CULTURA / ESPECTáCULOS › PARQUE LEZAMA, LA óPERA PRIMA TEATRAL DE JUAN JOSé CAMPANELLA LLEGó A ROSARIO.
Fiel a sí mismo, Campanella vuelve aquí a la solidaridad, la infancia, los lugares perdidos y la nostalgia por recuperarlos.
› Por Julio Cejas
Muchas veces el teatro, más allá del entretenimiento, de la emoción, de las buenas actuaciones y las buenas puestas; se constituye en una inmejorable herramienta que nos da las pistas necesarias para chequear el estado de salud de una sociedad. A contramano de los formadores de conciencia, disfrazados de comunicadores mediáticos que pregonan el caos de una sociedad victimizada por una violencia inusitada, la repercusión de obras como Parque Lezama, que llegó el jueves a Rosario y que se despide hoy a las 20 en el teatro Fundación Astengo (Mitre 754), habla de la consistencia de algunos valores que por suerte "no garpan", como se dice brutalmente, sino que se consolidan en algunos aspectos.
Toda la filmografía de Juan José Campanella es una confirmación de esta hipótesis y no es casual que en esta su primer obra teatral el director de Luna de Avellaneda, El secreto de tus ojos y Metegol, vuelva sobre ciertas temáticas que tienen que ver con la solidaridad, la infancia, los lugares perdidos y la nostalgia por recuperar los espacios que nos fueron arrebatados por los neoliberalismos de turno.
Más allá de sus pinceladas de ternura y las consabidas reflexiones sobre la vejez y los interrogantes acerca del qué hacer con los viejos, "después de habernos servido bien", como dice Serrat en "A quien corresponda", Parque Lezama se conecta con el espectador a partir de las travesuras de dos seres tan entrañables como León Schwart y Antonio Cardoso.
Schwart polifacético y romántico, alguien que está mutando permanentemente de identidad para poder adaptarse a los avatares de una sociedad que lo provoca y a la que según su quijotesca vocación tendrá que combatir como lo haría todo viejo cuadro comunista.
Cardoso es la otra cara de la moneda, pretende no "hacer olas" para disfrutar de una vejez sin contratiempos, lo único que le preocupa es perder la vista y no poder seguir trabajando en un edificio donde cuida una caldera que está a punto de ser jubilada igual que él.
Y como dice el refrán, "siempre existe un roto para un descosido", inevitablemente se tenían que encontrar y en un sitio tan pintoresco como el Parque Lezama, escenario donde no casualmente, Ernesto Sabato situó su inolvidable novela "Sobre héroes y tumbas".
Campanella adaptó la obra de Herb Gardner "I'm Not Rappaport" donde la acción transcurría en el Central Park de Nueva York, para traer a los protagonistas a estos pagos y encontrar muchas similitudes con los personajes originales.
Más allá de la extensión de esta versión que marca el debut de Campanella como director teatral, se destaca la capacidad interpretativa de dos actores de la talla de Luis Brandoni que con un solo guiño puede acomodarse en la piel de Schwart y el oficio y la construcción minuciosa por parte de Eduardo Blanco, de ese Cardoso cuya tartamudez y su movimiento espasmódico lo convierten en uno de sus mejores trabajos artísticos.
Los dos actores enmarcados en esa sobria emulación de un retazo del bucólico Parque Lezama reconstruido con la solvencia y el buen gusto de Cecilia Monti, responsable también del vestuario y el acompañamiento musical del prolífico maestro Emilio Kauderer, a quien le debemos la banda sonora de películas como El mismo amor, la misma lluvia y series televisivas como Vientos de Agua.
Los personajes secundarios interpretados por Marcela Guerty, Iván Espeche, Gabriel Gallicchio, Federico Llambi y Carla Quevedo , atraviesan la escena en episodios bastante breves que no siempre les permiten un desarrollo dramático más elaborado.
La dirección deja que la dupla Brandoni Blanco se haga cargo de la escena y esto también reivindica una vez más esa capacidad que es exclusiva del teatro de conectar con el público a partir de respirar todos el mismo aire.
En tiempos como los que corren, esta obra va más allá de la conceptualización de "comedia risueña", Parque Lezama nos hace cosquillas en el sitio más frágil, en el lugar en el que la nostalgia y los sueños perdidos parecieran volver a oxigenarse para respirar un aire más puro: Todavía hay soñadores que creen que se puede cambiar el mundo.
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