CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. RíO, SEGUNDA NOVELA DE AMANDA POLIéSTER
Publicada por El ombú bonsai, la obra de María Laura Martínez transcurre en Río de Janeiro, ciudad a la que arriba Diego, arquitecto desempleado que se presenta aquí como un antihéroe perfecto, que circula por su destino sin preguntar.
› Por Beatriz Vignoli
La fragilidad de los lazos afectivos, con el agua como símbolo de esa ambigüedad, es una obsesión recurrente en la narrativa de Amanda Poliester (seudónimo de María Laura Martínez). Por eso no podía ser más acertado el título de su segunda novela: Río. Publicado este año por El ombú bonsai en una tirada de 500 ejemplares, Río es uno de los cuatro libros con que el sello rosarino lanza su colección "Raíces aéreas".
Nacida en Casilda en 1968, Amanda Poliester vive y trabaja en Rosario. Es abogada. Formó parte de 13 biromes, grupo de estudio dentro del taller literario de Marcelo Scalona, que escribió colectivamente (un capítulo cada uno) la novela Apucheta, publicada en la colección "Ciudad y orilla" de la editorial Homo Sapiens en 2010. Ese año también ganó el segundo premio municipal Manuel Musto por su primera novela, Patas de rana (EMR, 2010). Y el año pasado integró la antología de cuentistas rosarinas Nada que ver (Recovecos, Caballo Negro, Córdoba, 2012).
Curso fluvial o conjugación en primera persona del verbo reír (tres letras), en un nivel literal el Río del título se refiere a la ciudad brasileña. Allí, respondiendo a una oportunidad laboral, se dirige Diego, un arquitecto argentino sin empleo y con mucho desprecio por sí mismo, deprimido en medio del impasse de una relación tan cercana al electrocardiograma plano que él ni siquiera sabe si está separado o no. Entre el tedio y la ironía (entre Chéjov y Chandler), va narrando su periplo a través de un monólogo interior en primera persona que construye mundo por acumulación de datos banales, apuntados como al pasar: "hace 35 grados y es 20 de diciembre"; "somos setenta por ciento de agua". Diego es el antihéroe perfecto, que circula por su destino sin preguntar, haciendo caso omiso de los indicadores de peligro. De a poco, los detalles se irán revelando como indicios de una trama. Río es el relato de una búsqueda de redención, que conduce a algo más.
La maniobra de distracción (eso que los prestidigitadores llaman misdirection) se convierte aquí en un procedimiento narrativo magistral. No se sabrá de qué se trata casi hasta el final, cuando no haya vuelta atrás. No por nada la novelista toma prestada como banda de sonido una canción de Kill Bill, de Tarantino, guiño al universo de los gángsters que charlan sobre hamburguesas y que opera en varios niveles: como indicio ominoso del posible fin del amor pero también como presagio de una sordidez muy bien camuflada bajo las vidas mediocres de quienes lo reciben, en un estudio aparentemente normal. "La lluvia inspira pésimos poemas", reflexiona el narrador. Pero a Amanda Poliester le inspiró dos muy buenas novelas.
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