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Martes, 20 de agosto de 2013

CULTURA / ESPECTáCULOS › MUESTRA DE MARCELO VILLEGAS EN DIEGO OBLIGADO GALERíA DE ARTE

La reinvención de un concepto

La muestra individual es a la vez delicada y contundente, como un poema bien construido. Hablar de pintura y de abstracción es simplificar demasiado una obra exquisita, en la que los colores son planos y puros, como los de Mondrian.

 Por Beatriz Vignoli

Enramada. La palabra justa surge al fin ante los tres cuadros abstractos en lona calada que el rosarino Marcelo Villegas pintó para colgar en la pared del fondo de Diego Obligado Galería de arte (Bulevar Oroño 29) hasta el lunes 26 de agosto. Pueden verse siete pinturas más, repartidas entre un panel, una ficción de living, la trastienda y las otras paredes de sala. Son unas diez en total y configuran, como le gusta decir a su autor, un sistema. La muestra individual es a la vez delicada y contundente, como un poema bien construido. Enramada es la palabra que aporta el curador, Leandro Comba, contento con esa repetición de una misma composición en tres paletas diferentes.

Hablar de pintura y de abstracción es simplificar demasiado una obra exquisita. Los colores son planos y puros, como los de Mondrian (rojo, amarillo, azul, blanco y negro); cada lona es monocroma. La superposición de la lona calada de arriba con la entera de abajo genera la forma, cuya fascinación radica en lo no dicho, en lo implícito, en los segmentos de líneas rectas que le toca reconstruir al espectador. Transformar la pureza de la geometría en una maraña organizadamente caótica, sin renunciar a esa pureza, es el logro de Villegas en estas pinturas. Abstractas hasta por ahí nomás: la imagen que surge en ellas, al cabo de mirarlas por un rato, se parece a un cierto entramado, a ese vitraux natural que resulta de contemplar el cielo a través de un ramaje invernal sin follaje. A una enramada.

La repetición con variaciones es el secreto tras la belleza musical de estas obras, que restablecen para el arte contemporáneo algo así como la lógica constructiva de una composición. Ecos de Lucio Fontana, de Eduardo Serón y de Pablo Siquier resuenan en su poética. "Me gustaría que la obra invitara al juego de interpretar o inventarle un sentido a esos paisajes mentales o abstractos", propuso Villegas, cuya exposición convive en serena armonía estética con un grabado de María Suardi, justo uno de su muestra La geometría como naturaleza.

Marcelo Villegas trabajó en cerámica industrial. Estudió arte en Rosario en los talleres de Mauro Machado y de Clelia Barroso. Ya había ganado el Primer Premio de Pintura Telecom en el Arte cuando, alrededor de los 30 años de edad, obtuvo una beca de residencia en el European Ceramics Workcenter, de Hertogenbosch, Holanda. "Con un cuchillo comencé a hacer dibujos en la arcilla y a disfrutar de la experiencia del corte", relató. "El placer de atravesar el barro me cautivó y las formas orgánicas se fueron generando, fluyendo como algo natural. Esta obra transformó mi relación con el espacio", recuerda.

"La operación de corte es una herramienta junto con otras operaciones con las que vengo armando mi propio sistema de trabajo", cuenta ahora Villegas a esta cronista. La naturaleza del entorno, la intuición de la forma orgánica, la arquitectura del "vacío generado por los intersticios" (como dijo el propio autor en otra ocasión) son modos de aproximación a la grata experiencia estética de sus obras.

En otra serie, el protagonista es el ángulo recto. Con ellos construye Villegas sus "casas de luz" o vistas frontales de edificios imposibles, que semejan complejos ideogramas. Cada forma recortada en lona monocroma está pegada sobre foam (cartón pluma), dejando un margen. Este margen opera como un alero que arroja una sombra proyectada sobre la tabla blanca que sirve de base a toda la composición: así se genera una ilusión de tridimensionalidad, donde la sombra hace una sutil segunda tinta, móvil, cuya ubicación cambia según el ángulo de la luz. Como el de un edificio real, el aspecto de la obra es mutable. La obra no representa una construcción, sino que la presenta: la obra es esa construcción que representa, es esos ideogramas que como signos autorreferentes remiten a sí mismos.

Participa así Villegas del espíritu del minimalismo y del invencionismo, corriente modernista que tuvo su expresión orgánica en el grupo argentino Arte Concreto Invención. Si hay que adosarle una etiqueta, se lo puede ubicar a Villegas cerca del Neo Geo o Nueva Geometría que cundió en los años 80 y cuyo representante más conocido es su coetáneo, el estadounidense Peter Halley. Reescribe y subvierte dicha escuela algunos de los postulados del abstraccionismo geométrico de borde neto, cuyos tres dogmas estableció el crítico Clement Greenberg a mediados del siglo veinte: planimetría, ángulo recto y ausencia de anécdota. A la historia de la abstracción regional la conoce Villegas por su labor como integrante del equipo curatorial del Museo Castagnino. Tema para otra nota es el amoroso diálogo entre su obra y la de su pareja, la poeta y novelista Verónica Laurino.

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Una de las tres obras sobre lona calada de la muestra.
 
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