Mar 12.07.2011
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. TRANSFORMACIONES EN LA SALA TRILLAS DEL TEATRO EL CíRCULO

La pintura infinita de Perassi

El creador rosarino es de los artistas plásticos que todavía juegan con las líneas y los colores entre el rigor compositivo y la digresión genial, al modo en que lo haría un músico excelso con los sonidos y los silencios.

› Por Beatriz Vignoli

Las trece pinturas sobre soportes irregulares que Rodolfo Perassi expone hasta fin de mes en la sala Trillas del teatro El Círculo (Laprida 1235) parecen estar creándose a medida que son contempladas, como si lo visto fuese apenas la coagulación instantánea de un flujo creativo incesante. Reunidas bajo el título común de Transformaciones, seleccionadas por la prestigiosa curadora y crítica Rosa María Ravera, las obras, que fueron pintadas sobre parches de lienzo encolados a estructuras previamente construidas con un trabajo de carpintería, se dividen entre once elegantes abstracciones y dos gigantescos collages que parecen devorar sistemas solares completos de citas literales.

Junto a las depuradas invenciones geométricas se lucen por su poética voraz y promiscua los collages pictóricos, cuya estructura no incorpora cualquier cosa, sino aquello que posee por su propia lógica formal la capacidad de tender al infinito.

Tramas y retículas, desde los grabados de Mauro Machado generados matemáticamente hasta el proliferante biomorfismo lírico de Adolfo Nigro, pasando por motivos decorativos textiles y hasta catálogos de colores, suman sus ritmos al arte plástica de Perassi. Desde el blanco (2010 a 2011) y la complejísima Esquizo (2000 a 2010) aluden, ya desde el título de una de ellas, a la idea de la obra posmodernista como un dispositivo de captura proteico y lábil, abierto y mutante, mercurial e insaciable: un bricolage salvaje que absorbe, fagocita y refracta toda una personalidad múltiple de intertextos a la velocidad de un sueño surrealista. Esquirlas estalladas de pinturas de Adolfo Nigro, o de obras gráficas de Mauro Machado, Norberto Puzzolo, Graciela Sacco, Pedro Sinópoli y Liliana Gastón (por nombrar sólo los más reconocibles) integran una cornucopia de referencias locales que fue adquirida de un modo particular: pidiendo prestados literalmente el artista a sus amigos y colegas estos fragmentos luego canibalizados.

Perassi, como escribe Rosa María Ravera en el catálogo, "con segura convicción se atiene a los principios de su operar estético donde la pasión es la línea. Curva u ondulante, recta o quebrada. Elementos plásticos básicos". Asimismo, sostiene Ravera que "el operar de Rodolfo Perassi responde a un constante dualismo en el que impera el orden y a la vez la improvisación e innovación".

Más adelante la curadora señala que el artista "ha eliminado el concepto de pintura renacentista como cuadro ventana para proceder a un concepto diferente, al que no le falta sino más bien le sobra coherencia. En sus pinturas ha aislado la mancha, la convirtió en islote, la separa de la unidad anterior para reinscribirla a su antojo, con la intervención (quizás esencial) del azar".

El color en Perassi merece un capítulo aparte. Desde la paleta tonal aprendida de su maestro Grela, llega a la "rara sapiencia atonal" que describe Ravera hoy. Bajo una iluminación magnífica y con un diseño de montaje que se ajusta arquitectónicamente a la sala, lo que despliegan estas obras es el placer intelectual y estético de la pura forma. Perassi es de los artistas plásticos que todavía juegan con las líneas y los colores entre el rigor compositivo y la digresión genial, al modo en que lo haría un músico excelso con los sonidos y los silencios (también hay silencios en Perassi: níveos planos blancos, que, como la nieve, están llenos de matices). Este ethos y este eros de la forma siguen la tradición modernista del siglo veinte.

En un texto de catálogo de la muestra individual de Perassi que se montó en el Museo Castagnino en el año 2007, cuenta Nigro que Perassi inspiró a Roberto Fontanarrosa la creación de "Belmondo", un personaje de la mesa de los galanes del bar El Cairo, en un juego entre literatura y realidad que desdibuja sus bordes.

Además de pintor y docente, Perassi es montajista, restaurador y diseñador con una carrera internacional. Sus maestros fueron Julián Usandizaga, Pedro Sinópoli y Juan Grela, con quien además colaboró en un mural, entre 1982 y 1988. Expuso recientemente en España (Art Madrid) y en el Consulado argentino en Nueva York.

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