CULTURA / ESPECTáCULOS › LA FOTONOVELA ONCE@9:53AM DE STAVANS Y BRODSKY, EN EL MUSEO DE LA MEMORIA.
Un escritor mexicano y un fotógrafo argentino se unieron para este proyecto que utiliza un género bastardeado como la fotonovela, para reinterpretar desde el arte el atentado de 1994 a la sede la Amia en Buenos Aires.
› Por Beatriz Vignoli
Lunes 18 de julio de 1994: hasta las 9:53 de la mañana, fue un día común. Un día común, en la superficie. Después, el horror; todavía, la impunidad. ¿Cómo contarlo? ¿Cómo narrar el atentado a la AMIA/IWO de Buenos Aires? Ilan Stavans (guionista mexicano) y Marcelo Brodsky (fotógrafo argentino), autores de la fotonovela Once@9:53AM (La Marca Editora, Buenos Aires, 2011; editor Guido Indij) y el diseñador Ari Jelik, encontraron la fórmula en una fusión de géneros populares gráficos de relato en imágenes nuevamente en boga: fotonovela y comic. Luego de ser exhibida en distintas versiones en Nueva York (EE UU) y en el barrio mismo al que se refiere, la muestra con parte de las fotos y originales del libro viene del Centro Cultural Rojas al Museo de la Memoria de Rosario (Córdoba 2019, esquina Moreno) donde puede visitarse hasta el 12 de agosto (http://museodelalemoria.com.ar).
Como parte de la muestra en la planta alta del ex bar temático Rock'n'Feller (aunque, se sabe, eso no fue lo peor que le pasó al bello edificio de Ermete de Lorenzi) puede verse un video de 70 minutos de Eduardo Feller: un recorrido por el barrio del Once, entrevistando a vecinos que evocan lo que fue "un ensayo general del 9/11". Con esta frase ironizó sobre el tema de su obra Marcelo Brodsky, siguiendo el concepto del título, el miércoles pasado en la inauguración oficial de la muestra, donde no faltó ninguna de las autoridades municipales. Pocos recuerdan que en aquel invierno de 1994 se editó en Buenos Aires la versión al español por César Aira de la historieta Maus, de Art Spiegelman: un intento genial de narrar en cuadritos el Holocausto. Once@9:53AM es mucho menos pretenciosa, pero es eficaz. Pretende "contar desde otro lugar", dice Brodsky. "Soy Roli Gerchunoff. Edad: 42. Profesión: fotoperiodista. Salario: lo suficiente para no tener que pedir prestado más de una vez al mes", se presenta el protagonista (el actor Diego Starosta) con humor y en tono de monólogo de novela negra al inicio de la trama, puntuada por un implacable cronograma, a partir de las 7:02.
Marcelo Brodsky se formó como fotógrafo en el exilio. Ha recorrido el mundo con su obra Buena Memoria. Es miembro del organismo de Derechos Humanos Buena Memoria y de la Comisión pro Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado. Ha mostrado varias veces su obra en Rosario; tiene un hermano desaparecido por la dictadura militar y en la inauguración de su muestra estuvo presente Ricardo Brodsky, director del Museo de la Memoria de Santiago de Chile, primo de ambos. Ilan Stavans, si bien prácticamente desconocido para los rosarinos, es un distinguido escritor, traductor y lexicógrafo, estudioso de las culturas judía e hispana, quien explora las similitudes entre el idish y el spanglish. Stavans nació en México en 1961 y vive en Estados Unidos desde 1985. Promueve la enseñanza del español como idioma no extranjero en Estados Unidos pero sin embargo se ha granjeado el odio de los españoles por su polémica traducción al spanglish del primer capítulo del Quijote, publicada en Barcelona en 2002; es un miembro activo de la comunidad religiosa judía y vino a Buenos Aires para hacer el papel de rabino en su propia fotonovela, exagerando gestos típicos (señala Brodsky), por ejemplo cuando clama levantando los brazos al cielo.
Otro escritor que actúa en la fotonovela es Marcelo Birmajer, "escritor del Once", dice Brodsky. Birmajer tiene un gesto solidario para con el protagonista cuando éste es golpeado y despojado de su cámara Nikon. ¿Y cómo sigue la historia sin la cámara? Lo que sigue es la onomatopeya BOOM, el susto de la gente y luego queda la mirada de Dios, recortada sobre ese clamor entre trágico y cómico, autoparódico, del guionista vestido de rabino que anuncia el Juicio Final. Se suceden luego dos fotos de archivo público sobre la destrucción; la reflexión del protagonista y las preguntas del autor. "¿Dónde pasó, en el Congreso o en el Once?". Preguntas que son como heridas abiertas. Mientras no sepamos la verdad, dice Brodsky, todo lo que podamos conjeturar será una ficción, incluso las mismas hipótesis de la Justicia; pero "el hueco dejado por las muertes es real".
"¿Cuántos años vivimos hablando de la Traffic blanca?" pregunta el autor de Buena memoria. Y uno piensa en ella como en la mítica y elusiva ballena blanca Moby Dick de la novela de Melville. Por supuesto, aparece en la fotonovela. "Un ícono", apunta un colega de otro medio en la improvisada conferencia de prensa celebrada la noche de la inauguración junto a las imágenes que los artistas rosarinos a cargo del montaje, Graciela Sacco y Darío Ares, distribuyeron en enormes paneles que forman un libro, siguiendo una idea ya recurrente de Brodsky desde su exposición anterior en Rosario (Correspondencias visuales, en el CEC) pero en escala arquitectónica. Los paneles contienen, compuestos según el esquema ortogonal de géneros fotonovela e historieta, una selección de los cuadritos del libro y algunas de las fotos originales, éstas, sin el tratamiento de diseño que en el libro vira al blanco y negro la figura del fotógrafo.
Darío Ares, montajista del Museo de la Memoria, en su propia obra como artista reescribe crónicas de crímenes en clave kitsch. Y el kitsch del Once tiene su propia belleza; la fotonovela es una carta de amor al barrio herido. Quien haya vivido en el Once, al visitar esta muestra se encontrará inmerso en su intensidad y acaso lo añore con nostalgia de tango. Las fotos parecen tener olor: a plétzalej, pastrón, knishes de papa. El fotógrafo se mete en la cocina de la rotisería; el rotisero le vendía comida kosher a su padre. Charlan sobre eso. ¿Será eso ser judío, llevar la memoria puesta como una sombra clara, como una tercera dimensión del tiempo? Los colores de las fotos, siguiendo una convención estética del comic (ya no de la fotonovela, que es más sobria, explica Brodsky) están sobresaturados, intensificados. Y no todo es judío. Se ven chinos budistas, se ven cristianos y árabes. Esa bomba fue un crimen contra el mundo.
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