CULTURA / ESPECTáCULOS › EL DOMINGO SE CUMPLEN 35 AñOS DE LA MUERTE DEL ESCULTOR ERMINIO BLOTTA
Hijo de inmigrantes italianos, fue uno de los cuatro artistas más valorados
en la época del Centenario. La escultura de Beethoven, que hizo por entero y
llevó a pulso desde su estudio, aún se aprecia en el parque de la Independencia.
› Por Beatriz Vignoli
Cuenta el historiador Pablo Montini que a comienzos del siglo veinte, en aquella Rosario de entre centenarios, parte de cuya burguesía se soñó como el equivalente argentino y moderno de los mecenas florentinos del Renacimiento, el escultor Erminio Blotta (1892-1976) fue uno de los cuatro señalados por la crítica de entonces como los artistas más prometedores de la época. Los demás eran A. Guido, la poeta y pintora Emilia Bertolé y el reconocido pintor César Caggiano, quien en 1915 pintó un hermoso pero desconocido retrato impresionista de Blotta (hoy en poder de una nuera suya). El domingo se cumplirán 35 años del fallecimiento de Blotta. En 2006, a 30 años de su muerte, por iniciativa del concejal Horacio Ghirardi, el Concejo Municipal le otorgó el título de "Artista Distinguido Post Mortem" en la sesión ordinaria del 20 de abril.
Nacionalizado "Herminio", con hache, Blotta era hijo de los inmigrantes italianos Giovanni (Juan) Blotta y Ana Filomena Mainieri, ambos oriundos de Morano Calabro. Sobre una colina en el centro de Morano Calabro se yergue "il castello normanno", el castillo normando, signo de la presencia de los guerreros de este origen, vikingos cristianizados que pelearon como mercenarios para los nobles de la península; Blotta es un apellido de origen vikingo, afirman algunos de sus descendientes. Quizás esta sangre ancestral lo impulsó a realizar hazañas por la cultura de la ciudad tales como organizar, con una ayudita de sus amigos artistas, una exposición colectiva en la pinturería La Casa Blanca, de Casildo de Souza (que quedaba en Córdoba 911) o el Petit Salón, un salón nacional independiente para el cual trajeron de Buenos Aires (a pulso, en el vagón de tren más barato y sin seguro), cuadros de Walter De Navazio, de Malharro y otros; también presentaban obras artistas locales como Emilia Bertolé, Alfredo Guido, César Caggiano, Gustavo Cochet y Manuel Musto. Esto coincidió con el primer salón oficial.
Blotta fue un gran lector, formado tanto en los cenáculos anarquistas como en el roce con profesionales cultos. Entre los libros de su biblioteca que se salvaron de su feroz generosidad hay varios libros de Anatole France, a quien retrató en uno de sus primeros bajorrelieves. Este también era un autor favorito de Atalaya, seudónimo del director de la revista Bohemia -de la que se editaron 18 números entre inicios de 1913 y 1914- y que Atalaya editaba con Caggiano y Thibon de Libian, según consigna en su tesis de doctorado la investigadora en Historia del Arte, Sabina Florio. Hasta 1921, según Isidoro Slullitel, estos amigos se reunían en el Café Social. "El espacio constituía el lugar de encuentro de intelectuales, socialistas, anarquistas, poetas, periodistas y pintores", escribe Florio en su trabajo citado. "Allí confluyeron Blotta, Caggiano, Cochet, Marín Torrejón, Melfi, Ouvrard y Minturn Zerva. De una zona de ese grupo, conformada por Marín Torrejón, Ouvrard y algunos de los que asistían a las clases del Ateneo, surgió la legendaria revista manuscrita Pagana. Siguiendo el testimonio de Ouvrard, las conversaciones mantenidas en el Social estaban relacionadas con "las últimas pinturas que habíamos visto" ya que "en ciertas casas de comercio de la calle Córdoba acostumbraban a exponer cuadros de la gente de Rosario o de algunos pintores de Buenos Aires como Walter de Navazio, López Naguil o Thibón de Libian". Así, en el bar comentaban las pinturas y también "alguna noticia de los diarios que traían crónicas de arte especialmente de la página literaria de La Protesta que Atalaya seleccionaba con un criterio muy riguroso". Muchos de los asistentes al Social simpatizaban con el pensamiento libertario y de esos encuentros también surgían actividades vinculadas con la vida política. En ese sentido, Ouvrard recuerda que los 1º de mayo se citaban frente al Café Social para ir a escuchar a los oradores, también realizaban pancartas y banderas en el Centro de la Unión Ferroviaria. A pintar los carteles iban Marín Torrejón, Ouvrard y Pablo Pierre. Ouvrard recuerda haber visto a Caggiano junto a Blotta escribiendo en la calle con cal antes que viniera la manifestación. Los testimonios de Blotta arrojan luz sobre la existencia en Rosario de "un entramado por razones afectivas e ideológicas entre pintores tales como Musto, Bertolé y Cochet" y demuestran el interés de un conjunto de creadores de la ciudad por construir a pulmón un espacio plástico propio y diferenciado. [?] Valores como la honestidad, la ética, la sencillez, el talento, el oficio y la sinceridad, propios del anarquismo y del círculo de artistas próximos a Malharro, se corroboran en las prácticas y en los escritos de Blotta, de Cochet y de Musto. Fundamentos que operaron como guía por sobre los principios de originalidad y ruptura sustentados por las vanguardias. Creemos que con ese conjunto de experiencias vividas y con esa subjetividad forjada, Schiavoni, Musto y Cochet emprendieron su viaje a Europa".
