Miércoles, 30 de abril de 2014 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. ALBORADA DEL CANTO, REEDITADO POR IVáN ROSADO
La editorial rosarina resucitó al primer libro de la poeta santafesina, incluyendo las ilustraciones originales de Gambartes.
Por Beatriz Vignoli
"El viento de la nada/ pega sus alas/ en los vidrios sin forma/ del silencio". En estos cuatro versos, escritos antes de los 22 años, ya se expresan la síntesis de estilo, la pureza de lenguaje y la singular cosmovisión de Beatriz Vallejos (Santa Fe, 1922 Rosario, 2007). El poema reformula en términos de eficacia la relación entre contenido y forma. La "nada", aquí, no se opone al ser sino para plasmarlo. La de Vallejos es una poesía que busca la intemperie, y a la vez parece fundarse sobre un deber ético de felicidad. Estos versos pertenecen al comienzo de su poema "Viento", incluido en la primera sección de su primer libro, Alborada del canto. En el año 1944, un jurado compuesto por Horacio Correa, Santiago de Bernardi, Luis Gudiño Kramer, Francisco Valdés y Amaro Villanueva, le otorgó al poemario el Primer Premio "Poeta Joven Inédito" de la Biblioteca Mariano Moreno de Santa Fe. El libro fue publicado en 1945, en Santa Fe, por la editorial Castelví, con ilustraciones de Leónidas Gambartes.
Sería elogiado diez años después por un integrante del jurado: "Beatriz Vallejos, posiblemente por su carácter retraído, ha podido salvar casi intactos los tesoros que el niño trae desde regiones oscuras e inexploradas y que constituyen ese mundo poético que está en el creador, y sin el cual la poesía no alcanza a remontarse más allá de la retórica o del estilo culto o bello. El mundo de Beatriz Vallejos madura incansablemente; se redondea y alcanza plenitud y su milagro se nos ofrece en muchos de estos leves poemas de Alborada del canto. Para apreciarlos se requiere alguna sensibilidad; no atraen por su apariencia; no son pedantescos y deslumbrantes. Su tono es menor, como de elegía y muy sentido; las imágenes son finas, originales y congruentes", escribe Gudiño Kramer en Escritores y plásticos del Litoral (Ediciones de El Litoral, Santa Fe, 1955).
"Aquellos poemas constituyen un ilustrativo proceso de creación artística, de acuerdo con su título, y el lector puede advertir cómo han ido adquiriendo formas, en el mundo poético de una muchacha, ahora madurando en la vida múltiple del canto, la creación y la lucha": así comenzaba Gudiño Kramer su reseña. El texto forma parte del archivo reunido por Elena Rigatuso y Celia Fontán, y es citado por el editor Daniel García Helder en la cronología que acompaña los poemas reunidos en El collar de arena (Editorial Municipal de Rosario y Universidad Nacional del Litoral, 2012). Pero en esta obra poética reunida no se incluye aquel libro inicial, respetando su exclusión de una obra reunida parcial: El collar de arena (Colmegna, Santa Fe, 1980).
El brillo en los ojos de Ana Wandzik y de Maximiliano Masuelli (editores del sello independiente Iván Rosado) cuando supieron de la existencia de aquel primer libro, es una de esas cosas que no se olvidan así nomás. Quien les pasó el dato supo que no se detendrían hasta ver, más que reeditado, resucitado a Alborada del canto, que Iván Rosado reeditó este año con su cuidado habitual, recuperando las ilustraciones originales de Gambartes y sumando fotos desconocidas de la autora en su juventud. Era la de Vallejos (casada y madre de un hijo) una juventud distinta a la de hoy; estaba cargada de compromisos personales y políticos, entre el hogar y la militancia, a la sombra de una segunda guerra mundial ya camino de la paz. De esto último hablan los poemas más "maduros", más urgentes y menos interesantes de las otras dos secciones. Son los que peor resistieron el paso del tiempo, a diferencia de la música prístina de los primeros, donde reverberan ecos de la copla popular que a su vez resonaba en la poesía de León Felipe (una influencia clave en Vallejos, a partir de su visita a Rosario y su charla en Amigos del Arte) y Federico García Lorca.
Alborada del canto se presentará este sábado 3 de mayo a las 20 en el bar Bon Scott (Ricchieri 131) con lecturas de los poemas del libro por Claudia del Río, Julia Enriquez y Agustín González. "Fue un libro feliz", dice Celia Fontán en la contratapa. Y sigue siéndolo.
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