Fotos y texto: Mario Laus

Desde sus inmensos ventanales se divisa su estandarte, hecho de pez, de mundo, de hembra. Tres generaciones de turistas venidos desde todos los vientos dan fe de ello y hasta se sacan fotografías cerca de la cripta marina. Es en vano. Neruda no ha muerto.

Travieso, se escurre en su país mineral, en aquel pueblito donde nació, Parral, al borde de la autopista vertical. Aprovecha una pausa y se toma una copa de buen tinto en el hotel La Candela, de Charo y Hugo, quienes lo acompañaron hasta el último final corporal. En la mesa de un bar su mano reposa sobre una página blanca escrita con tinta verde que dice: "Me voy...", aunque en realidad este siempre volviendo.

Mezclado con su sombrero típico entre máscaras aparecidas, en la sombra de un banco, en la mirada triste de una cocinera presa, en la piel curtida del pescador; en todos los bosques y en todas las playas de su amado Chile, en las Alturas de Macchu Picchu, en el Canto General, Neruda nos dice que no ha muerto. La tumba al lado de su amor, Matilde Urrutia, testimonia que allí yacen dos cuerpos, pero solo uno fue exhumado. Y pensar que escribió no hace poco: -﷓"Amor mío, si muero y tu no mueres, amor mío, si mueres y no muero, no demos al dolor más territorio: No hay extensión como la que vivimos. Polvo en el trigo, arena en las arenas, el tiempo, el agua errante, el viento vago, nos llevó como grano navegante. Pudimos no encontrarnos en el tiempo... Pero este amor, amor, no ha terminado, y así como no tuvo nacimiento, no tiene muerte, es como un largo río, solo cambia de tierras y de labios".

Por cáncer de próstata, por inyección de aire, por envenenamiento, de tiro de ametralladora, por golpe de estado y dictadura sangrienta y sanguinaria, por todo eso y mucho menos, se puede asesinar a Neruda. Lo que ya no se puede es matarlo. El nombre que estaba en su documento de identidad era Reyes, pero el nombre que está en la memoria poética de la humanidad toda y para siempre es: Pablo Neruda.