Mar 28.05.2013
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. LA DISFUNCIóN DE LOS ESCRITORES 1 EN EL CASTAGNINO

En busca del dibujo perdido

Fruto de una investigación cálida y apasionada de Claudia del Río, Maximiliano Masuelli y Ana Wandzik, la muestra incluye la edición de una revista catálogo que, este sábado, tendrá su presentación en el Museo de Bellas Artes.

"La mirada: el rosal/ todos los rosales/ todas las estrellas/ toda la inmensidad/ y soy/ esta pequeña/ lágrima/ que no sabe/ por qué". Así escribía Beatriz Vallejos, delineando las letras con un fino pincel, en uno de los siete retablos suyos a la laca que, junto a cuatro de sus lacas abstractas y un insólito manuscrito ológrafo a modo de excéntrica "revista", pueden verse hasta el 1 de julio en la planta alta del Museo Castagnino (Oroño y Pellegrini). Vallejos es una de los 32 escritores y escritoras de la región litoral y rioplatense que exponen dibujos, pinturas, historietas, assemblages, grabados y cuadernos en la muestra La disfunción de los escritores 1. Ensayo moderno sobre cierta entrañable relación entre el dibujo y la escritura.

La muestra es el resultado de una investigación cálida y apasionada donde convergieron tres artistas plásticos y dos "clubes": Claudia del Río (Club del dibujo), Maximiliano Masuelli y Ana Wandzik (Club Editorial Río Paraná). Y este sábado, a partir de las 17, se presentará en el Museo la revista catálogo de la muestra, con la participación de nueve de los escritores y expositores: Nicolás Peyceré, Celia Fontán, Alejandro López, Roberto Aguirre Molina, Hugo Diz, Homs, Beatriz Vignoli, Guillermo Bacchini y Fernando Callero.

Los textos de la revista catálogo, tanto curatoriales como de algunos de los expositores, delinean una idea del dibujo como un "oasis" para el escritor, asociándolo al ocio, al secreto, a la parte "no profesional" de su producción. Sin embargo hay excepciones, como los dos magníficos retratos y el bello paisaje que se presenta de Emilia Bertolé (1896 ﷓ 1949), quien se define como una profesional de la plástica a quien la escritura le surge en los atardeceres y las soledades. El formato revista habilita espacios para la biodiversidad del entramado entre textos y trazos de una gran variedad de autores, haciéndolos coexistir en una lógica distinta a la de la muestra, donde se ven grupos de obras de cada cual. Y hay varias tendencias. Están las poetas que expresan en la plástica ese gesto de "soy esta pequeña lágrima que no sabe": Cecilia Pavón, Fernanda Laguna, Tamara Domenech.

Marosa Di Giorgio se apropia de un género hoy obsoleto: el poema ilustrado. Copi escribe una historieta genial y Alejandro López seduce desde lo kitsch con sus assemblages lumínicos de objetos en cajas.

Otros narran en imágenes a través de un dibujo deliberadamente infantil, como Damián Ríos en su reversión de un camioncito. O el artista y cumbiero holandés Dick el Demasiado, que tiene una doble vida en dos continentes, a los que une en su fábula visual "El morfar de Solís".

Otros ponen en el cuadro una escritura deliberadamente ilegible o "mal" diseñada, buscando el efecto estético de la letra cursiva o de la tipografía salvaje, como Arturo Carrera o Dani Umpi. Este último, uruguayo, "dibuja" letras de sus canciones y tiene galería en Buenos Aires que lo representa. Julio Rodríguez Labrador también parece extraer de canciones y tapas de discos clásicos del rock psicodélico el sentido de sus caóticos dibujos. Homs usa la máquina de escribir para crear planos decorativos repitiendo una "o".

Están los que saben dibujar, como Bertolé o Silvina Ocampo. O Agustín Zapata Gollán, que muestra grabados; o Gustavo Nielsen, que vive de su profesión de arquitecto y expone aquí sus cuadernos y retratos. O Hugo Padeletti, que deja fluir una línea aparentemente ingenua pero donde se evidencia un saber sólido sobre la composición. O Celia Fontán, pintora que evidencia y narra su paso por varios talleres donde asimiló la tradición de Augusto Schiavoni. O el poeta Kiwi, que presenta una decena de piezas de alfarería.

Están los que no se sabe si saben: sospecha que surge ante las manchas cuasi figurativas de Roberto Aguirre Molina, el inquietante collage de Francisco Garamona, los rápidos retratos de Roberto Jacoby, los grafismos de Homs, los dibujos contorneados con textos de Manuel Mujica Láinez o el único paisaje que se conserva de Juan L. Ortiz.

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