CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. ACá HABíA UN RíO, NUEVO LIBRO DE FRANCISCO BITAR.
Hay una austera belleza en estos despojados relatos sobre el despojo. Los textos del escritor santafesino, publicados por Ediciones Nudista, pertenecen a la tradición del realismo donde cada detalle es significativo.
› Por Beatriz Vignoli
Francisco Bitar (Santa Fe, 1981) ya era un poeta y narrador reconocido en su región cuando su libro de cuentos premiado Luces de Navidad (Ediciones UNL, 2014) sedujo a los críticos de Buenos Aires. Diego Erlan lo comparó con los norteamericanos Richard Ford o Raymond Carver (el de John Cheever es otro nombre para la lista). Maxi Crespi (autor de la contratapa de su nuevo libro) definió su "imaginación literaria" como capaz de apropiarse de los desechos "por fuera de todo cálculo efectista y toda extorsión moral". Esto logra Bitar una vez más en Acá había un río, su nuevo libro de cuentos publicado en Córdoba por Ediciones Nudista, con un ingenioso diseño de edición donde las fotos por Pablo Cruz parecen situar al autor mismo en el ambiente local del cuento que da título al volumen.
"Para aquellos que viven en la calle, la diferencia entre dormir parado y dormir tendido es la misma diferencia que existe entre un pobre y un croto", escribe Bitar en "La diferencia entre dormir parado y dormir tendido", que el blog Eterna Cadencia publicó como anticipo. "Y él, su padre, no iba a descender ese último escalón", sigue. Luego apunta, en presente: "A pesar de lo penoso de la escena, esto último, el hecho de negarse a terminar en el suelo, esperanza al hijo". Cada uno de los seis primeros cuentos de estos siete (el último abriga cierta esperanza) narra un modo distinto de "arruinarlo todo". Son hombres los que se deslizan al vacío. Las mujeres se limitan a desaparecer o abandonarlos. Nada de melodrama.
Contundentes como rounds, las series de viñetas que van noqueando al protagonista en "Del cine a la ciudad y de la ciudad al pasado", o en "Viernes en casi todo el mundo", demuestran con lógica precisión que la realidad no responde a las ilusiones. Así uno se hace hombre, cabría pensar en algún sentido iniciático si no fuera la biografía completa la que se va por la borda. "Manos europeas, de otro siglo" y "Donde las aguas se hacen negras" hablan del desdén femenino por un varón que no cumple su rol tradicional. "Pero con vida" es una fábula moral sin moraleja.
Hay una austera belleza en estos despojados relatos sobre el despojo. En los '60, el diseñador italiano Bruno Munari les decía a sus alumnos que la belleza de una gota de agua se debe a que su forma es la más económica posible. La poética en la prosa de Bitar responde a ese principio. Y sus cuentos pertenecen a la tradición del realismo donde cada detalle es significativo. Sobre la descripción de Rouen que hace Flaubert en Madame Bovary, Roland Barthes habla de un "paso de contradanza entre dos restricciones". Aquí también serían estas dos: la economía formal y la plena significación de cada parte en el todo.
Sumarle a todo esto la neutra honestidad que mencionaba Crespi da una idea del inmenso poder estético y político de estos cuentos.
Los desechos humanos del sistema cuya caída narra Bitar con elegancia impasible son redimidos (hay que pensar acá el término redención en el sentido que le daba Walter Benjamin) al volverse materia literaria; los invisibles sociales son visibilizados, cobran representación. No se trata de objetivismo sino de objetividad. Si se tiene una vida como las de estos personajes, caídos de todo ideal o identificación, se sentirá gratitud al reconocerse en ellos, que con serena imparcialidad sostienen aún (reflejan todavía) el semblante perdido del semejante.
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