Sábado, 18 de julio de 2015 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › TEATRO. HéCTOR ANSALDI CELEBRA LOS 35 AñOS DE PIRIPINCHO
Creado por el actor, director y dramaturgo para ocupar un rol secundario en el programa Pepona Popina de Canal 9, el personaje ganó peso propio y se convirtió en un ícono del teatro para niños. Hoy repasará su historia en el Broadway.
Por Edgardo Pérez Castillo
Al igual que otras grandes creaciones, el azar incidió en el nacimiento de Piripincho, el personaje que Héctor Ansaldi comenzó a delinear para el programa Pepona Popina que Carlos Serrano dirigía en Canal 9 de Buenos Aires. De aquella primera aparición, bajo el nombre Pelopincho, transcurrieron ya 35 años, y no fue sólo un cambio de nombre el que atravesó el payaso: luego de aquella aparición como humilde partenaire Piripincho creció hasta convertirse en un clásico del teatro para niños. Una condición que esta tarde, a las 16, quedará en evidencia cuando distintas generaciones se reúnan en el Teatro Broadway (San Lorenzo 1223) para celebrar el aniversario del icónico personaje.
Atento a esa convivencia, Ansaldi delineó un espectáculo en el que habrá lugar para la nostalgia. "La función tiene mucho que ver con una celebración --anticipa a Rosario/12--. Va a haber algunas cosas documentales, además de actores que hicieron papeles originales que después no se hicieron más. Para mí va a ser muy emocionante".
Nacido en Venado Tuerto, Ansaldi encontró en Rosario el aire necesario para que Piripincho creciera hasta convertirse en un nombre referencial del arte local. Incluso cuando su prototipo hizo su aparición en los sets de Canal 9, a los que Ansaldi llegó como miembro del elenco de Serrano, a quien reconoce como uno de sus tres grandes maestros, en una lista que se completa con Miguel Bebán y Mirko Buchín. "Con Carlos estábamos haciendo Pepona Popina y yo tenía que hacer otro personaje --recuerda--. Pero como no aparecía en los primeros capítulos me propuso que armara algo para poder cobrar la quincena. Me dijo que me pusiera cualquier cosa, en un programa que era tipo El Chavo, pero más fantástico. Y encontré unos dientes que había usado para una obra con Mirko en el Teatro Universitario. Todo lo que me ponía era muy incómodo, y no tenía ni letra para decir. Pero quedó ese personaje, que se llamó Pelopincho. Y como pegaba tanto con los chicos, empecé a escribir una obra. Y no sé por qué, pero cuando empecé a escribir esa obra tuve como una idea de que iba a pegar, tenía esa intuición, lo vislumbré. Y es un poco lo que pasó".
- ¿Piripincho ya tenía entonces sus rasgos actuales?
- No, tenía algunas características en común, los dientes y la peluca. Pero el pelo era incluso más parecido al mío... ¡no sé por qué me ponía una peluca! Una vez se me cayó en una grabación y los chicos me preguntaban para qué me la ponía, si mi pelo era peor (risas). Y a los dientes, que eran más reales, un día me los olvidé: iba en el ómnibus a grabar a Buenos Aires, me dormí y soñé que me los hacía con un vasito de yogur. Entonces llegué, me compré un yogur, que también lo había soñado, y me los hice.
