CULTURA / ESPECTáCULOS › LA FREESTYLE MASSACRE 2013 CONVOCó A RAPEROS DE TODO EL PAíS EN LA CIUDAD
Las riñas de gallo de rap tuvieron un nuevo encuentro en la ciudad. Un movimiento complejo, que crece, que utiliza ingenio, palabras rápidas y también ofensas. Un mundo de rimas adolescentes que entiende al hip hop como elección de vida.
› Por Leandro Arteaga
"Iáo/iáo/iáo/iáo", se repite como mantra desde el escenario. Como si fuese la canción de muerte que acompañaba al Mano en la historieta El Eternauta. Algo de eso había.
¡Qué clima el del sábado 13 de abril! Para los amantes del hiphop y también para quienes pasaban y veían y escuchaban lo que sucedía. La Freestyle Massacre 2013 tuvo lugar de cara al río, detrás del Centro de la Juventud, en un escenario que era foco para las riñas de gallos raperas así como propuesta que ramificaba hacia los costados, entre grupos bailarines, fotos, videos, y chicos de baile break, que hacen de sus cuerpos un desafío a la gravedad.
La actividad la lleva adelante un grupo local, que se dedica a "trabajar los cuatro elementos del hip hop: baile, dj, rap y graffiti", dice a este notero uno de sus miembros, Alberto o, tal su apodo de referencia, Michael. "Hemos contado con el apoyo de la Municipalidad, y esto es el resultado del crecimiento del hip hop en Rosario. Es el sexto evento de este tipo, y el octavo a nivel nacional en convocatoria". Michael también explica la lógica del encuentro: "el eje central es la riña de gallos, una batalla verbal entre contrincantes que, jurado mediante, improvisan. El desarrollo tiene la forma de un fixture, hasta llegar a un ganador. En el medio, vamos mechando con los otros elementos del hiphop".
Michael da clases de breakdance en el Irar, y comenta que fue en el hip hop donde se encontró, que vivió "toda la vida al lado de una vecinal donde había guitarra, folklore, artes plásticas, dibujos, pero nada de eso me llamaba la atención. Un día vi en la tele la película Breakdance, y me hizo un click. Me dije 'voy a bailar eso', y empecé a grabar y a copiar los pasos". En el medio de las preliminares, en una tarde de sol pleno, brisa apenas fría, Michael comenta acerca de los dieciséis raperos que subirán a escena, resultantes de una preselección que incluía a más de treinta, de procedencia repartida entre Mar del Plata, Córdoba, Buenos Aires, Mendoza, La Plata, Rosario. La preselección se debe a que "hemos tenido años donde se anotaron más de sesenta, lo que hacía que la actividad, junto a los shows programados, terminara muy tarde. Hay cosas que hay que agilizar".
Minuto para cada uno, "iáoiáoiáo", "tranca tranca", y raperos en combate.
Y lo que pasa es llamativo. Pista de sonido, canto hablado, improvisado, dirigido al otro, quien espera paciente mientras escucha y maquina su después. Ante cada provocación, el público responde con sus brazos en alto y un sonoro "oooohhhh". Arenga que al rapero exalta en el camino que significan sus rimas espontáneas. Decires que son también escenificados corporalmente, desde una jerga que encuentra códigos compartidos entre posturas y gestos, que complementan una indumentaria holgada, de remera, camisa. Luego el turno del rival. Después el round 2, con el orden de inicio invertido. Finalmente, el jurado decide.
Entre lo que se decide aparece una cosmovisión general, dividida en poéticas individuales. Hay mucho de truco escénico en lo visto. Al menos en lo que refiere a la denominada "actitud" con la que los partícipes se desafían. Las diferencias de edad aparecen demarcadas entre los competidores --todos, más o menos, adolescentes- y el jurado, ya mayor, de recorridos celebrados, cuyos nombres fueron los de Mr. Frank, Don Q, Dtoke, Con, Isa. Así como los grupos que intermediaron entre pelea y pelea: Corte Mitre, Rap Demua, Núcleo, Conexión Real. Es decir, lo que apareció en escena y por fuera, con los asistentes, fue una expresión compartida y festiva. También inclusiva, dado el tránsito acostumbrado del gentío en esas horas.
Ahora bien, cuando la escucha se pone atenta y el clima de a poco se encrespa, los competidores comienzan una catarata de palabras entre las que cuelan insultos, bravuconerías y mucho de violencia contenida. Podría atribuírseles torpemente un carácter racista u homófobo a quienes dicen/cantan; pero mejor será pensar qué es lo que pasa entre esas palabras para buscar raíces más profundas por sociales.
De todos modos, no deja de llamar la atención que gran parte de los recitados contengan comentarios de ofensa, palpables de manera rápida en lo que refería a dos únicas raperas. Eliminadas en la primera ronda, una de ellas fue tildada como fea y "bigotuda"; la otra, despreciada por "careta". Por otro lado, son recurrentes las referencias sexuales entre los competidores masculinos. Por ejemplo: "Se me escapó el insulto, pero ¿qué te pasa a vos? ¡Se te escapó una miradita para mi bulto!".
Misma raigambre de otros comentarios que, uf, no hacían más que espesar el clima. Van varios: "Este es de La Plata, pero le falta plata, sino se operaría toda la cara", "Ahí está mi alma, mientras vos vas a quedar mierda, muy abajo de esta arma, de esta tierra", "Necesitás de estupefacientes, no puede rapear lúcido, no le funciona la mente", "Te voy a arrancar el alma, y lo hago violentamente", "Hago free style, yo tengo el lápiz que anota tu nombre en la lápida", "Sos un negro, Tucumán, yo te asesino, Ku Klux Klan" (!).
Todo un repertorio del terrorismo de la palabra. Que, en todo caso, encuentra raíz en la historia misma del hip hop y su vínculo local, que se traduce en situaciones más complejas, heterogéneas, desde donde estos pibes y pibas exudan --a veces-- un odio que, en todo caso y como lúcidamente uno de ellos mismos cantaba, dispara "balas de palabras". Eso sí, quien utiliza el rótulo "Ku Klux Klan" para afectar al contrincante es porque efectivamente sabe qué es lo que dice. Tampoco se trata, que quede claro, de barajar todo desde una mirada bobamente "comprensiva".
La astucia aparece mejor cuando se vivencia lo dicho: "Les voy a mostrar que en realidad esto del hip hop es mi vida, es mi trabajo, y no quiero contar billetes falsos"; cuando aparece el ingenio: "Vos no entendés, lo hago mejor, yo me cagaría de hambre si fuera tu productor"; cuando surge el chiste: "¿Sabés que pasa? Yo rompo la frontera, te saco la cabeza y la dejo en el Monumento a la Bandera".
El ganador de la contienda, que superó las cuatro horas, fue Coqeé. Alguien habitual a estos enfrentamientos, de una rapidez de palabras abrumadora, ganador otras veces. Al término de cada combate, eso sí, contrincantes pueden hasta abrazarse, luego de acariciar palma con palma y entrechocar nudillos. Suave y brusco. En el saludo mismo aparece la rispidez que oscila en el rap. Es mucho lo que pasa allí. Mucho más lo que habrá de suceder. Será cuestión de seguir escuchando que es lo que está (socialmente) pasando.
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