CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. INAUGURó EN EL MUSEO CASTAGNINO LA EXPOSICIóN ECOSISTEMA OROñO
El eje unificador de la muestra parece ser una mirada sobre los diversos modos en que el arte recicla los residuos industriales, tanto reales como simbólicos,
una idea muy en línea con el concepto de ecosistema que la rige.
› Por Beatriz Vignoli
"Lo que nos interesa al equipo curatorial Castagnino+macro es pensar qué sería algo como una ecología del arte", escribe, anticipando su programa 2011, el subdirector artístico de dicha institución, Roberto Echen, desde la página web macromuseo.com.ar. A continuación, pide proyectos que multipliquen la pregunta y propone en nombre del Museo una comisión integrada por el equipo curatorial Castagnino+macro y miembros externos, que seleccionará un mínimo de seis y un máximo de doce de esos proyectos para ser expuestos en el Macro durante 2011.
El Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro), según el discurso de la institución, alimenta desde el presente al Castagnino a través del Boulevard, y una muestra del resultado es la exposición anual de la colección institucional, Ecosistema Oroño, que puede visitarse en la planta baja del Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino (Boulevard Oroño y Pellegrini).
Entre contemporaneidad e historia, según Echen, curador de la muestra, se sitúa este diálogo entre piezas de un "campo" abarcador. Desde el Museo se invitó a alumnos de la cátedra Proyecto II de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario, con la coordinación de una de ellos, Adriana Corro, a pensar el guión y diseño expositivo del tercer núcleo de la exposición, centrado en el concepto de la línea de horizonte.
El primero contiene obras de arte europeo provenientes de la donación de la familia Astengo y la primera donación Castagnino. El conjunto correspondiente a la donación Astengo está curado por María de la Paz López Carvajal. El ala izquierda de la muestra se configura con una propuesta de Nancy Rojas de vincular artistas contemporáneos con históricos de la colección mediante la invitación a los primeros a elegir a uno del segundo grupo con quien formar dúo.
A ambos lados de la sala "Juan B." continúa sin modificaciones de la exposición anterior Sobre gustos, que forma parte del primer núcleo. Se ubican, a la izquierda, una propuesta contemporánea de Leandro Comba, y a la derecha una pieza paradigmática de la colección de arte argentino contemporáneo, "Jaula con aves" de León Ferrari.
Se destacan en el primer núcleo valiosas obras de maestros modernos europeos como Camille Pisarro y Joaquín Sorolla. Una armonía impresionista: la proximidad entre Pisarro y tres pinturas de la serie La vida de un día, de Fernando Fader.
Los dúos dejan leer rasgos comunes a veces impensados, por ejemplo el claroscuro de sombras profundas con que se maneja la luz en el barroco emparienta una obra de este período, de José de Ribera, con una fotografía de Roxana Ramos. Por su parte, las geometrías minimalistas planas de Andrés Sobrino se acompañan de un precursor: Raúl Lozza, representante del Arte Concreto.
Una sugerente torre entre surrealista y geométrica de Roberto Aizenberg multiplica las versiones posibles de la geometría. En una sala dedicada a la figura femenina, "Cosquillas", de Javier Carricajo, encuentra un eco en "La Chola", de Alfredo Guido, que si bien es la pieza histórica elegida por el contemporáneo Ramón Teves, funciona mucho mejor como par que el grabado de Goya que se expone allí.
Claudia del Río eligió "asociarse" con Antonio Berni, a través de un xilocollage de la serie de Juanito Laguna que forma parte del envío a la XXXI Bienal de Venecia, con el que obtuvo el Primer Premio de Grabado y Dibujo en 1962. "Coca Cola es un ejército", se lee en letras rojas sobre fondo blanco en la obra de Del Río, un cartel que comparte sala además con "La recolecta", el carrito de cartonero de Liliana Maresca.
Y así sucesivamente. El eje unificador parece ser una mirada sobre los diversos modos en que el arte recicla los residuos industriales, tanto reales como simbólicos, una idea muy en línea con el concepto de ecosistema que rige la muestra.
El problema, una vez más, es que la misma requiere de un espectador versado en la historia del arte y que sea capaz de decodificar los textos entre líneas que subyacen al montaje visual.
Por empezar, hay que saber qué autor es contemporáneo y cuál es histórico. La atención del espectador termina por volverse flotante, como si se estuviera en lo contrario de una muestra con un guión curatorial didáctico: el espacio heterogéneo de la vitrina o trastienda. La mirada termina por seleccionar favoritos, como un par de Malharros o un Serón con los que da gusto reencontrarse. De entre los más jóvenes, saltan a la vista las fotos oscuras e inquietantes del sanjuanino Arturo Aguiar o los desnudos de Yamandú Rodríguez, quien provoca subvirtiendo los códigos de un género menor.
En el hall central se exhiben los premios del Salón: Norberto Gómez (1999), Raquel Forner (1979), Luis Felipe Noé (1998), Juan del Prete (1976), Leopoldo Presas (1984), Manuel Espinosa (1969), Marcelo Bonevardi (1987), Alfredo Hlito (1976), Alejandro Puente (1997), Ary Brizzi (1980), Guillermo Roux (1984) y Juan Grela (1982).
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