Con su personal combinación de juego y ensoñación, Juana Molina ha ido construyendo un repertorio distintivo y señero dentro de la escena independiente argentina. A casi veinte años de su irrupción en la música (desembarco que le valió las críticas, hoy seguramente arrepentidas, de aquellos medios que no lograban perdonar el retiro de la Molina-actriz), la cantante, guitarrista y compositora disfruta de un reconocimiento que desde hace tiempo se sostiene en Japón, Estados Unidos y Europa. Un reconocimiento que volvió a repetirse con el lanzamiento de Wed 21, su sexto disco, al que hoy despedirá con un show gratuito en la explanada del Museo Castagnino (Oroño y Pellegrini).

Programada para las 21, la función abrirá con la actuación de Atilio y los Alimonados y su musicalización sobre obras de Federico García Lorca y, en segundo turno, Molina recorrerá el elogiado Wed 21 junto a Diego López de Arcaute (batería) y Odín Schwartz (teclados, guitarra y voces), en un concierto cuya gratuidad entusiasma a la cantante, que anticipa: "Es de los shows que van cerrando la gira del disco nuevo, antes de ponerme a grabar el próximo, que empecé esta semana. Lo que tiene de bueno es que es el show que venimos haciendo hace más de un año, que está aceitadísimo. Me encanta cómo está saliendo, siento que todo está agarrado. Tengo muchas cosas técnicas, entonces no tengo que estar pendiente de si habilité un botón o no, si loopeé una cosa o si me olvidé. Como todo eso se mecanizó mucho ahora podemos interpretar y disfrutar mucho más. Así que esperemos que todas las condiciones se den como para repetir algunas de nuestras hermosas experiencias".

- Cada disco significó la posibilidad de que buscaras nuevos caminos de composición, de instrumentación. ¿Estás atravesando ese proceso?

- En realidad no tengo muchas cosas. Por suerte ahora conseguí unos sponsors: increíblemente por primera vez alguien se ha interesado en darme equipos, y me dieron un montón de cosas que todavía no probé. Pero ya la tarde que me los llevaron (que fue la semana pasada, en Tokyo), armamos todo en el camarín y ese día salieron unas cosas buenísimas. Me dio mucho entusiasmo, porque lo que uno toca medio que lo toca porque el instrumento se lo dice: "Conmigo hacé ésto". Yo me dejo llevar por los instrumentos y hago lo que les es más cómodo a ellos. Siempre pasa que cuando viene un sonido nuevo inmediatamente aparecen temas nuevos. No sé por qué, pero pasa, y eso me entusiasmó mucho, así que cuando volvamos de Rosario vamos a empezar a armar todo. Lo que hice hasta ahora fue ordenar y ver qué tengo, porque siempre necesito algo de dónde agarrarme para empezar. En general, en las pruebas de sonido o en los ensayos toco cosas que no son los temas y las grabo así nomás. Ahí ya hay varias semillas de cosas que podrían llegar a ser. Después quizás no sirve ninguna, pero sí me sirven para empezar a trabajar.

- En ese sentido seguís teniendo una mirada muy lúdica de lo que es la música, de cómo jugar con ella. Lo cual parte en definitiva de la falta de prejuicios que te ha caracterizado musicalmente.

- Sí, pero más que nada es que al principio cuando tengo que grabar un disco estoy medio distraída, entonces voy un ratito al estudio, me acuerdo que tengo que hacer otra cosa y busco cualquier pavada que me distraiga un rato. Pero una vez que la cosa me toma siento que me subo a una especie de alfombra mágica y no hago más nada. Te juro que siento que no hago más nada, las cosas pasan. Cuesta al principio, tengo que armar, meterme, pero después todo eso desaparece y aparece ese mundo abstracto que es la música, donde desaparece por completo el pensamiento. Realmente hacer música me coloca en un estado lindísimo. Y me encanta estar en ese lugar.