Martes, 21 de julio de 2015 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. TRES EXPOSICIONES CONVIVEN EN EL CEC HASTA EL DOMINGO 26
Memoria del invierno de Alejandra Tavolini, De las flores que crecen mientras duermen de Alicia Nakatsuka y Amartizaje. La envidia de Neil Armstrong. Vol. 2 de Wladimir Ojeda se exhiben en el espacio de Paseo de las Artes y el río.
Por Beatriz Vignoli
Hasta el 26 de julio, de jueves a domingo de 16 a 20, con entrada libre y gratuita, pueden verse tres exposiciones en el Centro de Expresiones Contemporáneas (Sargento Cabral y el río). Las cinco esculturas blandas en peluche sobre estructura de metal que integran Memoria del invierno, de Alejandra Tavolini, forman temáticamente un conjunto a la vez integrado y contrastante con la instalación sonora, objetual y pictórica De las flores que crecen mientras duermen, de Alicia Nakatsuka. Mientras Nakatsuka presenta una flora idílica, Tavolini reúne una fauna feroz. En la obra de Nakatsuka, pétalos multicolores de madera que reposan sobre islotes de paño lenci verde parecen expandir la bucólica serenidad de un diorama enriquecido con una grabación de cantos de pájaros y cuya imagen (aves y plantas tropicales, de las más diversas especies) evoca ecos de las selvas inocentes pintadas por el Aduanero Rousseau. "Es absolutamente necesario que las flores tengan mariposas, que las colinas tengan manantiales, que las rocas tengan musgos, que los árboles sostengan enredaderas", escribe la artista en su texto de proyecto de obra.
Nada más alejado y a la vez más complementario de tan edénica puesta en escena como los verosímiles animales de Tavolini. A tal punto son creíbles, que el domingo por la tarde un perro se les acercó, al parecer completamente engañado por la semejanza con canes reales. Aunque no gruñan ni tengan olor, las esculturas de animales, tanto en las poses amenazantes como en las enzarzadas en lucha, son de un realismo asombroso vistas a distancia. Sin embargo, al acercarse para ver a qué especie podría pertenecer esta manada, el espectador se desconcierta: parecen una mezcla de zorros y cerdos salvajes. Son todos los animales y no es ninguno. "No quería que fuera una especie en particular, quería que fuera una fauna: violenta, hostil, un grupo de animales feroces que se agruparan en manadas, que atacaran", cuenta la artista. "Mis anteriores animales de peluche fueron maltratados, heridos, sufrieron enfermedades, mutaciones. Ahora se vuelven violentos, aumentan su tamaño, les crecen garras y colmillos. El proceso de confeccionarlos fue inverso al de los animales de peluche que venía realizando hasta el momento: un molde relleno. Ahora partiría de la estructura interna del objeto/animal y luego la cubriría con tela... Esta decisión me lleva a investigar sobre taxidermia y a hablar con un taxidermista de Mar del Plata", dijo.
En esculturas anteriores, a partir de aquel tiburón de peluche en una pecera con el que parodió una célebre obra del artista contemporáneo británico Damien Hirst, la artista rosarina nacida en 1969 venía utilizando el animal de peluche para exponer tensiones bien humanas, como en sus osos gigantescos y depresivos; pero la conexión con la función tradicional de juguete se seguía percibiendo a través de una cierta ternura. En cambio, estas nuevas figuras que realiza desde 2012 son tan terroríficas como fascinantes, porque imitan a la vez la belleza natural del animal y una ferocidad sin concesiones.
Cabe preguntarse si esta "mutación" expresa el clima social de odio y terror del presente. No lejos de allí, en su humorística instalación Amartizaje. La envidia de Neil Armstrong. Vol. 2, Wladimir Ojeda propone un literal escenario con una bandera argentina en Marte.
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