Miércoles, 15 de octubre de 2014 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › ENTREVISTA AL ESCRITOR DE POLICIALES LEONARDO OYOLA
Por Leandro Arteaga
A Leonardo Oyola parece acompañarlo un estado de gracia que tiñe de afecto lo que toca. Será por su atención constante a los lectores. No en vano, su presencia fue de las más concurridas durante el festival de literatura policial La Chicago argentina. El autor de Santería y Kryptonita sabe cómo codificar el vínculo: "Cerveceando", dice a Rosario/12, como analogía de su "mucha alegría", de estar "agradecido, participando de encuentros muy bonitos".
Su lugar dentro de este mapa, compuesto por tantos escritores que hacen del policial su elección, es algo que rápidamente compara: "Creo que fui como Bruce Willis en el Nakatomi Plaza, estuve en el momento justo, hice lo que tenía que hacer", apunta en alusión a Duro de matar.
Entre sus premios destaca el Dashiell Hammett, obtenido en 2008 durante la Semana Negra de Gijón por Chamamé. En ese festival, explica, notó la "necesidad de encuentro entre el autor y el lector del policial, durante un clima de cercanía, de fiesta, de cofradía entre colegas: se arman unas cenas muy hermosas, no sólo para ver en qué anda cada uno, sino para saber qué se está leyendo, las opiniones, y para conocer este tipo de lugares con toda su riqueza. Si bien me falta patear más las calles de Rosario, lo que estuve escuchando ha sido muy movilizante".
- Es notable cómo el policial se redimensiona. Literatura, cine, periodismo, todos participamos del género. Podríamos decir que nadie es inocente.
- Creo que lo más fuerte de este último tiempo es lo omnipresente de los medios, pero ni siquiera con el medio de comunicación tal como lo conocíamos, sino desde la figura del testigo casual. Hoy vos tenés un celular con una cámara, podés grabar un hecho, levantarlo a Internet. ¿Cuál es la necesidad de ver eso? ¿Hay una cuota de morbo o una cuota de realidad? Me choca mucho cuando veo esos posteos, con un lugar que uno reconoce, para ver lo que está pasando en el momento. Todo eso la literatura lo toma siempre con delay, y si hay algún género que resiste más, ése es el policial, ya que como híbrido se puede nutrir de la ciencia ficción, de la comedia, puede coquetear con el terror -el más psicológico o el gore-, y seguir siendo la columna vertebral.
- Tus historias y personajes habitan los márgenes. ¿Cómo aparece esta elección?
- Desde lo personal, es por haber dejado de vivir en lugares así. Siempre cuento lo mismo: mis dos primeras novelas son policiales, de época, y transcurren en Capital Federal. Cuando me alejé pude tomar distancia de esa realidad cotidiana, pude hacer ficción con las cosas que uno vio, escuchó, le tocaron. En definitiva, sé que estoy haciendo género, ficción, pero obviamente el asidero de verdad tiene una parte muy fuerte en esa realidad que a uno le tocó inesperadamente, en lo social. Creo que jamás busqué hacer algún tipo de denuncia, sino que hay cosas que escuché o vi, y comprobé, y que quedaron latiendo, esperando a que fueran usadas. Es el caso de Kryptonita: la profesión de su narrador es algo que sabía desde hace un tiempo importante. Entre las cartas que tenía para barajar ese personaje, me di cuenta que la que le venía como anillo al dedo era la de nochero.
Una línea de diálogo esencial, Oyola la encuentra sobre el final de la película Vivir al límite: "Cuando al tipo le dan la baja y vuelve a su familia, a su mujer y su bebito recién nacido. Ve al bebé y le dice: 'Hoy te gusta todo esto. Cuando crezcas cada vez te van a ir gustando menos cosas, vas a depender de menos. Después, cuando seas adulto, las cosas serán dos. A papá le interesa sólo una'. Te hacen el corte y ves al tipo volviendo a Irak, a desactivar bombas. Es un ejemplo terrible pero a la vez honesto. De adulto nos empieza a pasar eso. Están quienes pueden con dos, tres amores, y después estamos los que podemos sólo con uno".
* Con la colaboración de Pablo Zini, de Más tarde que nunca (Radio Universidad Rosario)
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