Domingo, 27 de marzo de 2011 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › JUAN PABLO GERETTO SE LUCE CON SU ESPECTáCULO "YO AMO A MI MAESTRA NORMAL".
Al humor que despliega este gran actor en su unipersonal a través del personaje de esa inefable maestra, en esta oportunidad se agregan pasajes sombríos que sorprenden al público. El texto invita a pensar y hay una apuesta a la teatralidad.
Por Julio Cejas
Esta noche a las 21 en la Sala Lavardén (Mendoza y Sarmiento) se podrá ver la última función de "Yo amo a mi maestra normal", uno de los trabajos más sólidos a nivel teatral de Juan Pablo Geretto, dirigido en colaboración con Ana Sans y que llegó precedido de una exitosa temporada en Mar del Plata. Hay en este último trabajo de Geretto, un reciclado de su propia creación anterior: Esa emblemática maestra que tuvo su bautismo de fuego para el gran público en Showmatch, a pesar de haber nacido potencialmente en esta ciudad a lo largo de tantas representaciones en bares y restaurantes, siempre en marco del café concert. De alguna manera el tema de la educación fue un caballito de batalla de esta maestra mediática que ya en las exitosas temporadas del teatro Broadway iniciaba el espectáculo con la inauguración del techo del patio de la escuela.
En "Yo amo a mi maestra normal", este episodio se repite y es el leit motiv de una propuesta que se inicia con un notable despliegue audiovisual donde se intenta dar cuenta de los orígenes de la educación a partir de aquellos que vinieron a colonizar estas tierras, hasta llegar al pensamiento moderno donde se pensaba el nacimiento del maestro como "semilla de sabiduría" y el niño "campo fértil de su legado".
Las imágenes y las palabras de Alberdi, Sarmiento y una feminista Juana Manso que es la primera que concibe a la enseñanza por parte de la mujer como un trabajo digno y que debe ser remunerado, marcan un prólogo que anticipa el perfil de este trabajo que tomará el humor como una herramienta que va más allá del siempre esperado divertimento.
Desde el guión y la concepción de puesta, hay un enfoque jugado a intervenir los ya conocidos monólogos del talentoso Juan Pablo que cada vez domina el espacio escénico con mayor soltura, logrando un giro dramático a partir de auténticas confesiones de estas docentes quebradas y con una intimidad que nadie conoce. Y allí se pone en evidencia el inteligente mecanismo de ocultación que a partir de la construcción de su personaje, este inquieto observador de la realidad pone en el cuerpo de estas maestras públicas que han influido tanto en la historia de la educación argentina.
Hay un discurso basado en ciertas seguridades y certezas que es la máscara con la que estas docentes, se protegen frente la inseguridad y la incertidumbre a las que están siempre expuestas tanto por el mismo sistema burocrático de trabajo como por el avance de las tecnologías y el alejamiento cada vez más profundo con el alumnado.
Hasta que un día estas atribuladas criaturas con "corazón de tiza y pizarrón" estallan y proponen un final fundamentalista que es recibido con una ovación por parte del espectador.
Ese aplauso es la aprobación frente a la concreción por parte del personaje, del deseo oculto e inconfesable de la platea, la maestra entonces contesta: "llamame facha ahora, yo no aplaudí", otro inteligente recurso dramático que deja al desnudo el grado de violencia que subyace ante la imposibilidad de destrabar el nudo gordiano de la burocracia educativa.
Ahora este personaje mediático que nos hace reir por la tele y en las grandes salas comerciales, ha afinado su herramienta, sigue siendo desopilante y reitera algunos gags que su público necesita volver a escuchar, pero su personaje ha crecido en profundidad psicológica e ideológica.
La puesta en base a paneles que se deslizan y una puesta lumínica que abandona el clima del show a toda luz para entrar en el terreno de lo íntimo y lo siniestro, complementan este descenso a lo más soterrado de un ser que se abre a otra problemática.
En medio de las risas y el clima festivo, la voz de la "seño" se va desdibujando y se transforma en el eco de las voces que transformaron el saber en represión y entonces el "formar filas", "el pararse cuando entra un adulto", "ajustar el nudo de las corbatas y alargar las polleras", estallan y se mezclan con sonidos que semejan un desfile militar.
Igualmente aparecen las docentes con carpeta psiquiátrica y esa angustiada maestra de Labores que se suicidó envuelta en papel glacé porque su materia cambiaba de nombre, a pesar de que nunca llegó a enterarse que el contenido seguiría siendo el mismo.
El público se sorprende, en determinados pasajes sombríos, la risa sigue hasta que se va apagando porque el juego ya no es el mismo, ahora el texto invita a pensar y el silencio se apodera de la sala, allí está uno de los logros en la concepción de una propuesta que se arriesga a transitar por carriles que apuestan a la teatralidad a partir de una figura tan mediática.
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