CULTURA / ESPECTáCULOS › ADRIáN ABONIZIO PRESENTA "TANGOLPEANDO" EN LA PLATAFORMA LAVARDéN.
El prolífico cantautor renococe sus orígenes en este trabajo conformado por doce canciones de alma tanguera. Su paso por el folclore, el rock, la música rosarina; no dejan de estar ahí pero lo que trasluce es el tango en una instrumentación despojada sacando ventajas a la guitarra y a la voz.
› Por Edgardo Pérez Castillo
Aunque no se haga mención explícita de ello en el propio disco, el acercamiento a Tangolpeando (BlueArt Records, 2012) se resignifica al considerar que se trata del capítulo inicial de Tricota, la serie de discos que Adrián Abonizio ya ha planificado junto a su cómplice musical, Rodrigo Aberastegui, y que explicitará su histórica vinculación con un género que lo ha acompañado (aunque veladamente) durante toda su historia artística: El tango, claro. Con instrumentaciones despojadas, sacando gran rédito del dúo de guitarra y voz, Abonizio firma una docena de canciones de alma tanguera, paseándose por diversas corrientes de un género al que tributa con respeto, y al que logra renovar con letras bellas y fuertes, adornadas con sarcasmo e ironía. El próximo sábado, el cantante y compositor presentará junto a su grupo esa docena de tangos, con un show que dará comienzo a las 21.30 en el Gran Salón de Plataforma Lavardén.
Autor prolífico, Adrián Abonizio supo traslucir en su lírica su esencia tanguera, sin embargo es en Tangolpeando donde logra lanzarse plenamente a un género con el que, dice, ha sostenido "un amor ininterrumpido". "Siempre quise hacer un disco de tangos, lo que pasa es que lo iba posponiendo por la inmediatez de, como dice un amigo, agarrármela con distintos géneros: Con el folklore, con el llamado rock nacional, con la música rosarina reconoce. Lo que pasa es que todo lo que hacés tiene la impronta de donde sos, y yo soy del tango, no vengo de otro lado. Mis primeras cosas vitales, cosas para resolver en mi vida, estuvieron basadas en las letras de tango. Pasa que después uno normalmente se tiene que revelar... contra los padres... contra ese lugar común de la tristeza del tango, contra todo lo que significaba el tango cuando uno era chico. Cuando uno era muy chiquito, el tango era cobijo, protección, la radio sonando por ahí cuando no había televisión. Después cuando sos más grande eso se vuelve odioso, porque representa el ahogamiento de la familia. Ves que las letras del tango se repiten en la vida, sos adolescente y no querés saber nada, porque te parece horroroso lo que cuenta el tango".
Habituado a la construcción de metáforas, Abonizio apela a la comparación cinéfila para graficar atributos inherentes al género: "El tango es el cine negro francés, es el gore de la música. Es lo más dark del mundo. Hablo en líneas generales, no de la tristeza y todo éso. El tango causa tristeza porque es profundamente existencialista. El tango, aún escuchando los más feos, te da un conocimiento cognitivo del mundo que te pone ante el horror. Te dice: 'Esta es la guerra, arreglate'. Y en toda guerra hay traición, agachadas, cosas maravillosas (porque se sigue viviendo) y después cuando uno procesa todo eso, piensa: 'Ahora, ¿dónde me sitúo yo?'".
En su proceso de creación tanguera, Abonizio se fortaleció precisamente en las líricas, con textos a los que no les descubría otro envase que no fuera el del propio tango: "La música, la letra y poética del tango tienen un rubro muy amplio, pero del cual no hay que moverse, entonces vos ves que hay letras que no pueden entrar en una lectura de folclore, y para el rock es medio densa. Porque, entre nosotros, el rock además es un juego de chicos, ya no ofende ni critica a nadie. Por las buenas o las malas el rock se fue aliando a los sistemas de poder y difusión cultural, ya no molesta, es una joda. Incluso las letras de rock llaman la atención sobre cosas que uno ya lee en cualquier lado. Entonces uno como letrista de canciones se va quedando sin una pista en la que poder llegar a ser más incisivo. Sin llegar a hacerte el outsider... Hoy por hoy pienso que el tango no fue superado en sus momentos de más dramatismo e intensidad. Lo que pasa es que el rock, para mi generación, fue un salvataje. Suerte que existieron el rock nacional y el importado, si no no sé qué hubiese hecho".
-Sobre todo considerando que en un momento el tango dejó de ser referencial, cuando se transformó en un producto de exportación, aliado también con el mercado.
