Vie 07.08.2015
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › TEATRO. ESTRENO DE LA TERRIBLE OPRESIóN DE LOS GESTOS MAGNáNIMOS

Violencia detrás de las máscaras

La obra de Daniel Veronese vuelve a escena
con dirección de George De Bernardis.
Irá los viernes en el Cultural de Abajo.

› Por Edgardo Pérez Castillo

Escrita a mediados de los 90 por Daniel Veronese, La terrible opresión de los gestos magnánimos lleva la marca indeleble de la dictadura. La trama transcurre en el interior de una casa en la que un hombre viudo utiliza la cercanía de un polígono de tiro como herramienta de coerción: el peligro potencial de las balas perdidas es pretexto suficiente para forzar su encierro y el de las dos mujeres que lo acompañan (una de ellas es su hija, la otra su flamante novia), y a las que oprime con una violencia encubierta. Esta noche, a las 21, el director George De Bernardis presentará su versión del siempre vigente texto de Veronese, en una puesta que reúne las actuaciones de Patricia Pareja, Andrea López Mediza y Julio Cejas, y que continuará presentándose los viernes de agosto y septiembre (en el mismo horario) en el Cultural de Abajo de San Lorenzo y Entre Ríos.

Surgido hace dos años a partir del interés de Pareja, que lo compartió con el director, el proyecto terminó de delinearse con la aparición de Cejas y Mediza, responsables de interpretar a padre e hija. "La idea era buscar gente que se comprometiera --distingue De Bernardis en diálogo con Rosario/12--. Porque el texto tiene sus vericuetos, sus vueltas. Veronese no escribe de una manera llana, en el sentido que no son diálogos cotidianos, sino que aporta una serie de elementos en donde lo discursivo parece quebrado en su composición, lo que hace que el relato por momentos no sea lineal".

En esa ruptura del relato es donde también entra en juego el componente gestual, allí donde las expresiones confrontan a las palabras. Y es ésa otra de las marcas que la opresión militar dejó en la sociedad argentina, según apunta De Bernardis: "Después de la dictadura Veronese interpretó la forma de relacionarse, los vínculos entre las personas, donde a través de gestos, de palabras, no se dijera realmente lo que se supone se tendría que decir. Siempre hay otro plano de comprensión, de discernir qué es lo que el otro está tratando de decir. Siempre se está suponiendo, deduciendo, que puede pasar otra cosa".

A la necesidad creciente de las dos mujeres por conocer un afuera que les está vedado, el hombre de la casa suma además otra censura: la de evitar que un secreto familiar salga a la luz. "Como en cada institución, hay cosas que no se pueden decir, no se pueden hablar, y es necesario mantenerlo en secreto para que no aparezca, porque puede resultar amenazante", indica el director, distinguiendo así otra de las facetas de una puesta que aborda también a la violencia de género pero que, sin embargo, transita también el terreno de la comedia.

"Encontrarle lo cómico, lo irónico, lo sarcástico, la veta ridícula de las situaciones, diálogos y gestos que se plantean, le da cierta naturalización --concluye De Bernardis--. Es lo que queremos mostrar, qué es lo que nosotros naturalizamos, haciendo que parezca que está todo bien cuando en realidad no lo está. Y, a la vez, esa cuestión cómica nos hace reír de nosotros mismos, aunque es algo realmente doloroso, que nos está movilizando interiormente de una manera muy potente. La risa es como un escape".

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