CULTURA / ESPECTáCULOS › EL SISTEMA DE LA VíCTIMA, DE MóNICA CABRERA
Para muchos, Mónica Cabrera es reconocida como una de las actrices más sólidas de Malparida, donde desarrolló un personaje que la valió una nominación a los Martín Fierro. Sin embargo, desde hace más de una década es también una de las figuras destacadas del teatro porteño, donde sostuvo una labor unipersonal que este año le valió un Konex. Mañana, a las 21.30, Cabrera regresará a Rosario para presentar en la Sala Lavardén El sistema de la víctima, donde vuelve a utilizar al humor como medio para abordar temas sensibles para la sociedad toda.
Luego de años de formar parte de elencos numerosos, de abordar textos clásicos, en 2000 Mónica Cabrera tomó una decisión: "Me quedé sola como una intención de irme al desierto y ver si podía sobrevivir en el escenario, con mi poética, mi temática, desarrollar una identidad en relación a la comicidad". Claro que el camino no fue sencillo para la actriz, que a las complicaciones propias de ese terreno hasta entonces desconocido, debió sumarle aquellas que provenían de los prejuicios ajenos.
"Luché contra la mala prensa, el desprestigio del unipersonal, porque por ahí había actores de televisión olvidados que hacían obras con poca producción, entonces tenía fama de berreta", recordó Cabrera, que sin embargo se sostuvo en su línea y colaboró en la reivindicación del género. "Con el tiempo fue cambiando ese punto de vista, aunque la rascada existe. Porque está La bella y la bestia, pero también la rascada donde se juntan diez y cantan. También podemos hacer una rascada con un diario o un restaurant, pero lo que sucedió es que la gente empezó a elegir, entonces tenía que ser un plato mejor presentado, con más elaboración".
Firme en su determinación de sostener al unipersonal, en El sistema de la víctima la actriz interpreta a seis mujeres afectadas por distintas situaciones desfavorables. En relación al modo creativo que derivó en esa temática, el de ser víctimas, Cabrera explicó que lo suyo tiene que ver con la producción constante. "Escribo mucho, todos los días escribo una o dos horas --apuntó--. Así se va juntando material, porque escribo sin un destino, hasta que reviendo encuentro material y lo empiezo a limpiar. Soy bastante ajena a mi escritura y ahí voy leyendo lo que se juntó y descubriendo que hay cosas que en conjunto tienen sentido. Ahí me dí cuenta que estaba puesta en ese lugar en el que somos víctimas de la realidad. En la obra los hechos, la anécdota, no son cómicos, pero es cómico el tratamiento, entonces puedo hablar de cosas horribles... y la gente se ríe. Tiene que ver con una actitud de ver la vida".
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