CULTURA / ESPECTáCULOS › EN LLAMAS, MáS DE LO MISMO SIN ACCIóN NI EMOCIóN
› Por Leandro Arteaga
Ante los pésimos ejemplos, mejor los buenos. Porque nada que se proponga, megalómanamente, En llamas no ha sido abordado antes por el (buen) cine de géneros. Que su realizador, Francis Lawrence, sea uno de sus exponentes actuales, no hace sino evidenciar lo que no hace falta explicitar; a saber: Constantine (2005) con Keanu Reeves y Soy Leyenda (2007) con Will Smith, contracaras -conformistas, bienpensantes- de sus fuentes originales: el cómic de Alan Moore/Delano/Carey (y tantos guionistas como dibujantes más, entre estos últimos el rosarino Marcelo Frusin), y la novela insigne de Richard Matheson.
Tampoco es que se le deba pedir nada extraño a un realizador que de autor nada, sino antes bien engranaje de películas sin alma, falsamente oscuras, mentirosamente provocadoras. Se excluye del comentario a las novelas de Suzanne Collins, quizás algo más perturbadoras, si bien con deudas evidentes hacia Battle Royale, novela del japonés Koushun Takami, devenida manga y películas.
La premisa de En llamas es otra vez (más de) lo mismo. Vuelta al ruedo en este enfrentamiento mortal dentro de un escenario falsamente salvaje, organizado como set televisivo para el consumo idiota de las masas. El futuro ha caído, y el estado de sitio es una costumbre que, de olvidarse, rápidamente se recuerda con golpes, saqueos, torturas y programas de tevé. La referencia hacia este tipo de contenidos, que la televisión actual hace proliferar de manera normal, es evidente. Cada uno encontrará el paralelo que más o menos le guste.
Ahora bien, que ello constituya per se una mirada crítica, disfrazada de relato de aventuras pre-revolucionario, es por lo menos un disparate. En este sentido, Katniss (Jennifer Lawrence) habrá de sobrellevar la más pesada de las cargas, sometida como se encuentra entre las exigencias del Presidente (Donald Sutherland), el rating, los amores contrariados, y la miseria de la gente ("su gente"). Violencia y atropello que no podrá eludir y que le llevarán -promesa de una tercera parte- a tomar las riendas del asunto. Como la líder que está destinada a ser. Porque, como de costumbre, nada más preciado que la figura mesiánica, capaz de redimir, salvar, exorcizar, y todo eso. Qué lejos de algo parecido, dado el caso, proponía la notable The Truman Show (1998), de Peter Weir, con su revuelta irónica. O antes bien, la lamentablemente profética Network, poder que mata (1976), de Sidney Lumet.
Por último, el gran ejemplo. Lo que significa que, antes que líderes salvadores o promesas de bienaventuranzas, mejor pelear con Rody Piper y sus lentes negros a lo largo de las calles, infestadas por extraterrestres burgueses y publicidades subliminales, de They Live! (1988). Pero es John Carpenter, es un cineasta.
Los juegos del hambre: En llamas. 4 (cuatro) puntos.
(The Hunger Games: Catching Fire)
EE.UU., 2013.
Dirección: Francis Lawrence.
Fotografía: Jo Willems.
Música: James Newton Howard.
Montaje: Alan Edward Bell.
Guión: Simon Beaufoy, Michael Arndt, a partir de la novela de Suzanne Collins.
Reparto: Jennifer Lawrence, Liam Hemsworth, Woody Harrelson, Josh Hutcherson, Donald Sutherland, Elizabeth Banks, Lenny Kravitz, Stanley Tucci, Jena Malone.
Duración: 146 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
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