Culminada la experiencia televisiva, y decidido a darle protagonismo a su personaje con una obra propia, Ansaldi terminó de ajustar ciertos rasgos, otorgándole un histrionismo que aquel primer payaso, por su rol secundario, no tenía. Piripincho comenzaba a transitar un camino que lo convertiría en clásico. Aunque el éxito traería aparejados algunos contratiempos para Ansaldi, que debió sobrellevar una disputa legal con su antiguo maestro: "Serrano me hizo un juicio por el personaje, porque decía que era copia de Pelopincho, pero yo sostenía que a Pelopincho también lo había hecho yo. Todo ese juicio fue muy ridículo. Después lo gané yo, pero no gané nada. Pero sirvió para sentar jurisprudencia en Rosario. Porque se llegaron a plantear cosas como de quién es un personaje. Yo nunca negué que la letra fuera de Serrano, pero la letra no hace al personaje... No podía creer lo que planteaba Carlos, que no toleró el éxito de Piripincho. Incluso le ofrecí que la obra la dirigiera él, pero quería seguir haciendo Popina, porque decía que la íbamos a presentar por todo el mundo. Después cuando Piripincho tuvo éxito, me empezó a negar la entrada a los medios de Rosario, donde tenía mucha llegada. Y ahí se armó todo esto, que sirvió para estudiar la situación. Se llegó a plantear de quién es la mirada, porque la gente reconocía a Piripincho por los ojos, por la mirada. Chaplin y Minguito tuvieron el mismo problema, y éso mi abogada lo tomó como referencia".
Y así como con el correr del tiempo el actor venadense logró reestablecer el diálogo con Serrano, los años le sirvieron también para aprender a sobrellevar una tensión aún más personal. "A mí me conocen mucho más como Piripincho que como actor. Además de todo lo psicológico mío, porque me súper domina --explica, y ríe, Ansaldi--. Piripincho habla por sí solo, me invade su energía y no sé ni dónde quedo. Ayer, por ejemplo, me levanté a las 6 de la mañana para cambiarme como Piripincho, estuve cambiado hasta el mediodía y después estuve toda la tarde haciendo notas. ¡Ya no sabés dónde quedás vos! En muchas épocas de oro de Piripincho, una de las cosas que me saturaron fue éso. Después cuando no está lo extrañás. Y querés volver".
Así fue como en 2000 hubo una despedida formal en el Anfiteatro. Y aunque breve, en ese período algunos pensaron, incluso, que era el actor quien había llegado a su fin: "Era horrible, pero alguna gente pensaba que me había muerto. También había gente que me retaba, madres que me decían que no podía hacer éso. Lo que yo quería era que Piripincho no fuera el centro de las obras, algo que me presionaba mucho. Hasta tuve líos con maestras que me decían que no podía enfermarme. Pero creo que nunca estuve más de tres meses sin hacerlo. Siempre aparece algo. Debe ser como un método azaroso para que no se me despegue. A lo mejor no estaba haciendo funciones pero me llamaban para hacer algo solidario en una escuela y entonces iba".
- Piripincho, como otros personajes clásicos, perduró en el tiempo atravesando a distintas generaciones. ¿Qué hace que Piripincho siga teniendo vigencia y, en definitiva, qué lleva a que un personaje se convierta en clásico?
- En el momento en que lo escribí quería hacer un personaje que fuera feo, pobre, pero que tuviera algo. Los personajes para chicos son siempre lindos, agradables. Yo quería que fuera un reo. Es como un antihéroe. Me inspiré un poco en el Felipito de Quino, que me encantaba. Quería transmitir valores muy esenciales. De hecho nunca me propuse hacer teatro infantil, sino teatro para niños. El niño es inocente y sabio. Hasta los 5 años los niños tienen sabiduría e inocencia, y éso nunca cambia, por más estimulación que tengan. Eso el adulto lo pierde. Los niños son sabios y me gustaba rescatar éso, que es lo que perdura y que no podría agotarse, porque sino no existiría más el mundo. Es una ley natural, universal. Son cosas que van a perdurar siempre. Como el teatro mismo, que tiene una magia que, por más tecnología que haya, siempre va a seguir. El teatro es un ritual que puede hacerse a la luz de una vela. Lo considero un ritual, una dimensión diferente. Y creo que Piripincho está en una dimensión diferente en la que todos pueden estar. Yo no quería dar divertimento infantil sino llevar cada cosa a cierta profundidad. Que quizás en ese momento no se captaba, pero a muchos les ha quedado.
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