Lunes, 17 de diciembre de 2012 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. DESPEDIDA A OLGA ZUBARRY, INOLVIDABLE INTéRPRETE DE LA éPOCA DE ORO DEL CINE
La trayectoria de la actriz fallecida el sábado reconoce a Carlos Hugo Christensen como su primer maestro. Participó en títulos como El extraño caso del hombre y la bestia, de Mario Soffici e Hijo de Hombre, de Lucas Demare.
Por Emilio A. Bellon
Fue con Carlos Hugo Christensen, en un breve rol de Safo, historia de una pasión, estrenada en septiembre del 43 en Buenos Aires con quien una joven de ascendencia vasca, llamada Olga Zubarriaín comenzaba su labor en el cine. Junto a la temperamental Mecha Ortiz y uno de los galanes más cotizados de entonces, Roberto Escalada, esa joven que no había cumplido aún los catorce años lucía el atuendo de un fantasma en una fiesta de Carnaval, sin aparecer en los títulos; a diferencia, de Mirtha Legrand que, sí figuraba, como Irene, en un brevísimo rol.
Pero este no fue su primer film, sino aquel que se había estrenado meses antes: aunque Olga Zubarry, en sus reportajes, de esta manera, tal como nosotros hoy lo enunciamos, en más de una oportunidad lo recordaba. En mayo, bajo la misma dirección de quien la acompañará como ese gran maestro de los primeros años de su trayectoria profesional, ella, sin figurar en los títulos finales, al igual que Susana Canales, formaba parte del no tan inocente film del mismo Christensen, Dieciséis años, con guión de Julio Porter, que transcurría en una fiesta de fin de curso; una historia basada en una pieza teatral de Aimée y Philip Stuart, interpretada por María Duval, George Rigaud, Alicia Barrié y Amalia Sanchez Ariño.
Fue gracias a Juan Carlos Thorry, otro de los seductores de aquellos años, casado con la hermana de Olga, que un día esa jovencita, luego de tanto insistir -como ella misma afirmaba- llegó a las puertas de Lumiton, el estudio que en ese momento estaba llevando adelante la filmación de Dieciséis años. Y en ese momento, justo al llegar, tras la presentación, todo estaba dispuesto para el rodaje de la secuencia de la fiesta escolar de graduación. De manera inmediata, el director al verla, se le acercó y le preguntó: "Olguita, ¿te animarías a decir estos bocadillos?".
A partir de ese momento, el vínculo entre ambos fue creciendo día a día. Y a lo largo de ocho films, Olga lo recordaría siempre como su gran maestro, con quien había aprendido las grandes lecciones no sólo de actuación, de la puesta en escena del manejo de cámara; sino de la vida misma. Durante ese período de los años 40 y luego inicio de los 50, Carlos Hugo Christensen fue su amigo y mentor, consejero y quien realmente había descubierto sus potencialidades dramáticas. Lo logró no sólo en el polémico film El angel desnudo, obra emblemática basada en Fraülein Else de Arthur Schnitzler, en la que se presentaba esta actriz, tras el rechazo de la joven Mirtha Legrand, con su torso al descubierto (obra de una simulada labor de maquillaje y de prenda color carne). Posteriormente vinieron films antológicos como Los pulpos, según la novela de Marcelo Peyret, junto a Carlos Thompson y Roberto Escalada y La muerte camina en la lluvia, un admirable policial con gran cartel actoral, que encuentra su equivalente en su par El asesino vive en el 21, del 42, de H.G. Clouzot. Provoca admiración la versión de Carlos Hugo Christensen, coguionado con César Tiempo a partir de la novela de André Stanislas Steeman, la notable labor fotográfica de uno de los maestros de los estudios Lumiton, Alfredo Traverso y Aníbal González Paz. Estrenada en septiembre del 48, en el cine Iguazú de Capital, el film cuenta en su reparto, junto a Olga Zubarry, en un destacado rol protagónico, a Guillermo Battaglia, Eduardo Cuitiño, Margarita Corona, Nicolas Fregués, Amalia Sanchez Ariño, entre otros. Y en la voz del relator, Roberto Escalada.
Chistensen, uno de los más censurados de nuestro cine, gran conocedor del policial y del melodrama, admirador del Luis Saslavski, Lucas Demare y Mario Soffici, se marchó del país en el 54 por problemas de censura, radicándose en Venezuela, México y finalmente en Brasil. Su extensa filmografía es hoy objeto de muestras y restrospectivas en numerosos países y uno de sus últimos films, La intrusa, estrenado en Río de Janeiro en el 80 y en Buenos Aires en el 84, provocó reacciones negativas por parte del autor del cuento, Jorge Luis Borges, por la manera en que rozaba la cuestión homosexual. Su film del 96, La casa de azúcar, rodado en Brasil, sobre cuento de Silvina Ocampo, no se llegó a estrenar nunca.
Christensen, fallecido en Río de Janeiro en noviembre del 99, había nacido en la ciudad de Santiago del Estero un 15 de diciembre de 1914. Ya en Lomas de Zamora, siendo niño, su padre le regaló un pequeño proyector "con un único y cortísimo film, que el muchacho exhibió numerosísimas veces tanto para sí como para sus amigos. Lo hacía con mucho cuidado -comenta Mario Gallina en su libro monográfico-, porque la luz emitida por el aparato provenía de una lamparilla a querosene, de modo que siempre existía una real amenaza de incendio"
Ese primer maestro y esta tan talentosa y humilde actriz, a la que despedimos, Olga Zubarry, vuelven a reencontrarse en esta página en un lugar del calendario. Christensen nació un quince de diciembre y ese mismo día es el que, tras una larga dolencia, la intérprete de films memorables como El extraño caso del hombre y la bestia, de Mario Soffici; El Candidato, de Fernando Ayala; Invasión, de Hugo Santiago; Hijo de Hombre, de Lucas Demare, entre tantos otros títulos; como asimismo roles en Alta Comedia y Nosotros y los miedos. En la misma fecha, el 15 de diciembre, la actriz y emprendendora de obras para la infancia, para niños desamparados, falleció.
Hay films olvidados en la trayectoria de un artista. Hay obras de las cuales ya no se habla. Y muchas veces es porque los prejuicios asaltan, arrinconan, empujan al silencio. En la vida profesional de esta actriz que supo, como ella misma declaró "retirarse a tiempo, dando lugar a otros", que abrió un espacio de contención, enseñanza y ayuda, como asimismo de salida laboral en Villa Ballester para niños carenciados, hay un film particularmente recordable. Y no es ella ya la joven sensual que despierta la mirada de los hombres, que enciende la pasión de los otros.
Por el contrario, en septiembre de 1955, se estrena en Buenos Aires el film de Julio Porter, Marianela. Lo vi en el cine Victoria de nuestra ciudad, allí, en Cafferata y Tucumán. Y en esta historia basada en la novela homónima de Benito Pérez Galdós, publicada en 1878, Olga Zubarry compone a la Nela, esa joven rústica, no agraciada físicamente, que sirve de luz y guía a Pablo, ciego, rol que compone José María Gutiérrez. El conocimiento del mundo, las lecturas, el descubrimiento del amor. Pero esa negada belleza, que todos buscan desde la apariencia, le jugará una trampa y la empujará a la tragedia cuando un cirujano le devuelva a Pablo su visión. Film de gran hondura, que mueve las fibras más intimas del melodrama, Marianela fue llevada al teatro y al cine en varias oportunidades. Pero es imposible olvidar esa actuación de Olga Zubarry como una de las más personales, expresivas y profundas de nuestro cine.
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