Miércoles, 20 de junio de 2012 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. NUEVA PUBLICACIóN DE EDITORIAL FUNDACIóN ROSS
Santos y desacrosantos es el nuevo libro de cuentos del escritor santafesino Enrique Butti, que cifra la genealogía de su obra en el primer libro escrito en Santa Fe, una hagiografía fechada en 1775 por el ermitaño Francisco de la Rosa.
Por Beatriz Vignoli
Personajes escurridizos, inasibles, con destinos tan singulares como anónimos; locos y fantasmas, monstruos híbridos, solterones, raros entre la vida y la muerte; viajeras en trance, solitarios y ermitaños, chivos expiatorios: tal la corte de los milagros que desfila en los arrabales extraños de Santos y desacrosantos, el nuevo libro de cuentos del escritor santafesino Enrique Butti (Santa Fe, 1949; autor de novelas como Aiaiay e Indí) que la colección Narrativas Contemporáneas de la Editorial Fundación Ross publicó en Rosario.
Sin fecha de presentación a la vista, Santos y desacrosantos reúne doce cuentos en dos grupos de seis; la primera sección lleva el título del volumen y está compuesta de relatos inéditos, mientras que la segunda sección, titulada "Solfeo", es la primera reedición en Argentina de un libro de cuentos publicado en México en 1993.
Soledades de la vida y retiro penitente por amor a la virtud y menosprecio del mundo, es el título del primer libro escrito en Santa Fe: una hagiografía, ilustrada con treinta dibujos a la acuarela, que el ermitaño Francisco Javier de la Rosa fechó en el año 1775. Una reseña inédita sin firma que Butti "desde su clausura santafesina" envió a sus editoras rosarinas consigna este dato como antecedente de su obra y enumera los temas de Javier de la Rosa: "El desierto, la penitencia, la cueva, la oración, los rayos celestiales, las aureolas, y por el otro lado, el demonio, las bestias, las tentaciones".
Cifrar la genealogía de la propia obra en un incunable dieciochesco es un gesto estético posmodernista digno de Butti, quien rescató algunas perlas de la época colonial como ilustraciones del suplemento Cultural de El Litoral que él editaba a fines del siglo pasado: un siglo que desde el expresionismo y otras vanguardias exploró los cruces literarios entre la realidad y las pesadillas, entre el hombre y la máquina. Al abrir Santos y desacrosantos (o aún antes, al toparse con la cita del libro que constituye toda la contratapa) viene a la mente Odradek, aquel personaje arrinconado que describe Kafka en "Preocupaciones de un padre de familia" y que no pertenece (¿animal, duende, cosa?) a ningún reino clasificable. Como ambos, los seres de Butti habitan en las grietas. "Se trata de una criatura que trepa como una lagartija o como una cucaracha cualquier altura y que como gato o rata se introduce por cualquier rendija y agujero". Así comienza "Senderito de piedras", revelando pocas líneas más abajo la utilidad de esto que además es un niño, Adolfo, un chico de la villa: "Es capaz de introducirse en cualquier edificio, desactivar alarmas, buscar lo que se quiera o facilitar el acceso a los encargados del saqueo".
También la elusiva Gorda de "Claroscuro", la bella viuda histérica de "Su nombre dorado" o el linyera y los huérfanos de "Paso a nivel" existen en un territorio furtivo de agenciamientos a la intemperie, viven como intrusos aun en la propia casa. "Ramón, santo patrono de los vendedores al pie de la ruta" es un mercachifle nómade ya desde el título, y una especie de Santa María Goretti al revés: un mártir de la pasión carnal honesta que renuncia a las materialidades más elevadas con que lo tienta su diabólico hermano. Pertenece al mismo santoral con "La Santa de la Cocina": el más barroco de todos los cuentos del libro, acerca de una cocinera loca que salva las almas de los animales y los vegetales con una serie de rituales inventados. "Imaginaba... su representación hagiográfica: el torso exuberante surgiendo de una montaña de vajilla y electrodomésticos, alardeando en una mano sartenes y cuchillos, y en las cinco yemas de los dedos restantes toda la flora y fauna, doméstica y comestible, en minúsculos brotes y piadosos engendros". En clave más intimista y autobiográfica, el antihéroe de "Inmensa et innumerabilia", un peregrino que retorna a Roma para fracasar en la búsqueda de quien hubiera sido, parece una versión ítalolatinoamericana del Crack Up de Scott Fitzgerald. En resumen, parece decir con humor grotesco, el extraño es uno mismo.
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