Miércoles, 23 de diciembre de 2015 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. LA CUERDA, NUEVO POEMARIO DE EUGENIO PREVIGLIANO
Escritos en los últimos diez años, los cuarenta textos incluidos en el último libro del escritor rosarino recorren ciertas obsesiones (el amor, la decepción) y aficiones, con un eclecticismo justificado por el tiempo transcurrido.
Por Beatriz Vignoli
Los 40 poemas reunidos en La cuerda, el libro más reciente de Eugenio Previgliano (Rosario, 1958), abarcan un período de una década: en él, el autor reunió una ajustada selección de la poesía que fue escribiendo a partir del anterior, Alcohol para las heridas (2004).
El amplio tiempo justifica el eclecticismo de la muestra, que recorre ciertas obsesiones (el amor, la decepción) y aficiones. Entre estas se destaca la música, que toma forma en algunos experimentos rítmicos con la palabra. Autor de tres libros de narrativa (dos de ficción y uno de crónica), ganador de menciones en los premios Felisberto Hernández y Alcides Greca, colaborador de Rosario/12 y agrimensor, Previgliano toca el piano y el saxo, instrumento este último que evoca el discurrir de la voz humana. Cabe preguntarse si es acaso la ausencia de significación unívoca (propia del lenguaje de la música) la que deja libre a la poesía de Previgliano para cantar y ritmar sobrevolando cualquier posible intención de enunciar un tema premeditado. Hay sentido; pero es impresionista, lúdico, rapsódico, imprevisto. Sus versos más inventivos recuerdan a los juegos de los poetas barrocos y neobarrocos con la musicalidad del significante.
"Brincad umbríos el bravo timbre que nos imbrica/ Abrocad el hambre bajo la brava abjuración/ Objetivo del bravo es el hambre/ Abrid las obras/ obviad los bardos del ámbar/ sólo el bar abre sus umbrías fauces para embrocarnos/ la bronca nos embravece", escribe.
Sus versos más oscuros, prosaístas y narrativos evocan el humor negro de Kurt Vonnegut. Al igual que ciertos antihéroes del novelista de Indianápolis, el yo poético de Previgliano pareciera "encontrar más fielmente la vida en sus manifestaciones más extremas, más lunáticas... y verse atraído hacia situaciones donde lo arbitrario, lo terrible y lo irracional se hubieran convertido en una práctica rutinaria".
En el ensayo citado, "Black Humor and History", el crítico literario Morris Dickstein se pregunta cuánto de estas preferencias temáticas se debe a que Vonnegut sobrevivió al bombardeo de Dresde. Cabe preguntar aquí cuánto de la experiencia de haber sobrevivido a la última dictadura argentina se hace presente en La cuerda, a través de un humor negro estructural: un humor que no busca la risa a través del chiste, sino que construye un andamiaje subterráneo de causas y efectos que exceden toda racionalidad. El sinsentido y el absurdo prevalecen; y lo hacen precisamente en el mismo punto donde cualquier otro autor hubiera encontrado la cuerda justa para la nota trágica.
"A la pregunta 'nombre de guerra'/ respondo: / 'pero qué guerra'// Una andanada de golpes que durará toda la tarde/ me deja sordo y dolorido sin saber/ que de ese lado ya no volveré a oír y el dolor/ me acompañará toda la vida. // La sensatez recomienda/ no volver a ser sincero.// Tampoco callarse parece/ que fuera una actitud beneficiosa.// La angustia sobreviene/ cuando se recuerda que no hay nada por decir/ domicilio por denunciar, nombres para dar,/ organización para develar, hechos para asumir.// El mundo es así en estos días,/ desordenado doloroso y confuso.// Atado a una camilla no hay/ aprendimos pronto/ mucha perspectiva. (...) Años después y ya en la cárcel 'legal'/ unos abogados vendrán a hacer preguntas,/ el silencio:/ no se debe a la prudencia/ a la preservación o a la lealtad, las preguntas son tan insensatas/ que parece que el sentido que la gente le buscaba a las cosas/ hubiera abandonado el mundo".
Así empieza y termina un poema extenso del libro, el número 6, titulado "Algunos apuntes sobre la tortura". La saña del represor en el poema que la relata (¿testimonial verídico o ficción testimonial?) se vuelve más intolerable aún debido a la gratuidad de su práctica. No es cómica esta historia, por supuesto, pero tampoco es trágica: carece (por así decirlo) del mínimo coeficiente de sentido que permitiría organizar los hechos en una forma clásica "alta". Sí es humorística; es comedia absurda y negra, en tanto desbarata toda aproximación a la historia desde relatos y géneros "altos" como la tragedia o la épica.
Ambas vertientes (la palabra hecha música y el horror vuelto comedia) convergen en el magnífico poema 30, titulado "Dolor": "dolor duéleme/ pero un instante demás (...) dolor duérmeme dúrame duérmire/ duele dolor de duelas pero déjame (...) duéleme dolor dame dolor dame duelo (...) duéleme dolor dolido doloroso dolor rodó todo/ duele dolor orondo/ duele como si doliente no hubiera:/ sólo dolor, doliendo".
Eugenio Previgliano ha publicado además, entre otros libros, La tierra perdurable (Editorial Municipal de Rosario, 2012), y a comienzos de los '80 codirigió la publicación mensual Hoja de poesía.
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