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Lunes, 20 de febrero de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. SE REALIZó LA EDICIóN 2012 DEL ENCUENTRO ARGENTINO DE POETAS.

Siete poetas en un bote varado

Con dos buenas jornadas de lectura en el Teatro El Círculo, una poco celebrada excursión a Las Parejas, algunas deserciones y mucho tiempo libre, la experiencia reunió a autores de distintos puntos del país, y tuvo al río como protagonista.

 Por Beatriz Vignoli

Sábado, seis de la tarde. "Bajate en la próxima parada, caminá hasta el semáforo y doblá a la derecha". La cronista sigue las indicaciones del chofer del Expreso a Granadero Baigorria, quien, por alguna razón, hasta ahora (y durante todo el trayecto desde Rosario) mantuvo bien guardado el secreto de dónde queda la bajada Estrada. Sólo aflojó al apelar a su orgullo ("señora, dígame usted porque el chofer no tiene la menor idea"); las conversaciones por teléfono con el coordinador no arrojaron mucho resultado. "Algunos se vinieron a un hotel en Rosario. Otros ya se fueron. ('Furiosos', apuntará luego uno de los escritores invitados). Quedan algunos en la playita de la bajada Estrada", comenta el poeta Héctor Berenguer, organizador del Encuentro Argentino de Poetas, desde el teléfono fijo de su casa. ¿Pero quiénes? ¿Dónde exactamente? Es un misterio, incluso para él. No parece importarle.

El camino desde el semáforo a la playa es largo. Al cabo de varias cuadras bajo el sol de febrero, la calle efectivamente baja y se vuelve de tierra, flanqueada por barrancas donde sobresalen como manglares las raíces de unos árboles inmensos cuyas copas ocultan el cielo. Desde una gran cabaña de madera en lo alto de la barranca se oyen cánticos en un idioma desconocido, acompañados por címbalos y un armonio. Más abajo, entre los carteles que prohíben bañarse, cazar y entrar con bebidas alcohólicas, el sereno de la playa canturrea desde su banquito: "Una cerveza fría, una cerveza fría", siguiendo el ritmo.

La cronista, ya en pleno periodismo gonzo, cambia las Nike Air por ojotas y se pone a buscar entre los escasos bañistas algún grupo de personas de mediana edad sin niños. Al final de la playa, no lejos del bar de madera donde se expenden bebidas, los encuentra, sentados tomando mate bajo una sombrilla, y se presenta: "Vengo al Encuentro Argentino de Poetas". "¡Y ahora!", medio pregunta medio exclama Hugo Toscadaray, ante lo cual Paula Carman, Daniel González Rebolledo y Marina Kohan estallan en carcajadas. Resulta ser un chiste interno, parte de un folklore constituido en los cuatro días que llevan todos (excepto la recién llegada Carman) sentados sin hacer nada entre el bar playero y el río. Hubo excepciones, claro: se habla muy bien de las dos lecturas en el Teatro El Círculo, donde el miércoles y el jueves sonaron una pluralidad de voces de alta y pareja calidad.

No parecen muy contentos con el paseo del viernes a Las Parejas. Además de la peña del martes en el rancho de Guado García, que queda arriba de la playa, esas fueron todas las actividades. "Somos los seco poetas", bromea Toscadaray jugando con el titular de Rosario/12 del miércoles, donde se los anunciaba como "ecopoetas", rótulo del que reniegan. Al llegar se enteraron de que eso era una reserva ecológica.

¿Qué opinan del encuentro? "Surrealista", disparan los cuatro. Toscaraday se pone serio y reconoce la influencia, en su libro Fuego negro (Turkestán, Buenos Aires, 2011) de la revista Poesía Buenos Aires, con lo que remite a la acepción literaria original del término "surrealista". Carman viene en representación de la revista La Masmédula. ¿Son sólo esos cuatro? No. Hay dos platenses en un hotel, pagado por ellos mismos. Tres poetas más siguen en el Hogar Escuela, "la mansión fantasma" donde duermen o, mejor dicho, intentaron dormir: allí el calor es insoportable y hay una sola ducha. Los dos platenses que huyeron al confort del hotel son ex combatientes de Malvinas.

Desde su propio hogar, el organizador envía versiones contradictorias: manda a algunos a lo de Guado y a otros a un bar sobre la ruta. Por intermedio de un vocero con celular, Guado avisa que no tiene agua corriente en el rancho. Una breve visita lo confirma. Desde otro bar costero, atruenan hits de los '80. Los poetas y la cronista se detienen a contemplar la belleza del barcito y deciden, en improvisada asamblea, organizar una lectura allí. No hay comida ni bebida porque el bar abre en marzo pero el dueño presta el lugar (y un cuchillo para cortar los salamines), así que enseguida se organiza la obtención de vituallas en un par de almacenes con el sistema de "vaquita" y se logra deshacer la tarea de desinteligencia del organizador, quien se aparece en su auto de mal humor y pregunta, tocándose el corazón: "¿Saben ustedes lo que es una bradicardia?".

La mesa resulta un éxito: surge una ronda de lectura, lee un poema cada uno. La antorcha de la poesía gira en un momento casi secreto de compartir belleza. "Como chispas/ parlamentos de autores iluminan/ el rumoroso devenir del teatro", lee con histrionismo González Rebolledo (de su libro Volatinero, edición de autor, Gualeguay, 2001).

La noche termina tarde en un bote varado. Son siete. Martín Raninqueo, que es músico y se lució en la lectura con una esperada edición 2011 de sus Haikus de guerra, improvisa un tambor con un balde encontrado. Toscadaray bate otro balde. "Este río es sagrado", exclama, abarcando en un gesto el agua rítmica del Paraná, las luces del puente a Victoria, la tormenta en ciernes. Candelaria Rojas Paz, alias la Tucumana, baila una zamba que se vuelve casi un candombe a medida que los géneros litoraleños se desvían hacia los del Río de la Plata. A unos pasos, Gustavo Caso Rosendi, autor de Soldados (Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación, 2009), se toma la última cerveza y tal vez recuerde otro bote, otra playa, otras aguas, antes.

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Toscadaray, Rojas Paz, Caso Rosendi, Raninqueo y González Rebolledo, en el bote junto al río
 
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