CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. CóMPLICE EN LA MIRADA, DE ANTONIA TALETI
Fundadora del grupo "Cuando el río suena", la autora reúne
obras con una cotidianidad transfigurada por una dicha
momentánea. Su poesía posee el raro don de comunicar felicidad.
› Por Beatriz Vignoli
El año pasado se presentó en el Museo Estévez de Rosario el tercer libro de poemas de Antonia Taleti: Cómplice en la mirada (El Mono Armado, Buenos Aires, 2014). El video de la primera parte de la presentación publicado en YouTube registra la lectura de uno de los poemas, a dos voces entre la autora y Florencia Lo Celso, con una intensa intervención de la poeta y actriz María Lanese. "En cuclillas, encharcada/ detrás de la puerta (...)/ tiraste el toallón al piso", comienza el poema, que narra en estilo críptico y dramático un caso de infanticidio, con detalles muy similares (el baño, la hermana mayor) al de Romina Tejerina. La última estrofa se abre con una fecha: "noviembre ocho". El texto se cierra con una imagen metafórica: "hace frío/ el agua castiga y deja/ sin pétalos el rosal./ ¿A quién contarle/ y a quién le importa/ si las rosas se marchitan?".
Hay un equilibrio extraño entre lo trágico del tema y la serenidad clásica del tono. Esta mesura proviene en parte de su dominio de la musicalidad y el ritmo, que dota al verso libre de una majestuosidad semejante a la del verso medido; y en parte, también, del cuidado en elegir cada palabra. Algunas de sus palabras provienen de un dialecto ancestral. La de Antonia Taleti es una poesía lírica y narrativa a la vez, que puede leerse como microrrelato y que toma como centro de la anécdota lo que alguna vez alguien denominó "el espacio sagrado". Ese espacio sagrado constituye lo central de cada poema. Puede tratarse de un jardín que evoca la infancia o de un ámbito ritual exótico que funcione como escenario para la epifanía.
Cómplice en la mirada se divide en tres partes según la fuente de inspiración de la escritura: Cuentos, Viajes y Ciudades. El libro es mucho más breve de lo que el volumen aparenta, con sus hojas gruesas impresas de un solo lado. El paratexto sobrecarga las páginas: demasiados epígrafes y dedicatorias distraen un poco de la luminosa eficacia de los poemas. Estos son al fin un puñado de textos breves. Tras leerlos queda la sensación de haber rozado al vuelo algo fantástico y portentoso que dejó un rastro de oro en las manos. Salvo por el texto citado al principio (la narración en verso de un drama que transcurre en el infierno de la vida real), el entorno donde sucede la experiencia que recobran o que construyen estos poemas parece estar más allá de este mundo, en un ámbito de belleza sobrenatural. Y sin embargo, se reconocen detalles de lo cotidiano. Pero es una cotidianidad transfigurada por una dicha momentánea. La poesía de Antonia Taleti posee el raro don de comunicar felicidad.
"La tarde diluye su celeste/ mientras los pájaros se demoran/ sobre viejos alambres a la escucha/ cuando los versos deslíen su ritmo/ su sentido en la voz que lee/ en un patio con fuente/ que contiene otros patios antiguos./ Una niña atraviesa la fisura/ y recupera intacto/ ese instante./ En el envés de la hoja/ otra hoja, otra cara/ ignorada sujeta al soporte/ como una sombra atada a su sustento,/ la superficie lustrosa y la otra, arrugada./ Yo era una niña en el tiempo de las niñas", escribe. Y no importa si esa niñez existió o fue inventada como edad de oro de un mito personal: existe en el poema, que la atesora en su liturgia profana para compartirla.
Antonia Taleti es profesora en Letras por la Universidad Nacional de Rosario, ciudad donde nació en una fecha que la solapa del libro no precisa. Es miembro fundador del centro de Estudios Orientales de la UNR y del grupo independiente de gestión cultural "Cuando el río suena", que integra con otras poetas: Lo Celso, Graciela Aletta de Sylvas, Gloria Lenardón, Alejandra Méndez, Marta Ortiz, Jorgelina Paladini, Ana Russo y Mariana Vacs. Participó en el Festival Internacional de Poesía de Rosario y en otros eventos. Coordina talleres literarios. Ha publicado, en poesía, La voz que nunca alcanzo (Ciudad Gótica, Rosario, 2004) y Río de paso (Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 2009). En ensayo, escribió sobre la narrativa de María Elvira Sagarzazu. Sus poemas han sido traducidos al italiano y se incluyen en antologías, nacionales e internacionales. Algunos han sido publicados en blogs y otros sitios web en Internet.
El mar y lo ancestral, o lo exótico, en contrapunto con el familiar y rosarino río Paraná, son recurrentes en su libro anterior, Río de paso. En el nuevo, vuelve al océano atlántico de sus vacaciones de cada verano, al que invoca así: "Mar de antiguas palabras/ acumulaste dunas mientras/ las gaviotas diseñaban/ sobre un espacio sin marcas de pies/ las claves del secreto que todavía ocultan./ Antiguo mar de bellas palabras,/ ¿Quién ruge a quién entre tus olas?".
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