CULTURA / ESPECTáCULOS › MUSICA. AMELITA BALTAR REGRESA CON SU úLTIMO DISCO: EL NUEVO RUMBO
La cantante no escondió su anhelo de colmar la Sala Lavardén, a la que llegará mañana a las 21.30, y propuso el título para acompañar su entrevista con Rosario/12,
en la que remarcó la felicidad que impregna a su nueva etapa musical.
› Por Edgardo Pérez Castillo
"Poné en el título: quiero reventar ese teatro", sugiere desde el otro lado de la línea Amelita Baltar. Lejos de ser una imposición, la ocurrencia es más bien la resultante de una conversación donde la legendaria cantante desnudó la pasión y felicidad que marca a su nueva etapa musical. Es que, luego de una trayectoria cargada de reconocimientos, Amelita se redescubrió durante el proceso de trabajo que derivó en El nuevo rumbo, el disco que mañana a las 21.30 presentará en una Sala Lavardén que, claro, merece ser colmada.
Acompañada por Aldo Saralegui en piano, por el también productor Sebastián Barbui en bajo y guitarra, Ariel Hernández en bandoneón y Demián González en batería (a quienes se suman además Estanislao López en bajo, Martín Robbio en piano y Flaco Bustos en voz), Baltar recorrerá las canciones de un disco que le permitió (re)unir lazos con artistas de distintos géneros y generaciones. Desde Fito Páez y Pedro Aznar hasta Fernando Ruiz Díaz y Pablo Mainetti; de Luis Salinas y Raúl Carnota a Leopoldo Federico y Leo Genovese. Y con una aparición especial (posible tras la recuperación de una colaboración para un proyecto finalmente trunco) de Luis Alberto Spinetta.
Cargadas de historias, cada una de esas colaboraciones alimentan a un disco en el que Baltar vuelve a transitar caminos de los que, al fin y al cabo, nunca se había alejado. "Creo que siempre anduve por nuevos rumbos --analiza la cantante en su diálogo con Rosario/12--. La vida me fue poniendo nuevos rumbos, a veces sin proponérmelo. Incluso no sé si en este caso me lo propuse. O sí: esto estaba de algún modo, te diría, proyectado en mi mente y también en la de Sebastián Barbui, el productor, que un poco fue el alma mater de todo".
Según explica Baltar, la intención era la de llegar a un disco distinto, "aunque no por la diferencia misma". "Tuvo con ver con esas ganas que te empiezan a bullir --grafica--. De ahí sale la cosa. Y así se nos fueron ocurriendo ideas simultáneamente. Iba cayendo todo de manera muy natural, sin esfuerzo, no nos rompíamos la cabeza para ver qué hacer".
Ante cada idea, aparecía también un nombre, un recuerdo, un encuentro previo a invitaciones cruzadas para concretar sesiones de estudio que, siempre, estuvieron marcadas por la calidez. Y por un espíritu familiar que, según indica Amelita, no es aquí una frase hecha. "Realmente, estos chicos que me acompañan son como sobrinos para mí. Hay algo muy lindo de complicidad. Pasan cosas como que, cuando terminamos de tocar, nos tomamos una birra. Yo soy grande, pero no digo que me tomo una cervecita, yo con ellos me tomo una birra (risas). Antes con los tangueros terminaba de saludar, me daba vuelta y ya se habían ido. Ahora ellos están ahí paraditos, esperándome. Realmente le dieron a mi vida musical lo que no me daba cuenta que me faltaba. Yo deseaba algo, un cambio, y evidentemente me faltaban laderos. Me cambiaron la vida musical. Hicimos lo que me moría de ganas de hacer, aun sin tener consciencia de eso. Es un momento muy feliz".
El resultado es un disco felizmente inesperado y renovador. Un material marcado por las creaciones de Piazzolla y Ferrer, de Leguizamón, Castilla, Spinetta y Homero Manzi. Pero, sobre todo, por la presencia de Amelita Baltar. De su voz, de sus letras, de su renovada musicalidad.
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