CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. EL DOCUMENTAL EL OTRO MARADONA SUMA DOS FUNCIONES EN ARTEóN
Escrito y dirigido por el rosarino Gabriel Amiel junto a Ezequiel Luka, el film se centra en la vida de Goyo Carrizo, amigo de la infancia de Diego en Villa Fiorito, y apuntado como un jugador de igual talento que el Diez.
› Por Edgardo Pérez Castillo
Goyo Carrizo vive en Villa Fiorito. Desde allí viaja a distintos puntos del país buscando a jóvenes talentos, ansiando junto a ellos un buen destino en los grandes clubes del fútbol argentino. Como queriendo reescribir su propia historia, Carrizo busca y enseña llevando su leyenda a cuestas: allá, en Fiorito, son muchos los que todavía aseguran que Goyo jugaba igual, o mejor, que su gran amigo de la infancia: Diego Armando Maradona. Ese pasado de infantil alegría y éxito con Los Cebollitas luego resultaría esquivo, pero Goyo siguió cargando con la leyenda. En El otro Maradona, el film escrito y dirigido por el rosarino Gabriel Amiel junto a Ezequiel Luka que ayer tuvo su estreno nacional en Rosario, es posible descubrir la singularidad de Carrizo, en un documental que volverá a proyectarse pasado mañana y el martes (a las 21) en Arteón, Sarmiento 778.
Planteada como una obra de observación, con una estructura más próxima a la ficción, aunque sin apelar a dramatización alguna, la película tuvo su disparador a mediados de los 2000, cuando Amiel y Luka tenían a su cargo la tarea de selección de los niños futbolistas que encarnarían a Los Cebollitas en el film La mano de Dios de Marco Risi. En ese marco, decidieron desarrollar un proyecto vinculado con el mundo de las inferiores en el fútbol. Hasta que Goyo Carrizo se cruzó en su camino. "En algún momento, desde la producción de la película lo convocaron a Goyo para que fuera una especie de couch de las escenas de fútbol, de las que de alguna manera él había sido protagonista --recuerda Amiel a Rosario/12--. Así quedamos en contacto con él, porque le llevábamos a los chicos para que los preparara. Cuando lo conocimos abandonamos la idea de la fábrica de jugadores y empezamos con el proyecto de hacer un documental sobre Goyo".
A partir de la obtención de dos premios para desarrollo de guión --de la Jan Vrijman Fund holandesa y La Fundación Carolina--, y de acceder a los recursos para la financiación del film (que contó con el respaldo de Casamérica y del Incaa) los directores lograron desarrollar el grueso de un rodaje entre fines de 2011 y 2012, en un proyecto que tiene también algunas perlas de archivo. "Hay varias imágenes de distintos años. Estuvimos con Goyo en los momentos en que pasaban cosas importantes. Hay planos de 2008, de 2009, de 2010. Y también hay algo muy interesante que es que conseguimos unas imágenes de Los Cebollitas jugando. Es una joyita que logramos conseguir, porque esas imágenes no se han visto casi nunca".
- Para ustedes como guionistas y directores debe haber significado un desafío abordar al personaje de Carrizo desde su singularidad, corriéndose del factor por el que todo el mundo lo conoce: su relación con Maradona, ésa que termina haciendo de Goyo una especie de reflejo de Diego.
- Sí, de hecho si bien la película se mueve en el mundo del fútbol, es ése el mundo que explora, la realidad es que es una película sobre un personaje, una situación dramática de la vida de ese personaje, que fue no llegar en su carrera. Y tener, quizás como espejo invertido, a la figura de Maradona, que no sólo llegó a primera, sino que fue quien fue. De alguna manera ése fue el motor de la historia, ver un poco más allá de la cuestión del éxito o del fracaso en la carrera, ver qué es lo que le pasa a una persona que de repente construye su vida por lo que no fue. Un poco Goyo se definía a sí mismo por lo que no logró ser, no llegar a lo que llegó el amiguito, porque en la infancia los comparaban y decían que él era igual o mejor que Maradona. Uno crece con esas cosas y de repente la realidad se impone, lo encuentra en otro lugar, en Fiorito, y todo éso lo deja en un estado que finalmente lo acompañó durante bastante tiempo, porque transitó durante años una depresión muy grande. Lo que más nos interesaba de la película era la parte humana y esto del otro: de estar siempre midiéndose con otros y los resultados que eso tiene en la personalidad de alguien. Filmamos la película pensando mucho en la historia humana que había con Goyo, que de alguna manera representa la historia de muchos. Tanto de muchos jugadores de fútbol como de gente que se siente fracasada (después, que haya fracasado o haya tenido éxito son percepciones subjetivas de cada persona). En ese sentido, creo que logramos llegar a lo más íntimo de Goyo y se reveló un poco esta incógnita que teníamos: cómo se comporta alguien que sufre esta situación y cómo lo transita hoy en día.
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