Miércoles, 12 de noviembre de 2014 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LUCES DE ARRANQUE, CUENTOS DE FRANCISCO BITAR
Hace dos años, el poeta Francisco Bitar (Santa Fe, 1981) ya había demostrado su dominio del recurso del correlato objetivo con una primera novela, Tambor de arranque (EMR, 2012), ganadora (junto a otra de Mario Castells) de la primera edición del Concurso Provincial de Novela Corta de la Editorial Municipal de Rosario. Ha vuelto a sorprender con Luces de Navidad (UNL/Espacio Santafesino, 2014), libro de cuentos que obtuvo el premio Alcides Greca 2014 en la categoría obras inéditas y fue publicado este año en la colección Los premios.
El jurado, integrado por Elvio Gandolfo, Carlos Ríos y Eugenia Almeida, coincidió en destacar que "en cada cuento, la complejidad de las relaciones interpersonales de personajes tomados de la vida cotidiana es captada, con eficacia infrecuente, desde el mundo apenas visible de los detalles". Si en Tambor de arranque, casi sin diálogos y sin ninguna estridencia, Bitar narraba indirectamente el dolor de la decadencia y la separación de una pareja a través de los síntomas de disolución que acometen a los objetos y mascotas en común (el auto que se rompe, el perro que se enferma, las botellas vacías con agua de lluvia estancada que entre malezas se va pudriendo en el jardín), en los nueve cuentos del nuevo libro compone un mundo humano de conflictos profundos y casi imperceptibles, cuya ínfima expresión es inseparable de las cosas y alimentos que acompañan la vida cotidiana.
Un suave humor irónico sobrevuela casi tierno estas mini tragedias de entrecasa, por todo lo cual puede decirse que Bitar ya posee carta de ciudadanía vitalicia en su propia comarca suburbana a lo John Cheever, sólo que en versión santafesina y cambiando los planos americanos por el plano detalle. Un personaje masculino pica morrones en la cocina y tiene un auto que no arranca; otro, femenino, lleva un pantalón chupín negro y una pulsera de tachas, y come "en un bar con mesas de caño y sillas de plástico". Sus destinos se definen en esas pequeñas cosas, mientras estas sean donde la cotidianeidad se sostiene; cuando se rompe (siempre en un quiebre súbito pero bajo la presión acumulada de mucho tiempo, como los glaciares y los puentes), la eficacia minimalista de Bitar logra transmitir sin dramatismo, pero con contundencia, la devastación interior de aquel que perdió todo.
Un recurso predilecto (que también empleó Hemingway) es poner al protagonista de la tragedia en un verosímil y gris segundo plano, desde donde va ganando protagonismo; esto produce, en cuentos como el que da título al libro ("Luces de navidad") o en el que lo cierra ("Lo último"), un desplazamiento de lo extraño hacia lo familiar donde se luce la implacable sutileza de una partida de ajedrez bien jugada.
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