CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. SE REALIZó EN ROSARIO LA CLíNICA DE COLECCIONISMO
El pasado sábado, en la sala central del Museo Castagnino se concretó la primera edición de un encuentro que busca ahondar en los criterios en torno a la colección de obras de arte. A partir de 2013, Rosario será sede central de las clínicas.
› Por Beatriz Vignoli
El sábado a la mañana, la sala central del Museo Castagnino estaba llena de apasionados por el arte. "El arte nos transforma, nos cambia, nos hace ver la vida desde otro punto de vista", redondearía más cerca del mediodía Joaquín Rodríguez, anticuario porteño que comenzó a coleccionar arte moderno y contemporáneo con su esposo y socio cuando entre los dos compraron una tinta abstracta de Kandinsky fechada en 1898. "Coleccionar es una empresa muy personal, según mi punto de vista, muy íntima. Para mí, no hay reglas para coleccionar, yo pienso que es una historia de amor entre la persona que compra y la obra de arte". Así abrió el coleccionista rosarino José Luis Perdomo la ronda de oradores de la primera Clínica de Coleccionismo en Rosario.
La coherencia visionaria personal latente en la selección de obras que mostró Perdomo fue el caso paradigmático de la noción de "identidad" formulada luego por Román Vitali, artista y psicólogo que no se define como coleccionista. Ilustrada con sugestivos fotogramas de películas y citas del libro El amante del volcán, de Susan Sontag, su ponencia fue una deslumbrante performance artística donde prevaleció un tono sombrío. Vitali, en un discurso inquietante, advirtió contra los efectos deletéreos de los divorcios, las muertes y los finales en general, a contrapelo de los saludables ideales de fidelidad y legado que encarnaron los siguientes coleccionistas.
"En el año 1966, Carlos Siegrist vende su colección de monedas y estampillas para comprarse una Rolleiflex, formato medio 6x6, una cámara de fotos --relató su hija Lila Siegrist--. Desde jóvenes con mi madre, Angela Orlando, visitaron exposiciones y tuvieron amigos artistas, pintores, escritores, poetas, etcétera. En 1984, a la vuelta de Nueva York, luego de haber cursado ambos sus posgrados, se instalan en Rosario para desarrollar sus profesiones y criarnos a mi hermana y a mí cerca de nuestros abuelos. Mi viejo es médico clínico y mi madre es bioquímica. Entre los pacientes habituales aparece Juan Grela y tantos otros teóricos y artistas. Grela fue quien nos enseñó a dibujar a mi hermana y a mí y quien nos recomendó ir al taller de Noemí Escandell a pintar allí dos veces por semana. En el año 85, mis padres tenían obra gráfica de Juan Grela y Julián Usandizaga. Justamente eran cuatro regalos de Grela a mi padre, a modo de agradecimiento por su atención médica".
Ese año, a los 35, Carlos Siegrist compra una pintura de Fabián Marcaccio: Franz Marc en las trincheras de Verdún. Tras acumular obra gráfica de autores rosarinos, en el cambio de siglo la familia compra dos pinturas de Grela, autor que se transforma en la "matriz espinal" de la colección Siegrist. Según Lila, esta se halla en busca de "eslabones" por sus maestros y discípulos, "concatenando de esta manera el hilván que avanza hacia la producción contemporánea para sostener así la biografía de la colección en su conjunto".
El asesoramiento del historiador Pablo Montini, la catalogación, pensar posibles canjes de piezas por otras, proyectos de edición sobre Grela y Escandell, préstamos a exposiciones en museos y salas de arte, atención a los remates y a la producción de los artistas, y un ordenado programa de adquisición conforman la singular tarea de los Siegrist, "una cuadrilla familiar atenta a la adquisición de obra" y que ya está formando una tercera generación de coleccionistas. "Al mismo tiempo mis viejos han comenzado a promocionar a los artistas que integran su colección con posibles interesados en su obra, de esta manera agudizando la circulación y la inversión. Actualmente tenemos un único criterio: acompañar las producciones locales actuales".
Otro linaje de coleccionistas es el del escribano y escritor Guido Martínez Carbonell (Rosario, 1954), quien preside la Asociación Cultural del teatro El Círculo e integra la Fundación del Museo Castagnino+Macro y la Asociación de Amigos del Museo Histórico Provincial Julio Marc. "Yo vengo de una familia de coleccionistas, más especialmente mi padre --contó en su disertación--. Ser coleccionista no es una mera acumulación o almacenamiento de objetos, casi compulsivo, sino que en toda colección hay un criterio. El coleccionista está detrás de esa colección que le da un perfil, que le da un sentido. Más allá de la compra material de la obra, más allá del precio yo antepongo el valor. Para mí la obra de arte es una compañía, tiene un valor afectivo, la obra me afecta desde que la compro y después me sigue afectando, la disfruto y la comparto con mis amigos, mi esposa y mis hijos".
Además del valor artístico y la calidad plástica de las obras, Martínez Carbonell subrayó la importancia de la amistad con los artistas. Entre las imágenes elegidas para representar su colección se destacan un grabado de Antonio Berni, Ramona en la intimidad; una escultura de Enio Iommi y un bronce de Lucio Fontana, La pureza. "Traer a Lucio Fontana a Rosario es también muy importante", destacó el coleccionista. Gonzalo Martínez Carbonell, padre de Guido, adquirió junto con Domingo Minetti para donarla al Museo Castagnino la serie de cinco grabados de Antonio Berni Juanito Laguna, que ganó el Primer premio de Grabado en la Bienal de Venecia en 1962. No fue él sino Marcela Römer, directora del Museo Castagnino, quien contó esta gran historia, al detallar luego del coffee break algunas operatorias de adquisición de las 4 mil obras que integran el patrimonio del Museo.
El profesor de Historia e investigador Pablo Montini resumió relatos, algunos novelescos, de cómo el coleccionismo privado nutrió el patrimonio artístico público en Rosario: tal es la hipótesis de su tesis doctoral. Además, habló brevemente Belén Arroyo, de la Fundación Arte BA, que auspicia las clínicas federales de coleccionismo. El coleccionista de arte contemporáneo Alejandro Ikonicoff, quien las venía organizando en Buenos Aires para irradiar desde allí otras clínicas a ciudades de todo el país, anunció por su parte que los encuentros centrales se mudan a Rosario a partir del año próximo. La organizadora local, Gabriela Gabelich, ya fijó fecha.
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