Mar 06.06.2006
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › UNA NOTABLE MUESTRA EN EL MUSEO CASTAGNINO

Pettoruti, clásico y moderno

Consagrado internacionalmente y pionero de la vanguardia, el platense Emilio Pettoruti (1892﷓1971) forjó un estilo y una obra tan personal que le valió el título de "único clásico moderno".

› Por Beatriz Vignoli

La del platense Emilio Pettoruti (1892 ﷓1971) es la biografía que todo pintor argentino del siglo XX imaginó para sí: formado en Florencia, convertido a una vanguardia, rechazado con gran escándalo por sus compatriotas, marginado por la cultura oficial peronista y por fin reconocido crítica e institucionalmente en su país, regresa luego a la próspera Europa de posguerra, donde conoce un éxito internacional sólo agrisado por algunas omisiones a la hora de los premios. Morirá en París, sin aguacero. Pero con autobiografía: Un pintor ante el espejo (1966; se consigue la reedición de 2004).

Lo que se muestra hasta el 25 de junio en el ala izquierda de la planta alta del Museo Castagnino es sólo parte del acervo de obras y de material documental de la Fundación Pettoruti. En la presente exposición antológica también se incluyen algunos tesoros prestados por coleccionistas, entre ellos un "Sol de mañana" intempestivamente realista, verdadera curiosidad fechada en 1945. Hay dos miniaturas, también bastante atípicas. Y, todo un honor para la ciudad, se lucen obras del patrimonio del Museo Castagnino: "Calle de Milán" (1919) y "Retrato de Xul Solar" (1920). Ambas obras son de fundamental importancia porque pertenecen a su período innovador, que despertó reacciones airadas en su primera muestra luego de once años de ausencia, en el salón Witcomb de Buenos Aires en 1924.

Desde su creación en 1987 en Buenos Aires, la Fundación Pettoruti (http://www.pettoruti.com) se ocupa ante todo de acercar la obra de este gran artista al público argentino amplio (que todavía, como es de temer y como sólo se atreven a susurrar sotto voce los artistas, sigue sin poder "entender" del todo el arte abstracto), con un enfoque evidentemente didáctico que intercala obras, textos y fotografías para una mayor accesibilidad. La curadora de esta breve pero representativa exposición es la prestigiosa crítica Nelly Perazzo, miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes, y quien integra junto con Fermín Févre, Jorge López Anaya y Osvaldo Svanascini el jurado del Premio Arlequín que otorga anualmente la Fundación Pettoruti. Dicha fundación además fue coeditora en 2004, junto con La Marca Editora y la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes del libro monográfico Pettoruti, con textos de Nelly Perazzo, Edward J. Sullivan y Mario Gradowczyk y cronología de Patricia Artundo.

En otra de la serie de muestras organizadas por la Fundación Pettoruti (la de 1995, junto con la Secretaría de Cultura de la Nación, en el Palais de Glace), se incluían unas caricaturas porteñas de la época, ingenuas y crueles. En una, un señor le encarga al artista un retrato de su suegra, "así, cuando ella lo vea, se muere del susto". De hecho Pettoruti fue objeto de una broma parecida. Respondiendo a una invitación de dos colegas, perdió dos obras en Buenos Aires por mandarlas a una muestra grupal "ultrafuturista" que resultó ser una parodia burlesca de, precisamente, el estilo futurista que él había incorporado en Florencia, Roma y Milán. (Alguien del público las robó, lo que hizo decir a un crítico progresista: "el público tiene buen gusto, al fin de cuentas".)

El viajero venía además de vivir en Munich y mostrar en Berlín; en París se había hecho amigo del pintor cubista Juan Gris y de Gino Severini. También es memorable su amistad con Xul Solar, con quien compartió buena parte de sus años de formación europeos, como cuenta en su autobiografía. Lejos de adherir ciegamente a las pautas del movimiento encabezado por F. T. Marinetti, y representado por la revista Lacerba, Pettoruti le había dado su toque personal. Si el futurismo buscaba la representación del movimiento mediante su fragmentación, para él el movimiento podía y debía expresarse con un trazo continuo.

Otra preocupación en Pettoruti es la luz. En las obras de esta muestra, que pertenecen en su mayoría al segundo período europeo, se ve cómo el grado de abstracción alcanzado, a pesar de geometrizar la forma y fragmentar la perspectiva, no rompe con la idea renacentista clásica de un espacio pictórico homogéneo y articulado por una fuente de luz, preferentemente solar y más bien intensa, mediterránea.

La multiplicidad de perspectivas es por su parte una de las muchas instancias cubistas de su producción. No se ven aquí obras que incorporen el collage ("El sifón y Lacerba", de 1915, ya estuvo en el Palais de Glace), pero sí hay bastantes arlequines: el arlequín, personaje de la Commedia Dell'Arte, fue un ícono cubista. Por lo demás, es interesante notar cómo, con todo el modernismo de su lenguaje, Pettoruti recién se aparta por completo de los géneros académicos tradicionales (el paisaje, el bodegón, el interior) cuando da con un esquema compositivo de cuadrado dividido por sus medianas (su famosa farfalla o mariposa) que le permite trabajar la luz pura, plasmada a través del color, como en su magnífico "Primavera en invierno", de 1964.

Su talento para fusionar influencias tan dispares forjando un estilo personal le inspiró al crítico Alberto Sartoris el glorificarlo en 1959 como "el único clásico moderno". Pero además su reduccionismo, su búsqueda inclaudicable de la síntesis, lo constituye en precursor de los pintores abstractos argentinos que vendrán después de él. Unico representante contemporáneo de las vanguardias históricas en la Argentina (a diferencia de otros países latinoamericanos como Brasil, donde éstas cundieron), terminó sentando las bases del concretismo y el arte invención. Nada de esto fue casual: desde 1927 Pettoruti predicó en el desierto del Museo Provincial de Bellas Artes de la Plata, de donde lo dejaron cesante de su cargo de director dos veces; la segunda (y definitiva) en 1947, alegándose el argumento nazi de "arte degenerado", en palabras del inefable funcionario Oscar Ivanissevich. La anécdota es un signo de las complejidades de este país, donde hasta algo tan puramente formalista como la pintura abstracta puede erigirse en bandera política: hoy, neovanguardias mediante, nadie asociaría a Pettoruti con el progresismo.

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