CULTURA / ESPECTáCULOS › SOLEDAD COL, DEL ENTRERRIANO FERNANDO CALLERO, PUBLICADO POR IVáN ROSADO
Los textos de sabor beatnik parecen captar un instante vital en su inmediatez, cuando en realidad se trata de composiciones estéticas de alta complejidad que el autor arma con oficio multimedia. Poemas para escuchar como un disco.
› Por Beatriz Vignoli
"Creo que cada momento de escritura compone o ensaya una experiencia única, no creo en el progreso del escritor. A ese momento en que varias cosas se ponen a orbitar juntas yo le llamo Oportunidad, y en esa categoría precaria que se me ocurrió, incluyo también toda la vida".
Esto que dijo en una entrevista el poeta, músico y pintor entrerriano Fernando Callero (Concordia, 1971) es aplicable a su libro de poemas publicado este año por la editorial rosarina Iván Rosado. Breve y contundente como un disco, ilustrado con foto de tapa a todo color que reproduce una pintura de su autor, Soledad Col es un libro que "suena": un libro con swing, de poemas como canciones y canciones como collages.
Soledad Col reúne esos "momentos de escritura" que solo Callero sabe construir. Son textos de sabor beatnik que parecen captar un instante vital en su inmediatez, cuando en realidad se trata de composiciones estéticas de alta complejidad que Callero arma con oficio multimedia.
"Escribo lo que surge en un momento y eso funciona como el manchón de tinta desde el que comienzan a aparecer el esbozo de ciertas figuras. Sé que en algún lugar de mi mente o de mi psiquis, no muy bien definido, alienta un proyecto, una onda, por decirlo de alguna manera", dijo Callero en esa misma entrevista: "No me sirven las palabras, tienen demasiada legalidad una vez escritas, prefiero la significación más difusa que puede proveer como guía un dibujo, o una imagen, a la narración. Además me cuesta pensar en que algo que escribí sea para luego descartarlo, todo lo escribo como para siempre, por eso no corrijo mucho después, hago como esos discmans que tienen memoria proyectiva y corrigen el error sobre la marcha. Demoro mucho en escribir algo, pero cuando lo tengo ya está", confesaba el editor y docente radicado en Santo Tomé.
Hay una forma de pararse en la enunciación, la "actitud" de una estrella de rock, que habilita la expresión de cualquier quebranto: la estrella igual brilla. "El monstruo de la oscuridad sos vos"; "odio/ y quiero destruir/ lo que más quiero/ te quiero". Los versos contundentes de Callero participan de esa articulación singular entre enunciado y enunciación que hace al encanto de las canciones de rock; eso que hace que un verso suene real e inapelable, que den ganas de convertirlo de inmediato en un grafiti o en un tatuaje. Eso que hace que una frase oída en la oscuridad de una disco parezca desnucar de repente a quien la oyó: esa música, esa seducción de las canciones de rock alientan en su poesía.
Pero sin embargo se trata de composiciones extremadamente elaboradas (veloces, inspiradas, pero nada improvisadas) donde se conjugan zonas de la cultura que solo pueden coincidir en la vida cotidiana de Callero y en la amplitud de su espíritu (vida y espíritu que parecen tener algo de Walt Whitman o de Pier Paolo Pasolini pero sin solemnidad ni tragedia).
Vida y obra que encontraron su marco, al igual que otros contemporáneos suyos como Daniel Durand o Mariano Blatt, en la Argentina de los últimos años, que Callero lee críticamente, haciendo hincapié en sus fronteras invisibles entre los ranchos y los "propietarios de terrenos en regla".
"Cada vez que compro una nueva libreta hago una promesa de que en ella sólo voy a escribir poemas preciosos (...) Pero enseguida rompo el trato y en la libreta empiezan a hormiguear textos de todo tipo y en el fondo creo que está bien ese laboratorio ecléctico donde la vida y el arte dialogan y se nutren mutuamente", dijo Callero, quien anota ahora al margen de un poema del libro: "en la cama con la laptop de Cristina".
Las referencias a artistas de la tradición occidental abundan en sus títulos, pero después el poema está hecho mezclando la historia del arte con los materiales de la cotidianeidad, trabajados con humor. Giros coloquiales y notas tomadas como al pasar alternan con ricos pasajes imagistas donde la imagen poética se despliega dinámicamente, revelando recorridos de lectura por el barroco y por el preciosismo modernista.
Quizás uno de los mejores poemas eróticos y oníricos de la época es este: "La otra vez, dormido/ metí la nariz en un pliegue de tu brazo/ y aparecí en un jardín oscuro/ donde un zorro merodeaba unas calas/ monogramadas con hilo de plata/ una caligrafía muy fina, con letra de zurdo/ que apenas empecé a leer se deshizo/ con ese mismo hervor siniestro/ que nos recuerda del sueño/ para abandonarnos/ en la almohada". Callero publicó además entre otros libros un diario de sus viajes por Sudamérica, una novela y una obra poética reunida, Al rayo del sol (Iván Rosado, 2014).
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