Martes, 17 de enero de 2012 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › FERNANDO ROSSIA RETORNA A LAS TéCNICAS PICTóRICAS TRADICIONALES, EN EL ESPACIO WIP.
Fernando Rossia nació en 1972 en Rosario, donde vive y trabaja en la industria cultural para diversas editoriales. Sus imágenes desafían la intuición, crean sentidos múltiples y sugieren alegorías variadas, sin cristalizar en ninguna.
Por Beatriz Vignoli
Las cuatro pinturas en gran formato (acrílico y grafito sobre fibrofácil entelado de 2,50 de largo) que, hasta su vernissage de cierre el domingo 29 de enero, Fernando Rossia expone en el Espacio WIP del Café de la Flor (Mendoza 862) marcan el retorno a las técnicas pictóricas tradicionales de este artista rosarino que había reemplazado el pincel por los programas gráficos, el taller por la computadora, y definía a su obra reciente como "pintura virtual". Como un collage dadaísta, sus imágenes juegan con fragmentos inventados o provenientes de diversas fuentes que luego son transformados y crean una novedad única. La técnica es más expresionista y suelta que antes de que Rossia tomara un pincel sólo informático. Para bien, algo de la rapidez y la fluida levedad del gesto en aquellas experiencias parece haber contagiado con una fresca urgencia su firme oficio de pintor.
Fernando Rossia nació en 1972 en Rosario, donde vive, trabaja en la industria cultural para diversas editoriales y estudia Licenciatura en Bellas Artes en la UNR. Es coautor con el guionista Luciano Saracino de serie animadas y libros para chicos. Entre otras exposiciones de pintura, participó en RGB, RossiaGodoyBalaguer (2009, Biblioteca Argentina), Me Importas Tú (2007, CCPE/AECI) y PicFic. Siete pintores rosarinos contemporáneos (2011, OSDE Rosario). Expuso en Los Angeles, San Francisco, New Jersey, Phoenix, Iowa (Estados Unidos), Madrid, Barcelona, Toledo, Navarra (España) y París (Francia).
Profesional de la ilustración de libros infantiles y de la animación, Rossia crea mundos de ficción a través de sus inquietantes imágenes, escenas de una película que solamente existe cuando empieza a dispararse la imaginación del espectador. Una personalísima combinación de humor oscuro, tono ominoso y espíritu lúdico signa los encuentros entre las figuras de sus cuadros, habitantes del mismo universo constituido por su prolífica obra, donde se dan cita animales reales o fabulosos, monstruos amables y personajes humanos mutantes que no podrían existir en esta realidad pero son verosímiles. Algunos son reconocibles de otras piezas del corpus, como los mandriles y las garzas, parientes de los que mostró en OSDE el año pasado.
Lo que vuelve inagotable la contemplación es la intriga y el misterio de estas situaciones. Algo no termina de cerrarse y tampoco se explica, por ejemplo: ¿qué hace esa multitud de hombres en camiseta mirando al frente, con bolsas de papel en lugar de cabezas? Cuando se los observa atentamente, se descubre que son monstruos acéfalos, con las bolsas apoyadas sobre el lugar donde estaría el cuello; y sin embargo, por la distribución, parecen un coro dispuesto a cantar. Sobre cada bolsa hay dibujada una sonrisa. Hay un contraste amenazante entre el vigor de los toscos cuerpos y la mansedumbre de su actitud. "Y la verdad llegó como un coro de niños", aclara el título, y más bien oscurece. Esta imagen abierta, hermética y oblicua desafía a la intuición a crear sentidos múltiples y sugiere alegorías variadas, sin cristalizar en ninguna. La experiencia de angustia plasmada es vívida, y a la vez parece hallarse más allá de toda lógica o más acá de la palabra. Ni realista ni surrealista, el arte figurativo de Rossia está más cerca de los enigmáticos cuentos fantásticos de Kafka, la poesía contemporánea, el cine de Tim Burton o el arte de Edward Gorey que de cualquier relato lineal al que se le pueda pedir una simple moraleja.
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