CULTURA / ESPECTáCULOS › "EL VUELO DE LA NOCHE", DE MARTA ORTIZ
› Por F.G.C.
"Siempre creí que más que tenerla, mi literatura era una mirada de mujer". Sí, definitivamente hay algo de ying, algo de femenino--frío--oscuro--sur--cerrado en los cuentos de Marta Ortiz. Felicitas, Lucre, Felipa, Glenda, Malicha, Elenita, Lucy coronada de flores, Angela, ángeles, mi hija, naranja, sangre, guillerminas de cuero, aroma a lilas, a glicinas, leche y miel que bañan la lengua. Emily Dickinson, Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik, Angélica Gorodischer. Incluso Marnie Pérez Molière, la artista que desde la tapa del libro observa concentrada al lector. Todo en El vuelo de la noche tiene esa impronta mujeril, ese dejo invisible pero palpable que habla inequívocamente de una dama detrás de las letras.
"¿Influencias? Muchas, porque he leído mucho. Quizá la de Katherine Mansfield es una que sobresale entre las otras, porque la leí de grande, en la misma época en que descubrí cuantas otras mujeres escribían. Y es que en la década del 70, cuando estudié, en los programas de la facultad la única escritora que aparecía era Virginia Woolf. A veces Silvina Ocampo, pero nada más. Así que esas influencias son recientes. Antes están Dostoievsky, Carver, Chéjov, Calvino,... tantos", dice esta licenciada y profesora en Letras egresada de la Universidad de Rosario, ciudad en la que donde nació, creció y todavía vive.
"¿Temas? Casi todos". La ciudad, los hijos, la traición, la esperanza, el amor, la muerte. "Hablo de mis cosas, de lo que me pasa, de mi ciudad", dice Ortiz sobre su primer libro solista, una compilación de cuentos de la década del 90 que en el año 2000 fue galardonado con el Premio "Emilio Díaz Valcárcel" en la Bienal Internacional de Literatura de Puerto Rico, y que mañana, a las 19.30, se presentará en los altos de Librería Ross (Córdoba 1345).
Poblado por criaturas celestiales, salvajes, enamoradas, solas, ("habitantes demasiado humanos", comentará el editor en la contratapa de este ejemplar publicado por la Universidad de Puerto Rico), las tramas transcurren en un paisaje con intenciones de imaginario, finalmente reconocible. "La noche cierra un paño de terciopelo espeso sobre la isla. Mariana se incorpora y apoya las manos en la arena húmeda. Se durmió tomando el último sol de la tarde. El río oscuro y traicionero baña las costas iluminadas de Rosario que enciende las luces como ojos brillantes en el anochecer".
"Las historias me empiezan a perseguir, y no puedo parar hasta que no las escribo --dice la autora--. No me preocupa como terminen. No creo, como decía Poe, que uno deba conocer la primera y la última línea de un cuento. Me gustan los finales abiertos esos que dejan volar la imaginación".
Pero a la hora de las categorías, Ortiz se ajusta rápidamente al cánon. "Creo que tengo una escritura poética y la rescato como tal. Como dice Nélida Piñón, con ella las ambigüedades de la vida se reflejan mejor. Siento que este tipo de escritura obliga al lector a poner de sí, a colaborar con el escritor. Y me gusta esa relación. Hace que no me sienta sola".
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