-Sí, claro. Es como la condición humana, como el fútbol. El jugador de fútbol es así: te aliás con los poderes, porque te viene a buscar River y si hablás de más terminás siendo suplente en Tiro Federal. El tango se dio cuenta de éso. Ahí se acalló todo, se autoproscribió y dejó de ser lo que comenzó siendo: una cuestión arrabalera en el verdadero sentido de la palabra. Y yo, si se quiere, en lo personal rescato la poética más elegante o más certera de eso. Porque hoy lo arrabalero vendría a ser la cumbia, pero la letrística de la cumbia es muy pobre, por toda una serie de cuestiones, en todo caso por la formación literaria o educación de sus autores. Las letras arrabaleras también en sus comienzos estaban hechas por tipos a lo mejor iletrados, pero muy informados en el habla, en los cuentos, los sucedidos, los dichos, que son muy ricos. De esa riqueza se hizo el tango.
-Actualmente aparecen muchos compositores jóvenes y talentosos, con una gran variedad estilística dentro del tango. Sin embargo no aparecen letristas en una proporción similar.
-Es que los letristas no nos hemos dado cuenta que tenemos que poner la energía creativa al servicio del tango, como una devolución de favores. Porque hay muchos buenos letristas en distintos estilos, pero que le tienen mucho miedo al tango. Yo le tengo respeto, no miedo. Tenés que ser muy fervoroso pero también tenés que estudiar lo que vas a hacer. Escribir algo de tango significa mantener viva una tradición. Que no tiene que ver con ser un tradicionalista, sino que trato de ponerme a la par de los compositores de los años 30 y 40, trato de no desvirtuar ese sentido. Sin acallarlos diría que hay que ponerse a la misma altura de los autores, protagonizar los hechos históricos de la manera en que ellos lo hicieron. Y esforzarse por tener un nivel estilístico importante. Cuando uno tiene miedo parodia, entonces muchos tipos escriben tangos burlones, canyengues, como chiste. Eso demuestra que uno le tiene miedo a Manzi, a Expósito, y esa glorificación hay que ponerla en su lugar. Los letristas tendríamos que tratar de empardarnos con ellos. Aprender lo que nos dejaron.
-En todo caso, habría que actualizar las formas.
-Claro, ése es otro tema, muy interesante, muy dialéctico, que tiene que ver con la filosofía. ¿Cómo actualizo letrísticamente el tango? ¿Me pongo a hablar del iphone? Es un desafío, que pienso tomar y de hecho estoy tomando. El tiempo dirá, es un desafío muy interesante, porque pisás el palito enseguida. Por eso muchos se refugian haciendo tangos que atrasan. De alguna forma, en Tangolpeando hay tangos que atrasan, están ambientados en un lugar atemporal donde se habla de la prostitución como negocio, del abandono, del vendedor de merca, de la chica de dudosa moral en los barrios. Eso es un lugar común, a propósito, porque a lo mejor todavía no me animo a escribir algunas cosas que van a salir en los otros discos de la trilogía, donde nos vamos a animar un poco más.
-¿Pensaron deliberadamente en esa trilogía?
-Sí, no me hice el improsivado. Con Rodrigo, que es mi amigo y mi otra parte en lo compositivo, somos enamorados de Rivero, y de Goyeneche, pero fundamentalmente de Rivero porque era una voz con dos o tres guitarras. Entonces pensamos en todas las variantes del tango, con las orquestas, el cantor con los dientes blancos y la orquesta detrás... Pero el origen del tango es más bien arrabalero y sucio, entonces Rodrigo estudió cómo sonaban las guitarras de Rivero y yo traté de cantar como un tipo al que le gusta el tango actualmente.
-En ese sentido en este disco corrías un doble riesgo. Porque a la posibilidad siempre presente de pegarse al modo y la voz de un referente (como podría ser el caso de Rivero), además está el hecho de que ya tenés una voz y un modo de cantar propios, identificables, que quizás no encuadran con el tango...
-Claro, pero el tema es tratar de estudiar sin copiar. Yo he escuchado cantores de tango desde que tengo uso de razón. Pero aun hoy cuando cantos clásicos como "Sur" o "Viejo smoking" no sé cómo cantarlos. Lo puedo cantar para mí, y parodio a los cantores, pero cuando canto mis canciones no parodio a nadie. Descubrí que eso es lo bueno: Si muero, muero con esto que soy yo, con esta voz, que no es una voz de cantante de tangos. Es lo más parecido a lo que yo soy. Le recomiendo a todos que traten de parecerse a sí mismos. Y a los compositores de tango que escriban como sí mismos- concluye.
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