CULTURA / ESPECTáCULOS › RUMANIA SANTA ISABEL, DE CUTRó
El nuevo libro de Marcelo Cutró, Rumania Santa Isabel (Ediciones en danza, 2012, 73 páginas) lleva a una rara perfección el arte de la prosa poética, ofreciendo una serie de bellísimos textos que parecen la condensación de una novela (o de dos: Rumania y Santa Isabel) a sus trazos más abstractos y misteriosos. Poblado por visiones crepusculares, se deja leer como si fuera un oráculo susurrado en estado de trance. Sin embargo, es el resultado de la orfebrería de una intensa escritura.
Nacido en 1967 en el pueblo santafesino de Santa Isabel, radicado en Rosario, Cutró viene produciendo, en sus libros anteriores como Santa Isabel (2003) o Espina de agua (Ediciones en danza, 2008), una poesía fulgurante, en la tradición que Raúl Gustavo Aguirre, en su reseña para la Gaceta de Tucumán sobre El collar de arena (1980) de Beatriz Vallejos, celebró como "una entidad estilística propia de los poetas de nuestro Litoral... La transparencia, la quietud, la leve luminosidad de los paisajes, la suavidad de los matices, la libertad de los espacios, cierta condición acuática" son algunos rasgos de esta poesía.
"Y la marca en el orillo, el Cutró auténtico, el luminoso, aparece en las felicidades de la luz", dijo Amanda Poliéster (seudónimo de María Laura Martínez) en la presentación del libro. "El primer poema es 'Rumania', que se inaugura con soldados entrando en el callejón Ronsin. Nos lleva así a una calle parisina, más precisamente, al atelier de Constantin Brancusi, escultor rumano cuya obra es la vértebra del poema, como en el segundo, 'Santa Isabel', lo será la curandera del pueblo. Se dice que Brancusi fue caminando desde Rumania hasta París, donde fue lavacopas; que era amigo de Modigliani y de Erik Satie. Estos elementos aparecen en toda la trama del poema". Para Martínez, la poesía de este libro acontece en "un predio de clima onírico, delimitado por la fina línea entre la vigilia y el sueño".
Sin embargo, no sería adecuado calificarla de surrealista. Cabe agregar que esta prosa poética es hipnótica, que no sólo tiene al encantamiento como tema sino que lo ejerce en sus lectores. ¿Cuál es el secreto de esta alquimia del verbo? Si bien cada imagen aislada podría provenir de las poéticas de las vanguardias, lo que cada texto construye en el montaje cuidadoso de todos esos fragmentos enrarecidos tiene la coherencia de la alegoría clásica: "Los perros miran el fuego, los huesos de los pinos./ Música antigua./ Todo el pueblo perdido ante aquel resplandor sonoro". La poesía de Cutró tiene la reverberación del haiku, que como un aplauso de una sola mano busca callarse para que su silencio quede resonando en el lector.
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