CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. NUEVA ANTOLOGíA DE LA EDITORIAL FUNDACIóN ROSS.
Compiladas por Gloria Lenardón y Marta Ortiz, las narraciones
incluidas en el libro van desde lo autobiográfico al policial,
pasando por la parodia a géneros como la ciencia ficción.
› Por Beatriz Vignoli
Recorrer, parafraseando a Jules Verne, El río en catorce cuentos es lo que se propusieron las compiladoras Gloria Lenardón y Marta Ortiz en la antología de ese título que, con elegantes tapas en blancos de color e impresa por un acuático capricho en tinta azul, publicó hace poco en Rosario la Editorial Fundación Ross. Los catorce narradores elegidos, ordenados en el libro por orden alfabético, son: Beatriz Actis, Fernando Callero, Sonia Catela, Horacio Convertini, Delia Crochet, Angélica Gorodischer, Alicia Kozameh, Alberto Lagunas, Carlos Roberto Morán, Marta Ortiz, María Rosa Pfeiffer, Jorge Riestra, Pablo "Crash" Solomonoff y esta cronista. Como aquel proyecto de un Libro del agua que se le escurrió a Leonardo Da Vinci entre las manos, la idea de una antología de cuentos sobre el río rodó por varios meandros y pasó por varias manos y cajones pero, timón firme, logró no naufragar en los remolinos. Y hasta se dio el lujo de ser presentado este año en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Santafesinos y (como su topónimo lo indica) entrerrianos viven junto a más de un río; suponiendo un realismo, es paisaje fluvial lo que se espera encontrar en la obra de quienes escriben, como diría Saer, en la zona. Regional o universal, cada escritor de novelas y de cuentos tiene su universo propio y en ese universo puede haber, o no, un río. En algunos suena a lo lejos o es apenas un decorado de fondo; en otros es constitutivo. Por poeta y por fallecido queda excluido de la antología el escritor fluvial por excelencia, aquel cuya poesía es un único río caudaloso; pero Juan L. Ortiz está doblemente presente en esta antología, que abre y cierra, aludido con apodos.
Nacida en 1961 en Sunchales, radicada primero en Santa Fe y luego en Rosario, Beatriz Actis pertenece (junto con el misterioso "crítico perspicaz" al que alude el monólogo interior en tercera persona en "Scrabel") a la segunda generación de académicos que reivindicaron la figura de Juanele. El río atraviesa de lleno el mundo que ella describe en el libro de donde fue extraído este cuento. El río, en Actis, es un límite que dibuja otros límites: entre clases, o entre la sociedad y sus marginados a los que la sociedad misma hipócritamente idealiza. Desde un afecto que salta todas esas fronteras, Actis narra con pudor y mesura un drama provinciano de exclusión: nadie sabe si el gran poeta está vivo o muerto y a nadie le importa.
Fernando Callero (Concordia, 1971; vive en Santo Tomé) publicó en Rosario/12 un cuento mucho más acuoso que el relato iniciático y de aventura incluido en este volumen. En "Marcela" (que no es aquí el nombre de una mujer sino el de un yuyo con propiedades asombrosas) la otra aventura es el lenguaje, que salta en el tiempo hacia palabras olvidadas de la infancia. O se detiene con suave humor en el asombro ante la coincidencia entre un acto y el verbo que lo designa para desembocar en una nostalgia por la inocencia perdida que no tiene nada que envidiar a los alegóricos botes entrechocándose en el final de El Gran Gatsby: "Hablo de una época en que todavía esperábamos las bandadas de mariposas para cazar algunas a pleno vuelo en otoño y uno estaba de antemano eximido para el horror, imbuido de un espíritu ingenuo que te llevaba a ser amigo del mundo, cualquiera sea la forma en que éste se presentara".
Si los personajes de Callero son marginales empujados hacia esos bordes peligrosos por su condición de adolescentes ociosos aún sin clase definida, los que retrata Jorge Riestra en "La historia de la crisis" son hombres maduros que miran con lucidez al mundo desde adentro del cafetín que los aúna. Lo único líquido en el cuento de Riestra es el té, al que ellos denominan irónicamente "la infusión", y ese resabio perdido de la infancia que es el café con leche vuelto en lujo inaccesible. El relato rescata con fino oído una polifonía de voces que se van enhebrando en su ritmo ágil. Los que están afuera se titula el libro donde se publicó originalmente "El pus del diablo", el cuento donde Horacio Convertini (Buenos Aires, 1961) imagina seco al Riachuelo, desde el punto de vista de unos adolescentes condenados a la marginalidad. Pobres estructurales y sin escapatoria son los que habitan los márgenes en todo sentido en "El más vivo de todos", el contundente cuento de Carlos Roberto Morán, quien los pinta con pincelada densa y gruesa, a golpes de prosa desmadrada y lenguaje violentado. Y al colmo de lo ajeno lo representan los extraterrestres seducidos por el licor de los monjes de la abadía de Victoria en la ciencia ficción paródica del rosarino Pablo "Crash" Solomonoff.
En "Camino al sur", desde el punto de vista de una protagonista mujer y en una prosa lírica donde merodean elementos de la ciencia ficción, Angélica Gorodischer remeda las precisiones botánicas y zoológicas del regionalismo con neologismos verosímiles: platalegos, caraduas y otmelitos. Gorodischer combina con virtuosismo parodias de géneros, incluida la poesía. El recurso romántico de personificación o falacia patética es vuelto literal, de modo que el río es en efecto un personaje, con voluntad e intenciones. Desde el misterio de un barco anclado, Marta Ortiz, en "Muñecas", denuncia la "chapa prostibularia" de Rosario desde el punto de vista de un narrador masculino que finge una ingenuidad imposible. El misterio de un barco en tierra es el tema en la saga familiar de Sonia Catela; y dos crímenes misteriosos puntúan un impecable y oscurísimo relato en clave de novela negra con pinceladas psicológicas por Delia Crochet.
Varios relatos son abiertamente autobiográficos. Alberto Lagunas (San Nicolás, 1940) compone una pieza casi musical en "Capricho sobre la partida del hermano más querido". El río de la niñez, el Cululú, protagoniza la breve memoir de María Rosa Pfeiffer, narradora y dramaturga oriunda de Humboldt. De la novela Pasos bajo el agua surge el esfuerzo por reconstruir lo inenarrable: "el traslado del sótano de Rosario a Villa Devoto" en "Carta a Aubevillers", de Alicia Kozameh.
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