Blotta se quedó en América. La beca prometida por el presidente Roque Sáenz Peña, quien se había fascinado ante su bajorrelieve de Tolstoi de 1913 expuesto en la Biblioteca Argentina, se perdió tras la muerte de Sáenz Peña en un laberinto burocrático que el artista no pudo desentrañar. Pero sin embargo, Blotta fue un viajero incansable, que estuvo en Buenos Aires, en Montevideo y en Villeta (Paraguay). Se sabe que en esta última localidad vivía el pintor paraguayo Modesto Delgado Rodas, quien pintó un retrato del rosarino allá por 1910. Es posible que hayan coincidido en la Buenos Aires del Centenario o en Montevideo, donde estudió Delgado Rodas, quien por su parte es un gran pionero del modernismo latinoamericano y el eslabón perdido con el expresionismo. Porque aquellos modernos de antes (y esta es la idea estética central de la tesis de Florio) cultivaron un modernismo singular, ecléctico y distinto del de Europa.
Una nota del diario La Nación de 1922 consigna otra de las hazañas vikingas de Blotta: "Tiene Rosario un monumento que es de Blotta por entero, incluso la mano de obra y el material, como que personalmente acarreó los bloques de mármol y piedra y los llevó luego a la rastra por la ciudad". Se refiere el cronista al monumento a Beethoven que le encargó la Asociación El Círculo en 1917, al cual alude la poeta Alfonsina Storni cuando escribe: "No en vano allá en tu parque/ alguna mano joven/ ha puesto como un faro/ la frente de Beethoven". El parque es el Independencia y el Beethoven sigue ahí. Fue llevado a pulso por el escultor desde su taller que entonces quedaba en España y Pellegrini. Luego realizó en la actual Plaza Alberdi el monumento a Alberdi, de siete metros de alto y con una figura alegórica de estilo simbolista. Fue inaugurado en 1918 en ausencia del autor, quien se encontraba en Paraguay. Un recorte hallado por Montini de una revista porteña de la época informa que estaba "ciego y enfermo". Lo primero se debía a un accidente sufrido al realizar el Alberdi; salvó un ojo con una intervención quirúrgica en Buenos Aires por Raymundo Gleyze. Lo segundo resta por investigarse, aunque su nuera preservó un libro de medicina naturista. En Paraguay, en la capilla franciscana de la localidad de Emboscada, Blotta se casó con Carmen Prieto Ruiz, emparentada a través de su madre, Eliboria Ruiz Aquino, con un prócer de la Guerra de la Triple Alianza: Elisardo López Aquino, "el tigre de la vanguardia". Vivieron en Luque y se volvieron en el vapor naranjero porque a Blotta le habían saqueado el estudio. Una de las calles que rodean la Plaza Alberdi, el antiguo Pasaje Mercado, lleva desde fines de los años 70 el nombre de Blotta. Un cuadro de Malharro, uno de los robados en el saqueo, fue recuperado años después por el escultor.
La gloria local de Blotta fue breve. El artista que realizó, entre 700 obras consignadas en Wikipedia por su nieto Luis Blotta, el monumento a Alem en el parque de dicho nombre en colaboración con su colega Gianninazzi, ganó un premio adquisición en el Salón de Otoño de 1922 por una escultura modernista titulada Ansia de luz, inspirada en sus meses de ceguera. Pero la obra le fue devuelta al año siguiente, a raíz de una polémica suscitada por su envío de 1923. Consta en las actas del Museo Castagnino cómo fue que este cruel incidente lo marginó de los salones. Aunque no le impidió ser el primer historiador del arte rosarino en una nota del 4 de octubre de 1925 en La Nación, en el marco de una conmemoración del supuesto bicentenario de Rosario.
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