Toda esta semana podrá aún visitarse, en el espacio de arte de la Biblioteca "Dr. Juan Alvarez" (Pasaje Alvarez 1550) la exposición de esculturas en madera Etimología﷓Madera, de la artista plástica santafesina Graciela Borthwick, que se inauguró el 4 de agosto.

En el texto de catálogo, el curador, Rubén Echagüe, repite algo que le dijo la artista: que en chino existe un "linaje etimológico" que emparienta a "madera" con "la materia de que están hechas todas las cosas". Si non é vero, é ben trovato, dirían a su vez los italianos. Borthwick, que lleva 43 años de producción constante en la escultura, la pintura y la combinación de ambas, explora los materiales buscando en ellos la materia primordial, su más genuina expresividad esencial.

Hoy dice reconocerse en una definición que hemos elaborado en estas páginas.

El crítico de arte Alberto Giudici citó en 2008 en un libro catálogo sobre la obra de Borthwick una reseña de 2007 publicada en Rosario/12 comentando la exposición de arte santafesino curada por Guillermo Fantoni en Osde Rosario. Dijimos entonces, leyendo el trabajo de investigación y selección de obras de Fantoni, que el horizonte común a toda esta "escuela del Litoral" es la obra teórica y plástica del uruguayo Joaquín Torres García, cuyo Universalismo Constructivo es el fundamento de una tendencia que tanto en Rosario como en Santa Fe supo combinar los lenguajes plásticos formalistas del alto modernismo con un contenido regional que no se conformaba con una expresión naturalista. Le aplicamos, a esta tendencia a un modernismo regional que incorpora lo nativo, el nombre de "modernidad períférica", fórmula con la que Beatriz Sarlo definió en primer lugar a la vanguardia del Río de la Plata. Giudici suscribe a nuestro término "escuela del Litoral" e incluye en ella a Florian Paucke y a Leónidas Gambartes, por nombrar a un representante del Grupo Litoral.

Florian Paucke fue un misionero jesuítico del siglo XVIII que dejó un relato en imágenes sobre el paisaje de Cayastá (o Santa Fe la Vieja) y la vida de los indios mocovíes. Constituye, cuenta Giudici, la primera influencia artística que vieron los maravillados ojos de Borthwick, en un viaje escolar a Cayastá. Esto fue a mediados del siglo veinte, cuando la escuela de Nueva York y los concretistas porteños cultivaban unos lenguajes abstractos que excluían categóricamente toda referencia extrapictórica. Mientras tanto, en Rosario, Gambartes se inspiraba en la cultura indígena local para pintar una síntesis de la figura humana; su búsqueda era afín (acaso sin saberlo) a la de la escuela telurista de Chicago de esa época.

Se exacerba la diferencia entre periferias y centros cuando se repara en las investigaciones de las artes precolombinas (sobre todo de la cerámica regional) emprendidas por los artistas santafesinos. En los grupos escultóricos de Graciela Borthwick una geometría libre, orgánica y nada ortogonal se estructura según patrones biomórficos, es decir, que evocan animales o plantas. En algunas obras de la muestra, fragmentos hallados y pulidos se agrupan dentro de una caja octogonal como brasas de un rito ancestral. En un grupo con el que homenajea a su maestra Olga Cossetini (quien le abrió los ojos a los tesoros del pasado en aquel inolvidable viaje a Cayastá y a la obra de Paucke) la madera parece tener bocas y dientes, estar a punto de morder o hablar.

¿Y qué diría la madera, si hablara? Borthwick logra que la madera parezca estar a punto de decir algo. Décadas de trabajo con la forma le permiten ese prodigio: auscultar y seguir la veta de la fibra como una línea de dintorno, que delimita algo indecible e interior. Llega así al corazón de la materia, hasta su inefable presencia primordial.