines del Imperio, sin citar otros films que, considero, pese a sus largas semanas en cartel, entre los viajes y el confort, mediando tarjeta de crédito Visa Gold y otros que se juegan después de la caída del sol, ponen en peligro las posibilidades de la creación cinematográfica.
Mientras abrimos la semana, en Madre Cabrini, con títulos tales como Queimada, de Gillo Pontecorvo, Madame Bovary, de Chabrol, y Cristo se detuvo en Eboli, de Francesco Rosi, seguidas por La herencia de los Ferramonti, de Mauro Bolognini y La misteriosa dama de negro, de Richard Quine, mediando Ben Hur, para el jueves.
Una selección
Una selección de aquellos títulos destacables, que pueden considerarse admirables, que hacen honor al cine y aman a sus espectadores, lleva de inmediato a los márgenes de la cartelera comercial. Como se puede comprobar, la mayor parte de estos títulos seleccionados se dieron a conocer sólo en las salas de los cines Del Siglo.
Tal como se da con Las playas de Agnes, de la genial y siempre sorprendente Agnes Varda, reflexión sobre el acto de crear, en un itinerario que presenta un montaje entre la biografía de la fotógrafa y realizadora y aspectos de su trayectoria profesional, siempre al lado de su amado y recordado Jacques Demy.
Del documental a una historia elaborada de cruces e intrigas, en los escenarios políticos que se van modificando desde los días previos a la Primera Guerra hasta el final del fascismo: El secreto de Mussolini y la excepcional Vincere, de Marco Bellocchio, films en los que se juegan situaciones de locura y poder, en torno a la historia de un amor secreto y de un hijo negado. Uno de los mejores films del último Scorsese, (una auténtica obra maestra), La isla siniestra, ofreció en el formato de un thriller una historia de rara y peligrosa ambigüedad, ambientada en los años del maccarthysmo. Un cruce a otra orilla, como en la aplaudida y perturbadora El escritor oculto, de Roman Polanski, en la que sus recién llegados participarán de una creciente pesadilla, de enigmas y de un pasado que se mueve en los pliegues de una perversa manipulación de la locura.
Las puertas de la fantasía se abren igualmente hacia el mundo de los posibles, a partir de juegos de encantamiento, caleidoscópicas puestas en escena y una reflexión sobre el paso del tiempo, la vida y la muerte, tales como en El imaginario mundo del Dr. Parnassus, del siempre esperado Terry Gilliam.
En el plano de la comedia, género hoy particularmente muy devaluado, no se registran significativos títulos. A no ser si consideramos ahora el término como reflejos y como ciertas situaciones que nos llevan a sonreír, tal como estimo se manifiesta en Las hierbas salvajes, de Alain Resnais, film que nos transmite ese circular de situaciones que a veces son impensadas, que de pronto se dan donde menos uno las piensa. O bien como en I love you Phillip Morris, conocida aquí con el poco original y tramposo título de Una pareja despareja, donde el amor, la extravagancia y el anticonformismo le permiten a sus actores Jim Carrey y Ewan McGregor, sorprendiéndonos. ¿Y cómo no hacer figurar aquí, Un hombre serio, de los hermanos Coen, muy personal obra de estos realizadores que nos acercan una parábola sobre mitos y creencias en torno a ese juego de tensiones que se dan en el interior de la cultura judía.
Las notas más dominantes están, entonces, en los films dramáticos. O en las llamadas "comedias dramáticas", aunque en ambos casos hay films que no se ajustan, afortunadamente, a esta primera ubicación. Como en Seraphine y El encanto del erizo, ambas en mundos diferentes, con sus secretos detrás de las puertas, con esa proyección hacia otras formas del amor. La lectura, el mundo del arte, los nuevos vínculos: dos inolvidables films desde dos retratos de mujer. El diseñador Tom Ford presentó su opera prima, Sólo un hombre, con un sublime Colin Firth, en una historia que reconstruye una profunda historia de amor, que narra ese vagar por los recuerdos y por el propio presente de las últimas horas en la vida de un profesor gay, marcado por el dolor y la melancolía.
El espacio se va acortando y quedan numerosos títulos que deben figurar, tales como Cosa voglio di piu, de Silvio Soldini, Final de partida, de Yojiro Takita, Luz silenciosa, de Carlos Reygadas -el director de Japón , London River, de Rachid Bouchareb, Rembrandt's J'acusse, de Peter Greenaway, Rosetta, de Jean Pierre y Luc Dardenne, Une affaire d'amour, de Stèphane Brizè.
Los dos últimos films de Ozon sólo se conocen en nuestra ciudad en DVD: Ricky, y El refugio. ¿Y cómo olvidar el más que necesario y trascendente film de Michael Haneke, La cinta blanca, film que nos lleva a pensar en el Bergman de El huevo de la serpiente, en esta historia ambientada en los años 10, en una comarca rural, en la que dominan autoritarismos y perversiones.
Deberíamos contar con un apartado particular para el cine latinoamericano. Del cine argentino, elijo, en primer lugar, compartiendo ese escalón, Sin retorno de Miguel Cohan y La mirada invisible, de Diego Lerman. Y considero igualmente, entre mis favoritas, Andrés no quiere dormir la siesta de Daniel Bustamante, El hombre de al lado, de Cohn y Duprat, La mosca en la ceniza, de Gabriela David (recientemente fallecida), y la delirante y ocurrente, transgresora, Miss Tacuarembo, de Martín Sastre.
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