Mié 20.05.2015
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. DONDE EMPIEZA A MOVERSE EL MUNDO DE CARINA RADILOV CHIROV

Cuentos con mujeres salvajes

Con prosa precisa, la escritora presenta siete historias de mujeres que, en un interior argentino marcado por los estragos de los años 90, despliegan imperceptibles actos de rebeldía haciendo carne un vago deseo sin destino.

› Por Beatriz Vignoli

Según el diccionario, un suncho es "una abrazadera que sirve para dar fortaleza a las estructuras" y también un arbusto de hojas perennes del norte de Argentina, donde se lo conoce como chilca. De esas plantas silvestres viene el nombre de la localidad agroindustrial de Sunchales (provincia de Santa Fe) donde Carina Radilov Chirov nació en 1972, vive, enseña en la escuela media, organiza ciclos de lectura y ambienta su obra literaria. Su primer libro, el poemario Flor del llano (en cuyo título resuena el eco de Flourensia campestris, nombre científico del suncho), tuvo una primera edición en Rafaela en 2009 por el sello Nunca tengo razón y una segunda en Rosario por Espiral Calipso en 2010. El pasado 9 de mayo, en la tercera jornada del Festival de Literatura de Santa Fe (FeLiSa), se presentó su primer libro de cuentos, Donde empieza a moverse el mundo. El año pasado, el libro fue publicado en Córdoba y presentado en esa ciudad por la editorial Nudista, de Martín Maigua, cuyo catálogo (que la distribuidora Galerna hace llegar a librerías de todo el país) está entre lo más interesante de lo que se viene escribiendo en Argentina.

"Siete mujeres, siete edades, siete destinos", escribe Fernando Callero en la contratapa de estos siete cuentos que transcurren en el "llano mediterráneo entre Santa Fe y Córdoba", precisa Callero. La frase del título, Donde empieza a moverse el mundo, nombra lo que las protagonistas ansían encontrar más allá del horizonte, allende los confines de su rutina de pueblo: "algo", no saben bien qué, libradas como están al puro goce de la nada, llaneras solitarias del vacío.

"En el espacio nadie te oye gritar", decía el eslogan del film Alien I, cuya nocturnidad eterna es comparable al desamparo caluroso de la siesta que con precisión alucinatoria describe Radilov Chirov: un hastío, una orfandad y un calor implacables donde el viento norte enloquece a las personas y la única certeza es la de que "todo es resbaladizo, una arcada de asco leve que no llega a náusea". Todo termina siendo dicho con el cuerpo, en un entorno social y geográfico abrumadoramente físico y sin lugar para la palabra de ellas.

Es en ese entorno donde estas mujeres salvajes despliegan sus imperceptibles actos de rebeldía, haciendo carne un vago deseo sin destino donde se mezclan el amor, el odio, el sexo y la muerte. La Choli, la púber feral que reina en el cañaveral entre los residuos industriales de la fábrica de lácteos, tiene su contraparte joven en la Roxana de "Muñeca rota" y adolescente en la Mariana de "Cuando calma el viento". La narradora les supone el saber de la otra mujer: son sus amigas, sus guías aunque al final todo se estrelle. La otra puede ser una profesora o una rival, la nueva novia del padre ("Código X"). La tensión entre madres e hijas bordea el infanticidio ("Cerezas negras") o el matricidio, como en el cuento que da título al libro. La soledad del camino ofrece el reducto perfecto para la fantasía erótica secreta ("La novia de Frankie").

Las mujeres de estos cuentos de Radilov Chirov consumen artículos de cultura popular que funcionan como marcas de edades y épocas (la revista Intervalo, la banda de rock REM). La autora las deja expresarse sin interferir ni opinar, sin dramatismo, describiendo y narrando los estragos de los '90 en el interior del país con una prosa que tiene la precisión de la poesía.

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