CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. BLOG, DE CRISTIAN MOLINA, FUE PUBLICADO POR LA EDITORIAL TROPOFONíA
En su primer poemario, el autor practica seriamente un corrimiento de géneros: la poesía como teatro, la ficción ya no como novela sino como condición previa. El resultado, según Molina, son "poemas del presente, sobre una realidad mediatizada".
› Por Beatriz Vignoli
"El blog es mi cuaderno", asegura Cristian Molina (nacido bajo el signo de Leo en Leones, provincia de Córdoba, 1981). Precisamente Blog se titula su primer poemario en forma de libro tradicional, sexto título de la editorial Tropofonía, una edición artesanal que reescribe, en nuevas versiones, poemas reunidos por su autor en su blog El año del gallo (ao vivo) (lavozdnc.blogspot.com). El libro fue presentado el 5 de mayo en el Club Editorial Río Paraná por su editor, Gervasio Monchietti, y por Osvaldo Aguirre. Diego Colomba y Alfredo Corts, del sitio Sonidos de Rosario, pasaron el audio de los poemas que grabó Molina para su Salón de Lectura (sonidosderosario.com.ar).
Magister en Literatura Argentina por la UNR y homónimo tanto de Enrique Molina como del protagonista de El beso de la mujer araña de Manuel Puig (dos de sus principales influencias literarias), Molina enuncia su propia consigna: "Literaturizar la vida". Con ella, de algún modo reescribe y pone del revés aquel "changer la vie" proferido por el visionario Rimbaud. Pero la frase rimbaudiana que mejor le calza es: "Se me escribe". Y es que quien firma los textos de su primer libro es otro: El niño C. En el libro ambos nombres coexisten, como un ventrílocuo y su muñeco. Uno firma; el otro, en letra chica, lo explota y se lleva el copyright. "El niño C. existe. El que escribe esos poemas es El niño C. Yo soy apenas su editor, su agente literario y mediador ante los editores", miente con voz de actor el autor.
Todo en su CV es escurridizo: Molina ganó un premio por un libro de cuentos que sigue inédito (Machos de campo), colgó una novela bloguera (Los elegidos) y realizó investigaciones en portugués como becario universitario en Río de Janeiro. Y se da el lujo de prologarse en forma anónima en Blog. Pero lo que hace en realidad en este libro es practicar seriamente un corrimiento de géneros: la poesía como teatro, la ficción ya no como novela sino como condición previa del poema.
El libro se divide en cuatro secciones (bytes, kilobytes, megabytes, gigabytes) y el único criterio de esta clasificación es la extensión. El torrentoso prólogo, casi un monólogo zafado de comedia stand up, contrasta con el lirismo escueto y el "coloquialismo estilizado" (señala Molina) de las primeras secciones. Es como si luego de la promesa de un festín vinieran bocaditos exquisitos pero diminutos. Pero esta comida tiene cuatro platos, calibrados cuidadosamente como números de un show por el autor, manager y prestidigitador. Y el extenso poema final, que es una parodia seria a "Cadáveres" de Néstor Perlongher y a la "Escolástica peronista ilustrada" de Carlos Godoy, cumple aquella promesa de barroca desmesura. Allí la repetición del estribillo "somos políticos" va separando en cláusulas un texto que parece dispuesto a prever todos los casos posibles.
"Cuando mirás Rial/ y no dejás de criticar/ o cuando adherís/ o cuando te parece que mirarlo te degrada/ y te gusta/ o cuando creés que no mirarlo te hace culto/ y te pone en un aparte incontaminado/ o cuando te hastía/ o cuando te parece que ni lo uno ni lo otro/ y hacés lo que se te da la gana/ y cuando se te da la gana/ y sin moral que lo determine/ o cuando lo único que no aceptás/ es que no haya moral que lo determine", fluye, en un discurrir que parece dispuesto a seguir hasta cubrir el planeta.
Los de Blog son, según su autor, poemas del presente, sobre una realidad mediatizada; una de las influencias que él señala (en el tono de bathos, es decir en la ausencia de patetismo y énfasis de los finales de estrofa) es la del poeta rosarino Martín Prieto. Además, en los poemas rurales y familiares del libro se puede reconocer cierta filiación con el objetivismo bucólico de Osvaldo Aguirre. Sin embargo, hay algo específicamente propio en la elección de los temas. Desde un corte de luz (que interrumpe el flujo de la realidad mediatizada y empuja a la lectura de una autora decimonónica inglesa a la luz de las velas: algo de la realidad, anacrónico, sigue ahí con el televisor apagado), Molina/El niño C. pasa al relato de una operación quirúrgica compleja que incluye dos paros cardíacos inducidos y reanimación.
Antes habló de un muñeco inflable que es arrojado como un cuerpo vivo (o viceversa), y de peluches que no son "como" hijos sino hijos a secas. El del "niño" es un universo donde lo artificial y lo humano se intercambian: siniestro y perverso, pero lleno de ternura.
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