CULTURA / ESPECTáCULOS › SE PRESENTó "ANUARIO10, REGISTRO DE ACCIONES ARTíSTICAS 2010"
El mundo del arte es representado con una pluralidad de puntos de vista mucho más fidedigna que si sólo narrara una voz. 51 colaboradores y 170 páginas ilustradas a color albergan la huella viva de un año en la vida artística de la ciudad.
› Por Beatriz Vignoli
Hay revistas que son libros y hay libros que son mundos. De esos es Anuario10, Registro de acciones artísticas 2010. Se lo presentó el jueves pasado en Darkhaus Galería de Diseño y se lo puede conseguir en Buchín, Oliva, el Castagnino+macro o Iván Rosado por menos de lo que gasta un ama de casa en 15 minutos de supermercado. Entre sus tapas, de un verde resplandeciente, tres editores, 51 colaboradores (entre escritores, artistas y fotógrafos) y 170 páginas ilustradas a color albergan la huella viva de un año en la vida artística de la ciudad.
Rosario necesitaba una publicación así. Cada artículo puede ser la semilla de un debate fructífero. Separados por portadas a doble página, con un bello diseño de Georgina Ricci, los meses y los textos se suceden unos a otros con la cadencia y variedad de un concierto donde a cada canción la tocara un grupo distinto. El riesgo de un festival tan diverso es enorme, pero la manager Lila Siegrist contrató bandas que suenan todas bien. En esta polifonía hay bienvenidas disonancias y el mundo del arte es representado así con una pluralidad de puntos de vista mucho más fidedigna que si sólo narrara una voz.
Abre el recital con acordes poderosos la de Irina Garbatzky, cuyo resumen de enero y febrero deja resonando una pregunta. "Cabría la pregunta acerca de qué lugar tuvo la producción de artistas emergentes durante el verano, en tanto no se encuentran comentarios al respecto en las notas periodísticas... es claro que las actividades artísticas que circulan por fuera de las instituciones poseen registros y difusión diversos al de la prensa". Le hace eco, en julio, la investigadora y gestora Nancy Rojas, cuyo detallado panorama de la escena abarca lo oficial y lo alternativo. Esta Rojas sí sabe a dónde va la noche, y se entera por Facebook: "En la trasnoche también se suman otras opciones... las fiestas de Planeta X, las sesiones electro pop del Café de la Flor y la '808 Indie Pop' en La Macarena".
Algunos críticos y cronistas del Anuario buscan el arte de Rosario en los museos y en las obras, pero otros amplían su encuadre y salen a buscarlo en los espacios, los circuitos de la noche y el verano; también en el barrio toba, la biblioteca popular Alfonsina Storni y la gente. La gente es arte, como en la obra de Ana Gallardo para la 29 Bienal de San Pablo, "Un lugar para vivir cuando seamos viejos" (2010), reseñada con conocimiento y empatía por Lucrecia Palacios. Hay arte hasta en los rostros y en los retratos de la gente, como en la pregnante foto que Luis Vignoli hace en diciembre de Topacio Fresh con su cara "intervenida" por un cirujano, posando junto al retrato de Juan Carlos Castagnino en el Museo de ese nombre. El tapado de Topacio continúa el traje del retrato pintado por Alfredo Guido en 1918. Su mano de hombre surge en lugar de la del coleccionista. Dos elegancias muy diversas confluyen y cada una simboliza una época (y una clase) de la pasión por el arte en la ciudad. La foto es un manifiesto visual, como diría Sabina Florio. La clave para leerla está en otra página, donde un texto, que escribe Marc Caellas desde España para el dossier Acuerdos bilaterales, presenta a Topacio como performer y exitosa galerista rosarina de arte contemporáneo en la conservadora Madrid.
Entre lo que se le escapa a la mirada puesta mayormente sobre el centro están las obras maestras ocultas. Pablo Montini, editor del Anuario junto a Siegrist y Ricci, curó en 2010 con María de la Paz Carvajal la muestra Entre Centenarios, entre cuyas actividades se incluía la visita al mural de Alfredo Guido en la mansión Fracassi (San Luis y Corrientes), diseñada en los años 20 por su hermano Angel. Al reseñarlo, la prestigiosa crítica de arte Ana Martínez Quijano, colaboradora del diario Ambito Financiero y autora de un libro sobre el mural de Siqueiros en Argentina en 1933, tiene la grandeza ética no sólo de citar fuente y autora de una reseña previa en Rosario/12, sino de revisar ante este hallazgo sus propias hipótesis sobre muralismo.
Lo que escapa a la mirada es el tema de las fotos de Paulina Scheitlin, con quien Pablo Makovsky dialoga en octubre a lo largo de un recorrido de ocho cuadras que empieza en una cita de Virginia Woolf: "Todo aquello, tranquilo y razonable como era, hecho, como estaba, de unas cosas ordinarias, era ahora verdad, era la verdad de la belleza". "La belleza estaba en todas partes", apunta Makovsky, corrigiendo la traducción desde el original de La señora Dalloway.
No sólo hacen arte los artistas sino las internas de la Unidad de Recuperación de Mujeres Nº 5. Desde allí enviaron Evangelina Sánchez y Yésica Ruiz sus fotos del Taller de fotografía estenopeica al concurso Mujeres Reb/veladas. Ganaron. El 8 de marzo recibieron un premio. Alicia Simeoni publicó en Rosario/12 una nota, "Esta vez les tocó ganar", que pudo ser reproducida con las debidas autorizaciones en el Anuario. Lila Siegrist defendió su inclusión con entusiasmo. Esto da idea de la amplitud de sus criterios, no sólo temáticos sino estilísticos. Un alto lirismo emociona desde la nota de Cecilia Lenardón "Aislarse con otros", donde se reseñan obra y vida de una enamorada pareja de dibujantes de ambos lados del Atlántico: "Agustín González naufragó por Pauline... Fondevila con F, ése fue el ancla desde donde Agustín González encalló para extraviarse". Ellos realizan en colaboración sus obras, además de su proyecto como galeristas y coordinadores de residencias del espacio Oficina 26 del Pasaje Pam.
Los artistas contemporáneos interrogan los modos en que vivimos y sus signos; Anuario ausculta, lúcido, esas conexiones, dando cuenta de la cultura en un sentido amplio a través del arte y sus espacios. Quebrando una convención del género crítica, en muchas de sus páginas el Anuario habla en primera persona. En algunas de ellas, por momentos, esto es puro New Journalism vacío. Sí vale la pena esta crítica gonzo del arte cuando además del crítico dan testimonio los protagonistas, o cuando el cronista es un testigo que se deja conmover por lo que ve, lee y escucha. Se arriesga a perder credibilidad el autor implicado en la realización de lo que cuenta, como Xil Buffone al reseñar la excelente muestra de Juan Pablo Renzi en CCPE y OSDE, de la que fue co-curadora en marzo con María Teresa Constantin.
Pero poner en el texto la propia biografía es una apuesta fuerte cuando lo que está en juego es el propio inconsciente como dispositivo de lectura, tanto de la obra como de la realidad de su contexto. Es lo que hace Franco Ingrassia al visitar en diciembre el Museo de la Memoria recién inaugurado en el ex Rock & Fellers. Razón social a la que asocia con Rockefeller, "una palabra que jugaba con una homofonía horrible pero en la que cierta dimensión de la verdad retornaba: el nombre propio de un millonario norteamericano que apoyó los terrorismos de Estado latinoamericanos. Ese bar me resulta casi inconcebible". Cierran Norberto Moretti con un inventario completísimo del último mes, y Gilda Di Crista con libros y un panorama editorial.
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